El secreto mejor guardado. La historia de un caminante triste 
El secreto de Joe Gould. Historia oral de la vida

Dr. Oswaldo Paz y Miño

Somos lo que fuimos. Estamos tallados por el mazo y el cincel de nuestra niñez. Las líneas que se nos miran y las huellas que tenemos ocultas, no son improvisados trazos, son marcas que nos distinguen a los unos de los otros, más allá del color de la piel, del credo, del dinero que no tenemos o del que tengamos, del hambre que nos acose y de pareja que tengamos. Somos únicos e irrepetibles.

Cada uno es cada uno. Yo, tú, ése y aquél. Aquélla, ésa, tú y yo. Visibles en el mismo espejo, pero diferentes. Estamos en el mismo planeta. Somos parte de la nación humana. Venimos de un mismo creador aunque no aceptemos la creación. Somos el sumo de ella. Una creación irreverente, o sumisa. Somos continente y contenido Somos la mejor obra, del mejor arquitecto. Somos el cosmos mismo. Estamos hechos de luces y sombras. De rutas claras y agujeros negros.

Somos material reciclable. De idas y vueltas. Galaxias parlantes, sensibles, quemantes. Mundos a descubrir. Aguas vivificantes. Vientos destructivos. Mareas invasivas, pasiones totales. Efectos devastadores. Queremos, y mal queremos. Odiamos por haber querido. Nos desengañamos, y huimos o matamos y la indiferencia es un arma. El desprecio una venganza inconclusa. Amamos por ser amados. Somos virtudes, defectos, verdades totales, que son mentiras a medias. Somos seres humanos, carne, idioma, sexo, dolor, temor. Somos la guerra, destilamos sangre, la propia y la ajena. Somos escoria y somos la gloria. Estamos en el abismo, y damos el salto hacia la libertad y nos purificamos en la caída, y entonces surgimos a la luz. Somos simples, vulnerables, adaptables, brutales, implacables, tiernos, listos, nobles, desarraigados, amantes y amados: de nuestros libros, de nuestros hijos, de nuestras lecturas, de la música, la pintura, el cine. Somos todos un poco de todo.

Y de todo, nada. Somos aprendices hasta el fin. Tenemos momentos lucidos y de los otros. Somos luces intermitentes. Unas veces claridad, otras veces sombras. Ninguno del todo malo, ninguno eternamente bueno. No hay elegidos para el bien, ni para el mal. Toda elección es humana y por lo tanto nunca será perfecta, nunca divina, nunca eterna. El error está más cerca, que el acierto. Es por ello que hay hambre, muerte y desolación para la mayoría. Somos caminantes, en la vida, aunque no demos un paso. Ella pasa por nosotros y nos remolca si hemos perdido el timón, hacia que playa? Nadie lo sabe. Somos llanamente hombres y mujeres en ruta, pasajeros, turistas, caminantes, peregrinos, que en las calles, plazas, montañas, playas, ciudades y más lugares del mundo, jugamos un ajedrez colectivo, simultáneo, los unos contra los otros y en esta partida de vida o muerte, unos ganan y otros pierden, casi nunca hay empates. Por ello, habremos de tener estrategias de supervivencia, para no sucumbir en la partida, que simplemente es la vida. Sabremos entonces actuar para no entregar todas las fichas. Habremos de descifrar el movimiento del oponente, para defendernos, sobre todo para ello, y para atacar en el momento oportuno, lo que significa no revelar nuestro próximo movimiento, guardarlo en secreto, tenerlo en mente y jugárnoslo a seguro, cuidando la vida, la dignidad, la libertad. No habrá de reflejarnos el rostro, sino aquello que queramos se vea, aquello que menos daño nos cauce. Las alimañas están al acecho, los depredadores si nos descuidamos no tendrán compasión. Ellos, tienen todo para sí. Son fuertes porque tienen dinero, armas, poder político, jueces obsecuentes servidores, y legisladores, de sus intereses, que no son los populares. Estos seres represivos, nos quitan la seguridad jurídica, son intolerantes, vanidosos, ególatras, narcisistas. Mecenas suelen llamarse algunos, para diferenciarse ellos, de los que no tienen nada. Ellos, regalan para regalarse luego. Los regalos que hacen les son rentables negocios. La pobreza de los pobres, es sustento para futuras campañas políticas; se meten igual en el deporte, que en los asilos de ancianos. Le sacan negocio, utilizando sin pudor a los desvalidos como plataforma.Por ello, en el juego de la vida no es recomendable estar a descubierto. Habrá que mantener prudencia y hasta cierto sigilo y alguno que otro secreto, un espacio intimo, una verdad particular, un rinconcito en el que archivar: amores, penas, frases, olores, sabores, cuerpos, almas, gemidos, latencias, mascotas, odios, furias, ternuras, rumores, venganzas, nombres, hechos, lugares, y rostros, para los de afuera, y para los de adentro, para los consumidores y para uno mismo.

