La novela con la que hemos escogido concluir el año 2009 e iniciar el 2010 contiene en sus 189 páginas una parte de ‘la historia universal de la infamia’.
Confesiones caben, Alá no está obligado es de las más tristes, conmovedoras e hirientes obras que hemos leído en la vida. No es ficción, es una realidad novelada, es decir tragedia edulcorada. Miseria humana descubierta a la que se le quitaron los camuflajes.
Una denuncia accesible e increíble que de la mano de la literatura, dicho de otra forma, de la pluma de Ahmadou
Kourouma, escritor africano, nacido en Costa de Marfil, se expone al mundo hipócrita que es para hacerle tragar línea por línea unas cuantas verdades que se resumen en puntualizar su indolencia conveniente y su ausencia de solidaridad.
‘Alá no está obligado’ a hacer justicia. Un tesoro en la sombra. Un tomo que se refugiaba en la oscuridad de una estantería en
Libri-Mundi, y como el dolor si se puede, se ha de compartir, cito la casa, para que os atreváis a comprar y a leer el manuscrito de marras, del que quedaron luego de mi adquisición algunos ejemplares. Lleva nota el librero Cristian, que me condujo hacia la estantería, conocedor que es de sus lecturas y de las mías.
Desde el dolor del alma os hablo de unas letras que tienen quejidos. Gritos, alaridos, sudores, agonías, talladas entre las intermitencias de la muerte para desalentar el fanatismo religioso y para poner en evidencia que todos los dictadores, autócratas y totalitarios, allí donde estén, son la misma
mierda.
Que no cabe otra palabra para esos despreciables, viles, canallas, narcisistas, atropelladores, manipuladores de la Constitución y las leyes, que ahogan a los pueblos, que castran las libertades, que persiguen a los opositores, que encarcelan a los disidentes, que promueven silencios con amenazas de sangre, clausuras, represión y muerte.
