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Literatura, enajenación y esquizofrenia |
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En principio no se quiere ver. Debemos aceptarlo. Basta no ver. Repito, basta ver una decapitación filmada en directo para no querer comprender lo arcaico y lo contemporáneo. Es demasiado sencillo para no advertirlo. La vulgaridad se expone como una farsa visible. Tenemos ante nosotros dos instituciones con las cuales no deseamos combatir a fondo. El matrimonio que nos ayuda a guardar las apariencias de la abulia, lo institucional, lo contradictorio del ser humano, la falsedad, el mito del amor eterno entre el príncipe azul y la bella – por un lado – y el sistema político basado en el fraude, el engaño, la revolución, los pueblos, los ídolos, el miedo, la delación, la guerra o el fantasma de la libertad. No es fácil comprender nuestros días. Todo se mezcla; todo. Tal vez siempre fue así, tal vez el ser humano jamás terminó de aprender, de sentir, de intuir. Por eso necesita de líderes, de reyes, de dioses, de banderas. Tiene miedo de estar solo, de sentir latir su corazón, de intentar ser libre. De no depender de nadie. Libre como los vientos y los pájaros. Libre como un poema, como una estrella fugaz entre las olas. Debo confesar – aunque usted lector por un motivo o por otro se siente molesto, culpable o injuriado – que la estupidez avanza a paso redoblado. Y se mezclan afectos, citas, cumpleaños, ideologías, frustraciones, hoteles, rostros, pasiones, obsecuencias. Todo, todo junto. Y nos hacemos revolucionarios de un día para otro o nos hacemos hombres serios y prudentes. O populistas y sectarios. O todo junto. |
Siempre recomiendo la lectura de London o de Stevenson. O el teatro de
uno de los clásicos del siglo XX, descubriendo una concatenación de
efectos que en verdad son causas y de causas que en realidad son
efectos, cuya obra es un socavamiento del discurso del Poder: Tennessee
Williams. Cualquiera de ellos pone el instinto en una escritura que se
encuentra suspendida en la línea, donde hallamos una suerte de ética
nihilista, desplegando una mirada abarcadora, manifestándonos desde lo
literario (como el Dr. Kinsey lo hizo desde la sexualidad) la
problematización de lo normal y de lo anormal, textos que tranquilizan e
inquietan simultáneamente al lector. Nos enseñan las percepciones
conscientes o inconscientes de los protagonistas, escritores
conmovedores y trágicos de la literatura mundial. |
Carlos Penelas
Buenos Aires, agosto de 2016
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