"Sin destino" de Imre Kertész
Dr. Oswaldo Paz y Miño

Que los pueblos que han sufrido genocidios, no los cometan Señor. Paz en Palestina. Paz en Israel.

"Sin destino" un libro marcado que ha de recordar el genocidio. Una obra para construir la paz. Una lectura para que no se repitan mas

La tarde de un miércoles. El sol ha cedido paso a las agresivas nubes. La lluvia arrecia. El ánimo cambia, el ambiente influye. Las cosas se tornan más serias. Algo lúgubres. Mi viejo chevrolet escarlata apunta proa hacia la universidad, donde me aguarda un grupo de jóvenes con quienes hemos convenido en conversar sobre: La Libertad. Un tema del Derecho Constitucional y de la vida. En lo que me toma llegar a la cita, pienso en ustedes, los lectores de esta página. En el libro que compartiremos hoy. Mi mente busca los que guardo en casa y siento que entre los cuatro cinco que esperan ser concluidos, no está uno, que pueda expresar aquello que se ha instalado en mí, a causa del chubasco que se abate, sobre el viejo parabrisas. El mal tiempo convoca la nostalgia. La avenida occidental se hace más larga. Hueca. Es un tajo terrible en las faldas del Pichincha que se queja todavía. Los vehículos y sus ocupantes raudos, no escuchan, solo pasan. Y yo quiero material de lectura. Tiempo aún me queda. Un libro. Alguno sé que me espera, porque ya os he dicho antes, y repito ahora: Ellos, nos llaman. Nos citan. Entre quien lee y los libros se tiende un cordón de plata, que conduce vibraciones, ayudas, socorros mutuos. Sí. Quería un buen libro. Uno en esta ocasión triste, como son las despedidas. Dolorosas y a veces inevitables. Un libro de trayectos, de historias. De idas y de venidas, anónimas. Como las de aquellas personas que junto a mí pasaban raudas conduciendo variopintos coches en busca de su propio destino. Cientos de almas cubiertas por una lluvia igual, pero distinta. Embarcadas todas si, pero en diferentes vidas. Conduciendo y conducidas, todas si, pero a diferentes destinos. Y entonces, encontré la clave, ese era el tema. "Sin Destino". El libro que por destinación me esperaba y yo, que no lo sabía. Si. Todo era causal y no casual: El mal tiempo, la charla sobre la libertad, los alumnos, la juventud siempre esperanzada y noble, la autopista, el tráfico de seres humanos y los vaivenes del mundo. 

"Después, me enteré de unas cuantas cosas interesantes y sorprendentes, como el hecho de que una etapa de mi vida que él llamaba "los años felices" y despreocupados de la infancia "habían terminado para mí en ese día tan aciago." "De ahora en adelante- dijo-, tú también serás partícipe del destino común de los judíos". Me explicó entonces que ese destino era " una persecución constante desde hacía milenios, que los, judíos teníamos que aceptar con paciencia resignación", puesto que Dios, nos lo había impuesto por los pecados que habíamos cometido en tiempo pasados; así, pues, sólo, de Él podíamos esperar la gracia, mientras Él esperaba que en esos momentos difíciles nosotros " acorde con nuestras fuerzas y capacidades", nos mantuviéramos firmes en el lugar que Él nos había designado". Págs. 24 y 25.

Lugares surrealistas son, los centros comerciales. Cada minuto se pinta en su interior un cuadro. Los visitantes, son los artistas, y cada cual porta un pincel. No hay pinceles iguales, como no hay personas iguales, ante el hecho de consumir y ante la provocación de hacerlo. Más, es perceptible si, que la mayoría, sin embargo coincide en el simple paseo, trazando con la mirada, un cuadro distinto, porque la pobreza marca y la riqueza más. Pocos compran, los demás observan, no pueden, no podemos, guiñarle el ojo al consumismo, que encuentra en la alforjas vacías de los viandantes un obstáculo casi infranqueable. En este lugar multicolor, destacan las vitrinas de la añeja "Librería Española" y a cierta distancia, la mágica silueta de los libros. El ambiente nuevamente nos impacta. El efluvio sabio de las letras se desborda y nos recoge, nos arrima y nos apunta. Nos requiere. Hemos llegado a la segunda planta, los libros están, para ser mirados y escudriñar, para oír de su murmullo y atisbar: estanterías arriba, maderas abajo. El orden es alfabético, pero caótico, sobre todo, cuando antes, no has fijado en la mente lo que vas a comprar. Prefiero siempre la anarquía en esos momentos. Como que el sentimiento en ella es más puro al momento de escogerlos. Creo en el amor a primera vista que surge de la relación con los libros: el título, el autor y el lector. Como creo en el amor de una mirada, en la sonrisa de un vino tinto, en el perfume de una mujer o en el aroma de un profundo Habano. Y he optado así, esta semana, a boca de jarro, de primera mano, por Imre Kertész y su irrepetible novela: "Sin destino", publicación que lleva el sello Acantilado. Doscientas sesenta y tres páginas de historia que se pega a la piel. Literalmente se adhiere al pellejo la narrativa de este Premio Nobel de Literatura 2002. Un usuario de los campos de concentración nazis. Un testimonio de excepción de la brutalidad fascista. Un protagonista que le cuenta al mundo, sin rencor, con objetividad y sin revancha, el drama del Holocausto. Una visión letrada de la vida, desde la perspectiva que solo tienen aquellos que regresaron de la muerte. 

