Las tres religiones monoteístas se caracterizan por su misoginia hasta la fecha y acosan a las mujeres con sus moralismos pacatos. Por ejemplo, el Vaticano excluye de los templos a las divorciadas, a las que practican el control de la natalidad, a las que tienen sexo por placer, a las que no se han casado y tienen hijos, a las que toman la píldora del día después.

Pero mientras tanto y en su hipocresía, hasta hace poco, desde el Estado Divino y Urbi et Orbi se guardaba silencio cómplice ante los actos de pederastia cometidos por infames curas que abusaban del cargo y armados de la sotana violaban niños y niñas.

La ablación, que es la extirpación del clítoris en nombre de Alá, aún se practica. En tiempos de la antigua Inquisición a la hoguera iban mujeres que menstruaban ‘por impuras’. En la moderna Inquisición los hijos de mujeres divorciadas o de madres solteras tienen vetado el ingreso a escuelas y colegios de Católica, Apostólica y Romana marca. A las mezquitas no pasan las damas que estén en ‘estado impuro’, menstruando, todas estas barbaridades que son pequeñas muestras del odio actual a la mujer. 

Una breve historia de La misoginia duele: “El 2 de mayo de 2002, Sun-ok Lee, desertora de Corea del Norte, rindió testimonio ante el Comité de Relaciones Internacionales del Congreso en Washington DC, respecto de las condiciones imperantes en la cárcel femenina de Kaechon, en ese país asiático:

“Fue horrible ver al médico de la prisión pateando con sus botas a las embarazadas. Cuando nació un bebé, el médico gritó: ‘Mátenlo de inmediato. ¿Cómo se le ocurre a una criminal tener un bebé en la cárcel?’” (Pág. 19)

Ya supondrá el lector que la misoginia la ejercen quienes hacen negaciones y calificaciones burdas de lo femenino. Entre estos faunos están: presidentes revolucionarios, encumbrados curas, ministros obsecuentes, padres de la patria y todopoderosos de papel que olvidan que el poder, que es masculino y efímero, al final se rinde a la muerte, que es femenina y eterna.