Tengo la sensación, querido lector, que está harto de lo que escribo. Al
menos lo estoy yo. No de usted, de lo que escribo. En verdad mi
intención era recordar y pensar en Gian María Volonté, Yves Montand,
Vittorio Gassman, Luis Buñuel, Mark Twain o Phillipp Mainländer mientras
escucho a
The
Modern Jazz Quarter o a Krafwerk.
Pero sucede que apareció Podemos, jóvenes universitarios bien
alimentados con coleta que sienten descender de Sierra Maestra o del
asalto al Cuartel Moncada, hablando del Che pero ignorando a Camilo
Cienfuegos, la verdad sobre Frank País, la cárcel y torturas a Huber
Matos. Conocen mejor el mito revolucionario que la acción heroica de los
partisanos. Apoyan al orador desatado de Hugo Chávez y a la señora
Milagro Sala. Se identifican con Syriza mientras leen a Ernesto Laclau y
a Marx, a Antonio Machado y escritos sobre la Guerra de Crimea. Así son
las cosas. Por supuesto, también hablan de desigualdad y discriminación.
Una alegría: Estados Unidos entró en el Tercer Mundo. Eso no está mal,
nos van igualando, comienzan a sentir como nosotros, pueden llegar a ser
progresistas consolidando un proyecto planetario. Ni hablar del Papa
peronista; el Vaticano entró al Cuarto Mundo con el populismo y
centenares de rosarios bendecidos. A diestra y siniestra. Se castiga a
los mercados y se les pide a los pobres que sueñen la vida eterna en el
Paraíso, más allá del cielo y sus alrededores. En el cielo, según la
versión de Yuri Gagarin, Dios no está. Tal vez debamos revisar el
Concilio de Trento. Ni hablar de las finanzas vaticanas, por Dios y la
Virgen.
La decadencia es notable, todo estaba mal de antes, todo estaba mal
antes. No debería haber asombro en nada; ni en las groserías ni en el
egocentrismo ni en el establishment. Regresan los gestos
mussolinianos de la mano de los cambios climáticos. Por eso el caballero
Donald Trump, don Francisco, el señor Rajoy otra vez a palacio, los
sentimientos antisistema, la Viuda Nac and Pop, un presidente que habla
con pajaritos, los demagogos latinoamericanos, la fabricación de
armamentos nucleares, corrupción, modelos en Instagram,
hipocresía, torpeza mental, ambigüedad chaplinesca, brutalidad, los
asesinatos en Mosul, carnaval, las marchitas, el sonido envolvente del
bombo, iconos envejecidos, el pueblo amorosamente conectado, villas
miserias, sobreactuaciones, politiquería, la burocracia sindical, el
proteccionismo y la mar en coche. El tema no es difícil de advertir,
sólo que no se lo quiere ver en su dimensión, en las lealtades
volátiles, en un pensamiento indigente. Sabemos de sobra qué es el
imperialismo, el capitalismo, sus leyes, la pobreza, los hombres de
Estado, el camarada Vladimir Putin, el demócrata Recep Tayyip Erdogan,
la bella Marine Le pen, el multiculturalismo, los sentimientos
antipolíticos, los bombardeos sin piedad, Isis, el Brexit, masacres
terroristas, el Estado Islámico, corridas bancarias, Pokémon, el mundo
de las series televisivas como género literario, financieras, élites -la
alienación alarmante de individuos y pueblos- China y el comunismo del
siglo XXI, la xenofobia, la incidencia del dengue y el zika, lavado de
dinero, los refugiados de la Guerra Civil Siria, cuentas en Suiza, la
droga, el feminicidio… la lista se hace interminable. Si le parece
citamos a Parménides, a Alfred Hitchcock, a Tom Mix y a Chuang-Tzu.
Déjeme respirar un poco, por favor, necesito fumar una pipa y tomar un
café.
Daniel Goleman, autor de un libro trascendente: Inteligencia
emocional, escribe otro libro necesario. Se llama El punto ciego.
Psicología del autoengaño. Es importante trabajar cada uno de
nosotros en éste tema, de descubrir “las ilusiones compartidas”. Desde
cómo vemos a nuestra familia o a nuestros vecinos hasta cómo pensamos en
el líder, en el profeta, en el ser carismático. La riqueza se concentra
en manos de muy pocos que acumulan a expensas de las grandes mayorías,
la pérdida de trabajo, las coberturas de salud, el embrutecimiento
diario a través de la cerveza y los aparatitos de teléfono. Prevalece la
desigualdad, el miedo, el resentimiento, la imbecilidad, el fanatismo.
Esto, entre otras cosas, lleva a la gente a votar o a creer en ciertos
magnates, militares u obispos.
Hablamos de la globalización, de nacionalismos, de fútbol o de las
nalgas de mi prima sin saber mucho de dónde partimos, qué vemos, qué
formación tenemos, cómo funciona nuestra materia gris. Si la tenemos. El
desempleo ataca con ferocidad a los asalariados con menos preparación.
¿Qué es la revolución tecnológica? Es la digitalización, la inteligencia
artificial. En breve se perderán millones de puestos de trabajo. Hay
grandes perturbaciones en los modelos empresariales pero también en el
mercado laboral, lo que se está llamando la “cuarta revolución
industrial”.
Cerremos con unos versos del T.S.Eliot. Éste escritor genial fue el
hacedor en teatro de Asesinato en la Catedral, en ensayo
Poesía y Drama, entre tantos otros trabajos. Y libros de poemas como
La tierra baldía, Los hombres huecos y los Cuatro Cuartetos.
De Los hombres huecos recordamos estos versos: “Somos los hombres
huecos / Los hombres rellenos de aserrín / Que se apoyan unos contra
otros / Con las cabezas llenas de paja”.
Y dos versos más, a su pedido caro lector: “Ojos que no me atrevo a ver
soñar / En el reino de sueño de la muerte”. |