El romanticismo en Hispanoamérica.
Vida y obra de Domingo Faustino Sarmiento y Jorge Isaacs. |
Resumen Resumen El romanticismo se
contrapone a la tradición establecida en los siglos XVIII y XIX,
exaltando la naturaleza, la belleza y el espíritu de rebeldía del
hombre. En Hispanoamérica encuentra un terreno fértil en las repúblicas
entonces recién surgidas, enriqueciéndose con el patriotismo y el análisis
histórico de la sociedad. Entre sus figuras cimeras se destacan Domingo
Faustino Sarmiento, figura polémica pero que nos legó, entre otras
novelas, “Civilización y
barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga”, en la que se describe las
gentes, cultura, historia y política en el entorno de una Argentina aún
dando sus primeros pasos como nación. Jorge Isaacs nos legó su única
novela “María”, una de las más destacadas del romanticismo
hispanoamericano, que recrea, como contraste, la vida americana en un
entorno romántico y triste, pero que también descansa en nuestras raíces.
El romanticismo se constituye en el principal movimiento literario durante
el siglo XIX hispanoamericano. Introducción Frente
al racionalismo ilustrado y positivista que imperaba en la Europa del
siglo XVIII, el romanticismo surgió, arrollador y vital, como un
movimiento de exaltación del hombre, la naturaleza y la belleza, y como
expresión del espíritu de rebeldía, libertad e independencia que dominó
todas las áreas del pensamiento y la creación artística a lo largo de
la segunda mitad del siglo XVIII y primera del siglo XIX. El
uso de la palabra romántico se remonta al siglo XVII, época en que en
Francia e Inglaterra, se aplicaba determinado tipo de creación poética,
heredera de los romances medievales y de los cuentos y baladas que
florecieron en la Europa meridional durante los siglos XVI y XVII. La
fascinación por lo misterioso y sobrenatural y la atmósfera de fantasía
y heroísmo que dominaban estas composiciones enriquecieron el ámbito semántico
del término que, símbolo de la nueva estética, encontró sus primeras
manifestaciones, eminentemente literarias, en los movimientos prerrománticos
británicos y alemanes de fines del siglo XVIII, para alcanzar su máxima
plenitud en toda Europa iniciado ya el siglo siguiente (Romanticismo
Literario, 2007, Enrique Anderson, 2003). El
romanticismo fue una reacción frente a la tradición establecida;
propugnaba la emancipación del individuo, cuyos rasgos particulares parecían
correr el peligro de disolverse en la colectivización social creciente.
Lo subjetivo, lo irracional y lo imaginativo empezaron a abrirse paso en
un movimiento que planteó un giro total hacia lo humano, la naturaleza y
la belleza inalcanzable, ideal y sublime. Los artistas románticos
buscaron una huida de la realidad circundante, en busca de los territorios
menos explorados, dando rienda suelta a la fantasía, la emoción y el
encuentro con la naturaleza y la historia. La
literatura hispanoamericana se hace romántica por influjo de Europa. El 9
de diciembre de 1824 se libra la batalla de Ayacucho, que señala el fin
de las guerras de independencia y, por ende, de la dominación española,
y del establecimiento de las repúblicas. Los territorios que España poseía
en América, excepto Puerto Rico y Cuba, nacen a la vida libre y se
definen desde el punto de vista histórico, social y natural (Romanticismo
Literario, 2007, Enrique Anderson, 2003). El
romanticismo, primer movimiento literario en la vida libre del Nuevo
Mundo, llega a América a través de dos vías: -
La del Atlántico, con el escritor argentino Esteban Echeverría
(1805-1851) al regresar de París en 1830. -
La del Pacífico, con los españoles Fernando Velarde (1821-1880) y José
Joaquín de Mora (1782-1864). Los
poemas La Cautiva, Elvira o La Novia
del Plata y el relato El
Matadero, de Echeverría, son considerados las primeras expresiones
románticas importantes en el continente. Las notas esenciales del
movimiento originario; la libertad, el gusto por el pasado, lo legendario
y lo exótico, la exaltación del yo y el sentimiento, se registran también
en su versión hispanoamericana, pero ésta acentúa las notas del
patriotismo, la tendencia historicista y las actitudes humanitarias del
romanticismo social. La poesía, el teatro, la novela, el ensayo, el artículo
de costumbres y la leyenda son las formas literarias más abundantes del
romanticismo y bien puede decirse que el movimiento es responsable del
auge que goza la novela y de su afianzamiento como género (Encarta, 2005,
Enrique Anderson, 2003). En
verdad, la cronología del romanticismo prueba que su presencia fue larga
y que alcanzó para cubrir dos o más generaciones; incluso, cuando
aparecen tendencias de signo opuesto en el campo de la prosa, el espíritu
