La palabra, símbolo de libertades
Oswaldo Paz y Miño
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Amar la palabra es acto de libertad. Amar la libertad es acto de amor, para contigo mismo, para con los tuyos, para con los demás. No se puede ceder el derecho de amar a la palabra, ni el de vivir en libertad. Los déspotas acometen con odio planificado contra la palabra, desde su propio temor de perder las canonjías que tienen acumuladas. La palabra es un regalo que viene con la vida, que se lleva hasta la muerte y perdura, por ello, cuando los palabristas son asesinados, apresados, desaparecidos, censurados, su palabra no se extingue, todo lo contrario, sale con mayor fuerza a la luz, se cuela por entre todos los rincones, contamina, se extiende en cada ciudadano que valore que sus libertades, no pueden estar sujetas a las ideologías censoras, que gobiernan con leyes creadas para implantar el miedo, el terror de Estado, en la sociedad. La palabra tiene que ser custodiada por cada individuo en todos los espacios, en todas las reuniones, en toda circunstancia. El derecho a discrepar, a opinar, a expresarse no es regalo de ninguna persona, de ningún poder, de ningún gobierno. El derecho a expresase es natural, llega con el ser humano a la vida. La censura es un acto vil. Los censores hacen el trabajo sucio que otros disimulan, pero ordenan. La palabra ha de ser libre, tiene que ser libre. En la historia de los pueblos, por muchos años que gobiernen los déspotas, los enemigos de la libertad de expresión, siempre serán pocos. La historia tarde o temprano cambia, los pueblos superan los miedos, y estallan en expresiones incontenibles para recuperar su derecho a opinar y las sombras se vuelven pesadilla para los tiranos, y sus huestes, que más temprano que tarde buscan abrigo en oscuras sociedades como las que pretendieron cultivar para siempre. Hay historiadores que traicionan a las libertades, manipulan la verdad, la acomodan a sus conveniencias, cual existen oficiantes de la palabra que de la misma manera hicieron de la palabra instrumento de mesa, tarde o temprano a estos les estalla el espejo en la mirada. La palabra en las sociedades abiertas puede tener tropiezos, pero esos se visualizan. En las sociedades cerradas se busca castrar el espacio de la palabra para proteger situaciones siniestras. La palabra ha de ser amada. La libertad amada y siempre deseada con pasión incontenible. No pueden los pueblos y menos los niños y los jóvenes vivir la mentira de libertades propagandísticas mas no reales, para ello estamos los mayores, para allí donde sea necesario hablar de las libertades que respetan la dignidad humana, protegidas por leyes que buscan el progreso del ser humano, que ponen al Estado al servicio del hombre y no al hombre a servicio del Estado, los gobernantes de turno y sus condicionales. La palabra es temida, por los déspotas es sabido. Ellos la mal usan para ofender, con alevosía y ventaja, desde el poder, pero se incomodan cuando la palabra desarticula sus propósitos arbitrarios. Por la palabra, los palabristas y las libertades ciudadanas leamos más y mejor las palabras. |
Dr. Oswaldo Paz y Miño
opymj2008@gmail.com
Publicado, originalmente, en el blog Letras
eróticas y sensualidad
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