Las palabras de esta novela son piedras de luz, brillantes, que se llevan todo por delante. Despejan el camino oscuro por el que transitan las legiones de perversos que mal llevan la condición de humanos.
Avientan a la estupidez y a sus cultores por los aires, sin consideraciones, y con saberes lanzan a los pantanos pútridos a las conciencias que destilan solo infamia, a esas que llenas de pacatería promueven el fanatismo religioso, el revanchismo político, la intolerancia por las diferencias, los dogmas inhumanos, las revanchas sociales en vez de los acuerdos, la violencia en todas sus míseras expresiones, la venta de armas, el no control de la natalidad.
Ciento sesenta y dos páginas publicadas por ediciones Sexto Piso que constituyen un alud de verdades. Un torrente de cuestionamientos y conocimientos que se desplazan de lo físico a lo metafísico, haciendo giros siempre en el centro que es el hombre.
El autor no se reprime para marcar autobiográficamente esta especial literatura que os proponemos. Baste mencionar que el escribano de la misma, como se descubrirá en la emocionante aventura que es adentrarse en el texto, se autoexilió a vivir en una cueva en el Pèrigord Negro, un idílico espacio francés de arte natural y humano.
Su objetivo era, desde su práctica ascética, vivir de cerca al Universo, a la creación desde sus primeros instantes, a la naturaleza en sus dominios, al hambre en sus desgarros reales, al frío en su impertérrita indiferencia, a la soledad como sana compañía y la insolidaridad, como ratificación de las palabras del poeta Rubén Darío que constituyen sentencia en el magnífico poema ‘Los motivos del lobo’: “En el hombre existe mala levadura”.