"A pesar de que durante el paseo no entablé conversación con ningún desconocido, tuve la ocasión de conocer detalles precisos. Allí, enfrente, estaban quemando a nuestros compañeros de viaje, los que habían llegado con nosotros en el mismo tren, todos los que habían pretendido subir a los camiones, todos los que en el examen médico resultaron no aptos para trabajar, por ser demasiado viejos o por cualquier otra razón, todos los niños con sus madres y las futuras madres a las que se les notaba ya el embarazo. Como nosotros, todos ellos desde la estación, habían ido a ducharse. También a todos ellos les habían informado sobre las perchas, los números y la organización de la ducha. Después de pasar por el barbero y recibir el jabón entraron en una sala llena de duchas y de tuberías, pero de los grifos, no salía agua sino gas". Pág. 114.

"Sin destino", es una bitácora de fantasmas. Cruda, real, de haber vivido in situ el dolor de tantas maneras y de tal forma, que se hizo parte del cuerpo, de la rutina, del día a día. Páginas, en las que todas las víctimas están representadas y todos los victimarios denunciados. Letras de heridas abiertas, de tumbas sin cerrar, de cuerpos quemados, mutilados, troceados de hombres, mujeres y niños, sacrificados por una guerra maldita, sostenida por un pernicioso asesino, que creía en la superioridad de las razas y en la necesidad de los ejércitos y de las armas. Basura mental y espiritual. Mierda asesina. Una relación de los actos más míseros y vergonzosos que ha realizado el hombre como especie, vistos desde adentro hacia fuera por un jovencito, cuyo único "pecado era ser judío". El creador mismo se habrá cuestionado sobre el antes y después del hombre en la tierra. Si valió la pena, tanta imaginación divina, para dar a luz, una especie tan sanguinaria, la peor de las alimañas, a la única a la que creo con el don de la razón y la única que usó ese don para aniquilar a sus semejantes. Los campos de prisioneros. La libertad partida. Rota la vida. Aniquilado el ánimo. Vivir allí un año y medio y contarlo y repetirlo miles de veces para que no se repita nunca, contra nadie. Jamás.

"Existen situaciones en que parece imposible que se puedan agravar o empeorar. Yo mismo, al cabo de tanto esfuerzo, de tanto afán, de tanto empeño, acabé encontrando la paz, la tranquilidad y el alivio. Ciertas cosas, por ejemplo, que antes me habían parecido sumamente importantes perdieron por completo su significado para mí. Así, estando en la fila durante el recuento, si me cansaba. Y sin mirar si me encontraba en medio de un charco o si había barro me dejaba caer, me sentaba y me quedaba sentado o acostado hasta que mis vecinos me levantaban a la fuerza. No me molestaban ni el frío ni la humedad, ni el viento, ni la lluvia: simplemente no me llegaban, ni siquiera los sentía. Desapareció hasta el hambre, me seguía llevando a la boca todo lo que encontraba, todo lo que fuera comestible, pero sin prestar atención, como por costumbre y de manera mecánica". "Una sola cosa se había hecho más fuerte dentro de mí: el enfado". Pág. 174.

"En el hombre existe mala levadura", decía San Francisco de Asís al terrible lobo en la expresión maravillosa de Rubén Darío. Y los que antes murieron también hoy matan. Que terrible respuesta, a la incógnita de por qué a mí? De las lecciones de la vida hemos de sacar fortalezas, para no revitar los males contra nosotros, ni contra nadie más. "Sin destino" llegó a mis manos y debe llegar a las vuestras pronto. Este texto viene desde Auschwitz y Buchenwald, tiene como impronta el dolor del Húngaro Imré Kertész. Y el de todos los humanos de buena voluntad, víctimas de las guerras. Parten los mejores. Nuestro sentido homenaje a un hombre total. Carlos Julio Arosemena Monroy.

Dr. Oswaldo Paz y Miño
Revista Artes Diario La Hora / Cultura
Semana del 21 al 27 de septiembre del 2002

Autorizado por el autor
La Hora

Gentileza de "Desde la Acacia: la vitrina de los libros y autores"
http://lavitrinadeloslibrosyautores.blogspot.com/

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