De tener secretos y del EL SECRETO DE JOE GOULD un paria, un bohemio, un rico hombre pobre, nos relata el libro que esta semana compartimos.Este volumen de la vida real, tiene dos protagonistas. Seres que juntaron sus rutas pese a los caminos diferentes que llevaban. Joseph Mitchell, un icono, un peso pesado del periodismo, en los Estados Unidos de América, pero sobre todo de la ciudad de Nueva York, la permanente y monumental metrópoli, y Joe Gould, el "Profesor Gaviota", el escritor de la "Historia Oral de nuestro tiempo".

Una obra de contenidos once veces mas largos que los de la propia Biblia.Editorial Anagrama, ha puesto en librerías este trabajo periodístico que aglutina las crónicas de Joseph Mitchell, sobre la vida de un inigualable mendigo. Un viandante de las calles neoyorquinas. Un bohemio, licenciado en Harvard, que escogió, la soportable libertad de la pobreza, a la insufrible esclavitud de vivir para acumular dinero.

"Joe Gould era un extraño hombrecito sin dinero ni empleo que en 1926 llegó a la ciudad y entre fintas y tretas resistió con toda la firmeza posible durante cuarenta y cinco años.Escribió una vez: En mi pueblo nunca me sentí en casa. Quería despegarme. Ni siquiera en casa me he sentido en casa. Donde siempre me he sentido en casa es en Nueva York, con los chalados, con los proscritos, los marginados, los náufragos, los eclipsados, los malogrados, las eternas promesas, los desgraciados, lo impotentes y los sabes Dios qué". Pág. 17.

Un poeta del surrealismo citadino. Un trotamundos. Que Nueva York, es uno. Un escritor con alas, un imitador de gaviotas, un irreverente y altanero vagabundo. Un historiador de la calle. Un patiperro, cliente del suelo, de los que se cubría con las letras de los diarios por las noches. Amigo del frío, y del calor de los tragos, amante de la salsa de tomate. Un pedigüeño de clase, un romántico amante de la soledad y de los huevos fritos. Un tomador de pelo, greñudo, cínico, y digno. Pobre pero honrado. Honrado por sé pobre y utilizado por los ricos.

"La madre de Gould siempre había dado por sentado que su hijo sería medico, pero después de graduarse en letras él le dijo que estaba harto de la educación convencional. Ella le preguntó que tenía pensado hacer. "Pienso pasear y meditar" dijo él. La mayor parte de los tres años siguientes estuvo paseando y meditando en un rancho de un tío en Canadá". Pág. 38

Joe Gould fue un infatigable cronista del día a día, de la locura propia y de la ajena, visto por otro cronista, aparentemente más cuerdo, que lo hizo conocer al mundo. Joseph Mitchell, hacia retratos literarios y el que mejor le quedó fue sin duda el que hizo del redactor de veredas, Joe Gould, ya que el periodista del famoso New Yorker, terminaría atándose, a la genialidad del colega, quedaría prendido de la sabiduría y del sentido común del creador de la "Historia Oral", libro que a ambos se les vuelve una tarea, una adicción, un enfrentamiento cordial, pero angustioso. Joseph Mitchell irá tras el secreto del hombre y su obra. Joe Gould, es el custodio del secreto. Es el secreto mismo y por lo tanto de él depende su supervivencia. La unidad de los contrarios. Amigos. El hambre y la necesidad juntas.

"Gould llamaba a su libro 'Una historia oral', título al que a veces añadía de nuestro tiempo" Consistía según la describía en cosas que había oído y por considerarlas significativas, había ido apuntando, bien literalmente, bien resumiéndolas". Pag 49.Entre las 168 páginas de este libro callejero está el secreto mejor guardado del paria Joe Gould y de su biógrafo Joseph Mitchell. En cada párrafo se dejan pistas. Todas tienen el calor del asfalto. De la vida y de la muerte.

Dr. Oswaldo Paz y Miño
Texto publicado en Diario La Hora 

Semana del 21 al 27 de septiembre del 2002

Autorizado por el autor
La Hora

Gentileza de "Desde la Acacia: la vitrina de los libros y autores"
http://lavitrinadeloslibrosyautores.blogspot.com/

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