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Lo que se de los hombrecillos, se lo debo
a esta kafkiana novela de Juan José Millas, que he devorado, sin
detenerme e medir el tiempo que cuenta para los vivos, y que es memoria
para los muertos. Han sido instantes de lectura espejo, de recordar
desdoblamientos, de entender mis vivencias catatónicas. Los libros os he
dicho antes, llegan siempre por causalidad, la novela de marras, la
obtuve de la bien nutrida biblioteca de la Universidad de las Américas
(UDLA) de nuestra ciudad, sin haber ido por ella, más bien diría que el
libro salto hacia mí desde las estanterías, quizá impulsado por uno de
los pequeños seres que duermen entre los tomos. He recordado a E. M.
Cioran en varios pasajes de su colosal obra Desgarradura, entre los
paréntesis que la mente crea, cuando se transita sobre palabras
atractivas o párrafos contundentes, que de eso tiene y mucho, la obra de
Millas, que os presento.
“Un libro tiene que hurgar en las heridas, incluso provocarlas. Un libro
ha de ser un peligro”. E.M Cioran. Y viajar entre hombrecillos, las
ciento ochenta y cinco páginas de la obra publicada por seix barral es
concretamente un riesgo, para el leyente. Sí probadlo, a ver cuánto de
lo que envuelve la literatura de ficción de Millas, es parte de vuestras
realidades. Ninguno sea cual sea el género, quedará indemne. Lectura en
mano, y con disimulo, tiento, talante y talento mirad a fondo en los
recovecos de vuestras estancias, físicas y morales, indagar por entre
los veladores, las mesillas de noche, los cajones, sobre todos aquellos
que guardan la ropa íntima y hasta en vuestros bolsillos, o carteras,
que de pronto, vuestro hombrecillo, vuestro siamés enano, aparece, para
reconduciros la vida, o calaros la muerte, que de alguna manera es lo
mismo.
