Hay humo en tus ojos |
Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír. George
Orwell El disparate crece. De no ser trágico uno debería reírse, de no ser grosero uno pensaría en una tragicomedia. Hace años que lo venimos diciendo: esto se fue transformando en un burdel con pantomimas. Una suerte de sainete, de gorro con cascabeles, de esperpento latinoamericano. Dicen que la situación pudo haberse evitado. Monóxido de carbono, el límite es de 35 PM. La contaminación atmosférica más grande de nuestra historia. Se mencionan las reservas atesoradas por el Banco Central, se dice que el modelo se está deshilachando. Que los agricultores quemaron los pastos, que se encontró una lancha con líquido inflamable, que lo hizo el gobierno para discutir y desacreditar. Que ellos o nosotros. Lost. Ahora puede ser el meteorito que cayó en Entre Ríos, que está en un pantano, que no se encuentra. El fuego es producto del meteorito. Vivimos de un espejo a otro, de símbolo en símbolo. Entre el estupor y la humareda los voluntarios y el sulky. Atrás quedó la tea olímpica, los goles de Messi, el Pío-Pío de Bonavena. Otrosí: los funcionarios son inmorales, ineptos, corruptos. Que renuncien, que se vayan. Los otros son golpistas. Pero el Partido Comunista los apoya. Podemos dormir tranquilos, la esquizofrenia es parte del humo de las Islas Lechiguanas. Antes habían apoyado a Videla pero no a Pinochet. ¿O fue a la inversa? Y todos esperando a que el viento de la vuelta, a que llueva, a que llueva a mares y el viento venga con el frío. Ionesco se da la mano con Sabat. La solución sólo la puede brindar el pronóstico meteorológico nacional. Mientras tanto se suspenden las clases primarias y secundarias. Por el humo, por la falta de gas, porque no encuentran el mapa de América del Sud. Me compré un barbijo y voy por las calles mirando lo que puedo. Las chicas son bellísimas. El obelisco no está, Gardel no aparece y el bife de lomo en la Parrilla Peña es el sueño de los extranjeros que viven su turismo de aventura por pocos euros. Business. Huelo a quemado, a ceniza, a pastizal.
Cristo multiplicó, se cuenta, peces y panes. Aquí, dice la gente, se multiplica el humo. Todo se hace humo. La gente está que bufa, lloriquea y va a los hospitales. Se pone gotas en los lacrimales y cierra puertas y ventanas. Inútil, se filtra. El humo se filtra. Hay miles de muertos en las rutas, los alumnos en los colegios llevan dagas o armas de fuego (un periodista dijo por televisión que si las llevan que por favor no las usen, sic.), no se sabe la raíz cuadrada del círculo ni la capital de Argilópolis. Urbe en contra. El caos se agiganta y el Tren Bala se une al cohete de un presidente que unía Salta con Tokio en una hora pasando por la estratosfera. Parece una novela de ciencia ficción de Borges. La discusión está en torno a la soja. Aún no sabemos si es un yuyo o un arbusto. O de un gen incorregible de los argentinos. Es evidente que la geopolítica es clave. Como Godot. Menos mal que me enviaron unas fotografías de Carla Bruni.
Se habla de incongruencias, de dislates y de embarre. O de desbarro. Hay bondad, indulgencia y políticas neo-hegelianas. El urbano lector confundido, el hombre de campo en oración y leyendo a Proust. Los edecanes con cara de edecanes y los comerciantes suturando precios con maestría de cirujanos. Acabo de comprar otro barbijo.
Hay pedestales de estaturas homéricas. Itinerarios vertiginosos, costumbres y contradicciones que hablan de escarmientos. Y apelaciones beatificantes. La composición histórica sigue siendo prolija: se acumulan papeles, conferencias y presentaciones ante la justicia. Vemos los tarascones, los desquites y los soberanos afónicos. Y el humo sigue. Es un humo subversivo, incoherente, sin café con leche ni mariachis. Estratagemas de la convivencia. ¿Yo señor? No, señor. ¿Pues entonces, quién lo tiene? El humo llegó a Montevideo, a Punta del Este. Cambia y va a Rosario. Cambia y cae un ministro. Cambia y los bomberos solicitan más tecnología. Es una obsesión, un castigo divino. No hay aviones ni helicópteros que apaguen las llamas. Atado con alambre, todo. Eso lo comenta mi vecino, yo no. Yo soy apolítico, argentino. Una frontera entre los advenedizos y las masas, entre las efusiones insípidas y el desvanecimiento de las ruinas circulares. Una metáfora, si usted quiere, grácil lectora. Pasatismo ecológico, sistemático. Es posible presentir a Los desterrados de Horacio Quiroga. Tal vez el autoengaño o el vals en Verano y humo de Tennessee Williams. Pero no lo creo, confieso que no lo creo. No salen aviones, se cierran las rutas y los micros suspendieron sus viajes. Aumentaron el precio de los barbijos. Ojala llueva café. Pero no creo, confieso que no soy creyente. Confieso, además, que no tengo un amigo que se apellida Fernández. Y que tampoco tengo automóvil ni campo ni capa. |
Carlos Penelas
Buenos Aires, 22 de abril de 2008
Ir a índice de América |
Ir a índice de Penelas, Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |