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Tranquilidad.
Silencio en la penumbra:
te contemplo.
Frente a frente,
sin abrazo,
aún sin impregnar un beso
acaricio tu seno
y excito tu mirada.
Tu voz gime,
tu voz de secreto espasmo
perdiendo la mirada,
mi abrazo termina sumergido,
tus labios sueltos
y los míos tuyos,
la piel disuelta,
tu cuerpo temblando
como nunca volverá a hacerlo;
los muslos se abren,
tu flor se endulza
y yo la degusto,
tu ternura se hace eterna,
nuestro ritmo se repite
como si no hubiera comenzado.
La luz se desliza
en caricias de nosotros mismos,
mi lengua se esparce en tu oreja,
hay rubor en tu mejilla tímida,
pido permiso para seguir adelante.
Serenidad.
Comprimo mis labios en tu pubis,
nos fugamos en el tiempo
y nos perdemos en la euforia.
Pido permiso para seguir sintiendo,
pides permiso para tocarme todo,
tal vez no sea yo un espíritu
pero tú compartes algo de eso,
tal vez no sea este el mejor momento,
pero como el tiempo no existe,
tal vez este instante de erotismo
podrá ser nuestro secreto.
Desnudarte sobre mí me trae ideas
de que sólo soy un joven que imagina
de que soy un poeta inexperto,
de que beso sin saber cómo besar
pero es bueno saber de lo nunca aprendido.
Adama mía,
no sé cómo se llama ésta sensación
de sentir placer cuando te doy ternura,
de derretirme como fuente que se apaga,
de verte y sentir que eres feliz,
de mimarte con mis besos en tus labios,
de seguir tocando hasta que seas eterna.
No me importa
terminar cansado,
ha continuado el tiempo
pero se ha detenido la euforia
somnolientos miraremos la luna que nos espía
y los ojos soñarán que allá hicimos el amor. |