romántico se resiste a desaparecer y se metamorfosea bajo distintas
apariencias que le insuflan nueva vida e incluso le permiten alcanzar su
verdadera grandeza. Ejemplos de eso son las tradiciones de Ricardo Palma y
la poesía gauchesca, que no son formas ortodoxas del romanticismo pero sí
reflejos o síntesis americanas de su espíritu. El romanticismo estimuló
además la identidad o conciencia colectiva de cada comunidad
hispanoamericana y dio origen al concepto de literatura nacional que,
unida a teorías de raíz positivista, orientaron los estudios literarios
hasta entrado el siglo XX. En una palabra, el romanticismo es el fenómeno
capital de la literatura continental en el siglo XIX. Para justificar esa
afirmación, bastaría mencionar a María
de Jorge Isaacs, la novela más representativa de este período y otras
obras de máxima importancia como el Facundo
de Domingo Faustino Sarmiento, la poesía de Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Víctor Andrade, la novela antiesclavista Cecilia
Valdés de Cirilo Villaverde y los ensayos políticos de Juan
Montalvo, entre otros (Romanticismo Literario, 2007, Encarta, 2005,
Enrique Anderson, 2003). Desarrollo
Domingo Faustino Sarmiento(1811-1888),
político, pedagogo y escritor argentino, presidente de la República
(1868-1874), fue una de las personalidades sudamericanas más ilustres del
siglo XIX. Nacido el 15 de febrero de 1811 era hijo de un soldado que
combatiría a las órdenes del general José de San Martín. Tuvo una
formación fundamentalmente autodidacta, pues académicamente no pasó de
la enseñanza primaria. En la guerra civil que asoló a las Provincias
Unidas del Río de la Plata combatió en el bando liberal. En 1831,
durante el primer gobierno bonaerense ejercido por Juan Manuel de Rosas,
marchó exiliado a Chile, donde trabajó como capataz en una mina y como
profesor. Regresó
enfermo en 1836 a su ciudad natal y continuó ejerciendo la enseñanza
hasta que en 1840, tras ser hecho preso a causa de su oposición a la
dictadura de Rosas, se exilió de nuevo en Chile, para fijar su residencia
un año más tarde en Santiago. En esa ciudad inició su labor periodística.
En 1842 fundó El Progreso y fue
nombrado primer director de la Escuela Nacional de Preceptores. En 1843
apareció su obra titulada Mi
defensa, presentó su Memoria
sobre ortografía americana (publicada años más tarde) y un año
después se publicó La conciencia de un niño. Desde el 2 de mayo de 1845 comenzó a
aparecer en El Progreso su Civilización
y barbarie: Vida de Juan Facundo
Quiroga, un apasionado ataque contra el régimen de Rosas, a la vez
que ensayo sociológico novelado, que se ha convertido en un clásico de
la literatura argentina e hispanoamericana en general y de la creación
literaria del romanticismo. Publicó Vida
de Aldao en 1845 y en el mismo año Método
gradual de enseñar a leer el castellano. El
gobierno chileno le envió en octubre de ese año a Europa, al norte de África
y a Norteamérica para estudiar sus sistemas educativos y la aplicación
del colonialismo occidental, experiencia de la que se valió para la
publicación de su obra Viajes por
Europa, África y América, 1845-1847. Tras permanecer en Uruguay y
Brasil llegó en mayo de 1846 a Francia, desde donde viajó a Argelia,
Italia y otros países europeos, Estados Unidos y Canadá antes de
regresar a Chile en febrero de 1848. Tres
años después se unió a Justo José de Urquiza en su lucha contra Rosas
y en febrero de 1852 participó en la batalla de Caseros que supuso la
definitiva caída del dictador bonaerense. En 1855 regresó a su país y
se instaló en la ciudad de Buenos Aires, donde ejerció como redactor
jefe del diario El Nacional y como profesor de Derecho Constitucional en la
Universidad Nacional. Concejal y senador de Buenos Aires. Durante estos años
publica Argirópolis, 1850, Recuerdos
de provincia, 1850; Campaña del
Ejército Grande, 1852, Las
ciento y una, 1853; Comentario a
la Constitución de la Confederación Argentina, 1853 y Memoria
sobre educación común, 1856. En 1859 participó en la convención
constituyente que en 1860 reformó la constitución de 1853 para declarar
a la provincia de Buenos Aires parte integrante de la Confederación
Argentina. Desde 1862 hasta 1864 fue gobernador de la provincia de San
Juan. Ministro
plenipotenciario argentino en Estados Unidos desde 1865 hasta 1868, regresó
a Buenos Aires en agosto de ese año y tras vencer a Bartolomé Mitre fue
elegido presidente de la República, cargo que comenzó a desempeñar el
12 de octubre siguiente. Su administración fue enérgica y progresista,
extendió el comercio, mejoró el transporte, favoreció la inmigración,
codificó el Derecho Civil y fomentó la enseñanza como medio
indispensable de lograr el desarrollo del país. Todo ello tuvo lugar al
