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La clausura de la memoria |
Casa de Enrique Prochazka (Perú) Reseña ensayística por Oswaldo Paz y Miño J. opymj2008@gmail.com |
Horas antes de escribir este texto, con mis alumnos de la UDLA, futuros abogados de la República, compartía lo siguiente de la obra de Harold Bloom ‘Cómo leer y por qué’, publicada por Anagrama Colecciòn Argumentos: “Leer bien es uno de los mayores placeres que puede proporcionar la soledad, porque, al menos según mi experiencia, es el más saludable desde un punto de vista espiritual. Hace que uno se relacione con la alteridad, ya sea la propia, la de los amigos o la de quienes pueden llegar a serlo. La invención literaria es alteridad, y por eso alivia la soledad. Leemos no sólo porque nos es imposible conocer a toda la gente que quisiéramos, sino porque la amistad es vulnerable y puede menguar o desaparecer, vencida por el espacio, el tiempo, la falta de comprensión y todas las aflicciones de la vida familiar y pasional”. (Pág. 13) En las exploraciones que los lectores hacemos por los abismos de otros, encontramos senderos, para recorrer los propios. Los libros nos enfrentan a precipicios que sortear y a ejercer de funambulistas. ‘Casa’, la novela del peruano Enrique Prochazka, que recuperamos para ustedes en la fecha, traslada al leyente a la cruel circunstancia absolutamente posible de vivir la clausura de su memoria, a enfrentar con agobios la brutal acometida de la amnesia y la peligrosa necesidad vital de remover el pasado y su oscuridad, para redescubrirse en el presente y quizá perder la luz por toda la eternidad. |
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Hay en las letras de esta semana lecciones de arqueología personal: “Tres peldaños y las paredes se alejaron de sus dedos. Estaba en las tinieblas de la habitación central y secreta de ese edificio tan ajeno y a la vez tan perturbadoramente suyo. No halló ninguna puerta en el umbral desnudo. No había necesidad, pensó: a nadie que accediera a los ocultos pasadizos que nacían de su propio guardarropa tendría por qué negársele ya el paso a la cámara final, al sancta sanctorórum que –Hal estaba ahora seguro-encerraba el misterio de sus quince años perdidos. Buscó el interruptor de la luz, y ya no lo sorprendió hallarlo con el primero y más natural de los ademanes”. (Pág. 66) No existe ser humano que pueda proclamar transparencias totales del cuerpo y del alma. En las páginas del diario personal de todo individuo existen manchones, que son tachaduras o intentos de borrar lo que es imposible de eliminar en tales desconciertos, bien puede ser útil perder la memoria y así aplacar el tormento de la conciencia y el dolor de la experiencia. Lea fuera de ‘Casa’, distante del espejo, atado a la desmemoria y disfrute de no saber lo que no debe saber. |
Enrique Prochazka Nació en Lima (1960) y estudió Letras, Ciencias Humanas, Antropología, Arquitectura y Urbanismo. Filósofo, montañista y fotógrafo, ha trabajado en gestión de políticas educativas y en construcción de ciudadanía, especialmente en el ámbito público. Además de la novela ‘Casa’, ha publicado los libros de relatos ‘Un único desierto’ (1997) y ‘Cuarenta sílabas, catorce palabras’ (2005). Es también autor de trabajos de investigación sobre el pensamiento de Max Stirner y de ensayos de interpretación sobre Wittgenstein y Hegel. |
Dr. Oswaldo Paz y Miño
opymj2008@gmail.com
Publicado, originalmente, en el Revista cultural
Artes (Diario La Hora, Ecuador), el domingo,
17 de Marzo de 2013
Link del artículo:
http://www.lahora.com.ec/index.php/noticias/show/1101478454#.UUbtnDe-bFo
Autorizado por el autor
En Letras-Uruguay desde el 18 de marzo de 2013
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