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Mis
amigos no deberían exigirme
que rechace estos símbolos perplejos
que han asaltado mi cultura.
(Ellos afirman que es inglesa.)
No deberían exigirme
que me quite la máscara de guerra,
que no avance orgulloso sobre esta isla de coral.
Pero yo, en realidad, voy como puedo.
Si ando muy lejos debe ser porque el mundo
lo decide.
Pero ellos no deberían exigirme
que levante otro árbol de sentencias
sobre la soledad de los niños casuales.
Yo rechazo su terca persuasión de última hora,
las emboscadas que me han tendido.
Que de una vez aprendan que sólo siento amor
por el desobediente de los poemas sin ataduras
que están entrando en la gran marcha
donde camina el que suscribe,
como un buen rey, al frente.
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