Era otro libro el que había previsto para compartir con vosotros. Uno tan bello como el que al final se ha impuesto. Y es que con los libros, el lector propone y ellos disponen. Y pienso en vosotros cuando sobre la marcha hago giros literarios, por no defraudaros, que me pica la pluma, en ocasiones de hablaros, de unos, antes que de otros. Las variables vienen de mis soledades, mis fantasmas, mis dolores, mis pasiones, mis memorias, que con el paso del tiempo, se acumulan, día a día. Voy camino de viejo y no me cambio por
nadie. Ha sido el pretérito, el que trazó, el presente, comentario. Sí, se agolparon en mi mente,- por obra y gracia de leer, la bellísima novela corta, de noventa y dos paginas que se mira en portada:
“La Señora Kula”, de la autoría del extraordinario escritor Menis Kumandareas, representante del realismo social griego,- las estupendas horas, que viví, en la mítica y esplendorosa Atenas, paridora de todas las democracias que ahora nos faltan.
Y es que en este libro se encuentran pistas sobre Crecropia, por doquier, mientras el amor se desliza entre líneas y desciende raudo, cual lava candente desde la Acrópolis, rasgando el Partenón Templo de Atenea, derramándose sobre el Teatro de Dionisios, como fluido celestial, hacia las calles de Atenas, penetrando, en la Plaka, en sus más ceñidos recovecos, en las más distantes esquinas, en las singulares y diversas estancias, fecundándose incontenible en los rincones de dos almas, de dos edades, que se juntaron por las diferencias, en dos mundos, en dos distancias, en dos cuerpos, libre el uno, abandonado el otro. Él, ardiente, impaciente, audaz, exultante; atrevido, voraz, curioso, casi pervertido. Ella, depresiva, oxidada, olvidada, vencida por las rutinas, complicada con los papeles, el matrimonio, las cuentas, el tedio y con! la fe vencida, las caricias postergadas, en estado de hibernación, como sus bragas, pasadas de moda. Las arrugas marcadas y la desilusión rondándole.
Todo habría de cambiar. Para ellos que no definían ¿Cuál el amante? ¿Cuál el amado? Y entre los dos: los rieles y los andenes, las terminales, las gentes, las voces, las galerías, los bares, “un picadero”, una guarida para el retozo, el grito, el quejido lastimero, del orgasmo exuberante. Los tranvías subterráneos hechos para juntar: plazas, calles y parques y pieles, y andares y carnes y voces, y silencios y cabellos mecidos al viento, y faldas impudorosas, sin tiento. Los
aromas. El amor que se cuela matando apariencias. Pecando. Rompiendo esquemas. Cambiando costumbres. Irrespetando todo. Creando ilusiones. Hiriendo. Atenas encubridora. Alcahueta. La que se presta para las citas clandestinas. Monastiraki, allí donde todos confluyen, el lugar ideal para mentir con la verdad. El adulterio, por evidente, imperceptible. Las miradas por transparentes indetectables. Una aventura de amor que letra a letra se recomienda vivir, al menos una vez en la vida. No se resista a
“La señora Kula”.
“Permanecían allí durante horas, el uno apoyado con confianza en el otro, sin temor a que se les arrugase la ropa o se les despeinara el pelo. Fumaban sin parar, hablaban, o guardaban silencio, hacían el amor o solo rozaban los labios. Kula disfrutaba de su cuerpo juvenil, lo tomaba en sus brazos acariciándolo como a un bebé, y él acariciaba con ternura los pliegues de su piel alguno ya algo flácido, besando con pasión las arrugas, casi con respeto.” Pág. 49.
BIOGRAFIA
Menis Kumandareas (Atenas, 1931), destacado representante del realismo social griego, perseguido por ello en tiempos de la Dictadura de los Coroneles, es autor de una obra llena de historias que, como La señora Kula, son metáforas poderosas de nuestro tiempo. Es autor de varios libros de relatos, como
Ta mijanakia ('Las motocicletas'), To arménisma ('La travesía', premio Nacional de Relatos) o
Ta kaimena ('Los infelices'), y una sólida obra novelística:
Biotejnía Ialicón ('Fábrica de cristales', premio Nacional de Novela),
I fanela me to 9 ('La camiseta con el 9'), I mirodía tis me kani na kleo ('Su perfume me hace llorar', premio Nacional de Novela),
Dío forés Élinas ('Dos veces griego', premio Nacional de Novela),
O oreos lojagós ('El bello capitán', premio Blue Book, en Francfort)... Traductor al griego de la obra de William Faulkner, Herman Hesse o Herman Melville, ha sido a su vez traducido al inglés, alemán, francés, italiano, turco y, por fin ahora, al español. |