Gumersindo y Águila negra[1] |
En la época en que se inicia producción bananera de nuestro país, los campos de La Lima Cortés eran famosos. Los campesinos atraídos por la fiebre del llamado oro verde y el crecimiento de San Pedro Sula. En la bananera se pagaban mejores salarios que en cualquier parte del país. En ese tiempo aún circulaban las monedas de plata (bambas) y en los días de pago los trabajadores de las fincas bananeras se acercaban a un vagón de tren donde los llamaban por planillas y muy alegres al momento de cobrar su salario, metían sus sombreros para recibir las brillantes y pesadas monedas . Algunos trabajadores y lo gastaban en cantinas o burdeles. La noticia llegó a oídos de Gumersindo, un humilde indígena lenca de Guajiquiro La Paz quien estaba pasando una difícil situación económica. Pero un día decidió tomar su costal de yute y depositó en él, su ropa parchada y tomó camino con rumbo hacia la costa norte. Gumersindo era un hombre joven trigueño y de baja estatura, ceñía su cintura con una soga de mezcal; usaba pantalón y camisa de manta y su par de gastados caites de hule de ruedas de vehículo, un sombrero de palma con ribete morado. Gumersindo llegó a la costa ocho días después de caminar ayudando a unos muleros quienes le daban comida en el camino real; dormían en cualquier lugar del camino donde les daba la noche, Gumersindo bajo de su ropa y en su cintura portaba un machete corto envainado el cual era su herramienta auxiliar de trabajo. Al haber llegado a su destino consiguió posada en casa de un campesino. Gumersindo logró trabajar y en su primera semana y recibió un buen salario; ese sábado el entusiasmo y la alegría eran contagiosos en los trabajadores, Gumersindo se fue con tres compañeros a beber un trago de guaro. Cuando entraron a una cantina, se le paró enfrente un hombre alto, fornido, trigueño, mal encarado , vestido todo de negro, camisa, sombrero de pelo, polainas americanas, una faja de cuero rodeada de tiros, su pistola 38 Colt pavón negro y a su diestra un machete largo envainado. Ese hombre infundía temor en los trabajadores y cada fin de semana escogía a uno de ellos para que lo invitara a tomar; la mayoría lo invitaban por miedo, porque sabían que quienes se negaban a darle tragos, los mataba; ya ese hombre tenía en su lista diez muertos y lo llamaban el águila negra. --Vos, indio, sos nuevo aquí, no te había visto antes. -- pues si usté, soy de Guajiquiro. -- Hoy te toca a vos invitarme a beber. --¿y yo por qué le voy a dar de beber a usté?, si me cuesta tanto hacer mi pisto y usté no es méndigo, para pedirle a un progre como yo, si bien usté puede trabajar y tiene guenas sus manos. --¿ ah no sabes lo que te va pasar si me niegas un trago indio pendejo? --¿Y que me va hacer usté pué? -- ah… ¿no sabés?,¿ te querés morir? Gumersindo sintió que una ola de pánico invadía su cuerpo y sentía un hormigueo frío, era una sensación que nunca había tenido porque jamás había tenido problemas. -- pues no, hay veya usté, ¿que le vamos hacer? -- ¿Cómo querés que te mate, con pistola o con machete? -- con lo que usté tenga voluntáaa… Entonces el águila negra sacó su gran y afilado machete para liquidarlo pero, en ese mismo instante y con la velocidad de un rayo, el indio también sacó el pequeño machete que ocultaba bajo sus ropas y antes que su adversario levantara la mano, con un certero machetazo se la amputó la mano a la altura de la muñeca que cayó aún aferrando al mango del machete. ---aaaaaay indio maldito ya me jodiste, te voy a matar siempre; y cuando iba a sacar la pistola con la mano que le quedaba buena, el indio Gumercindo actuó con la misma felina rapidez y presa del miedo le cortó la otra mano que también aún empuñaba la pistola al caer sangrando al suelo. El indio Gumersindo tembloroso limpió su pequeño machete sobre su pantalón, sin quitar la vista sobre el águila negra quien estaba pálido, sangrante y esperando lo peor; Gumersindo ocultó de nuevo su machete entre sus ropas y se paró frente al herido y le dijo: --Agora usté se convirtió en un méndigo, agora si puede pedir… Después los trabajadores burlonamente le decían el águila tunca. Gumersindo regresó a su lugar de origen con un poco de dinero y se dedicó a cultivar papas. Esas cosas sucedían en los campos bananeros cuando el hombre humilde presa del miedo de ser liquidado actuaba así enfrentando a los villanos, matones y pendencieros. |
[1] Nota: Narrado en lenguaje costumbrista; es una de formas como los personajes del campo hondureño se expresan. |
Jorge
Alberto Paz Arita
jpazarita@yahoo.com
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