Espejo
III |
Un desconocido habla por teléfono desde mi cama. Lo veo mientras la lluvia cae sobre el ventanal de la biblioteca. La radio me impide sentir la intimidad de la lluvia, el calor del insomnio, las imágenes que pesan y rozan las flotantes nostalgias. Me doy cuenta que soy un inquilino en esta casa. Que las palabras son errantes. Siento envejecer mis manos. La penumbra devoran estas voces desiertas. No he muerto aún pero estoy fuera. Me reconcilio con un viejo poema, con un retrato, con los ríos bellísimos que cruzan los pájaros, o con esa pequeña brisa que acaricia mi hombro. (El unicornio es una claridad desvanecida.) Sé que son matices, elegías dispersas, pausas inequívocas que ven el reverso de una frutera, que palpan a contraluz lo fugaz del viento, el pubis de la amada como una lengua peregrina. Un desconocido habla por teléfono. Un animal deambula por la noche cerrada. |
Carlos Penelas
Buenos Aires, noviembre de 2008
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