tiempo que debía enfrentarse a los problemas relacionados con el
asesinato de Urquiza en 1870 y con la rebelión de Ricardo López Jordán
en Entre Ríos desde 1870 hasta 1873. Su actitud negativa ante los aborígenes
a los que consideraba inferiores y su crítica descarnada hacia las
provincias más atrasadas lo convierten en una figura polémica. El 12 de
octubre de 1874 finalizó su mandato y fue sucedido por Nicolás
Avellaneda, que había sido ministro suyo. Elegido
senador en 1875, y nombrado director general de Escuelas de la provincia
de Buenos Aires ese mismo año, reorganizó el sistema escolar. En 1879 se
convirtió en ministro del interior del gabinete presidido por Avellaneda,
cargo que ejerció durante sólo un mes. Dedicado fundamentalmente a la
labor periodística, entre sus últimos escritos destacan Conflictos
y armonías de las razas en América (1883) y La vida de Dominguito (una biografía de su hijastro que apareció
en 1886), así como numerosos ensayos dedicados a la educación. Falleció
el 11 de septiembre de 1888 en la ciudad paraguaya de Asunción, a donde
se había dirigido con el objeto de preparar un proyecto educativo para
ese país, y fue enterrado en Buenos Aires. En
1947 la Conferencia Interamericana de Educación, reunida en Panamá,
estableció como Día Panamericano del Maestro al 11 de septiembre en homenaje al
fallecimiento de Sarmiento considerando que “ninguna fecha es más oportuna para celebrar el día del maestro que el
11 de septiembre, día en que pasó a la inmortalidad Domingo Faustino
Sarmiento” (Romanticismo Literario, 2007, Encarta, 2005, Enrique
Anderson, 2003, José Babini, 2002, Leslie Bethel 1991). En Civilización y barbarie: Vida de Juan Facundo Quiroga, su obra
más paradigmática, el escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento
presentó un inteligente y moderno estudio interpretativo global y
comprensivo de su nación, su territorio, su gente, su historia, su
situación política. La obra consta de tres partes. La primera parte del
libro está formada por cuatro capítulos que describen el territorio
nacional, su gente, su cultura y la historia independiente de su patria.
Estos primeros capítulos resultaron sumamente influyentes en el posterior
desarrollo de la literatura y la cultura argentina. La segunda parte es la
biografía del caudillo "bárbaro" de la provincia de La Rioja
Facundo Quiroga, que Sarmiento transforma en un estudio de la barbarie, y
la tercera el programa político liberal con el que se identificaban
Sarmiento y sus compañeros de la Generación del 37, entre ellos Bartolomé
Mitre, Esteban Echeverría, Juan B. Alberdi, Vicente F. López y José Mármol. El Facundo
propuso una tesis amplia de interpretación, de base sociológica, del
hombre americano. Sarmiento dividió el desarrollo social nacional en dos
etapas, "civilización" y "barbarie". El hombre, según
su visión, evolucionaba de lo más simple a lo más complejo. En su
estadio más simple el hombre era un ser "salvaje" y en su
estadio más complejo debía alcanzar el estado de "civilización".
La "barbarie" era un estadio intermedio de desarrollo, desde el
cual el hombre podía retroceder al salvajismo o progresar a la civilización.
Los representantes de la barbarie en Argentina eran los gauchos y los
caudillos. En el territorio nacional había también seres
"salvajes": los indígenas que habitaban y dominaban el extenso
territorio sur del país, pero Sarmiento, desde su perspectiva política,
no los consideraba integrantes legítimos de la nación. La Argentina estaba en una situación
de crisis. Era un país desequilibrado. La mayor parte de sus habitantes
vivían diseminados en una gran extensión de territorio muy poco poblado
y constituían una sociedad rural. Sarmiento muestra, en los primeros capítulos
del libro, cómo se forma un tipo humano único, resultado de la
naturaleza del país, su gran extensión, sus características geográficas.
Este tipo humano era un paisano adaptado a la vida inhóspita y difícil
de las llanuras y los montes; el gaucho. La soledad del territorio, la
falta de población, hacía imposible, consideraba Sarmiento, la vida
civilizada. En su concepto, civilización equivalía a vida urbana
moderna, y barbarie, a vida rural primitiva. Solamente la vida urbana
moderna, tal como se daba en Europa Occidental y en Norteamérica, podía
ser foco de la civilización. Gracias a la concentración urbana el ser
humano podía acceder a una educación común popular, democrática y
relacionarse con los otros hombres, formarse sus propias ideas y tomar
decisiones políticas responsables. Para Sarmiento el ser civilizado debía
ser un ciudadano educado, vivir en sociedad, y luchar por sus ideales, tal
como él mismo lo hacía en su propia vida. Partiendo de estas ideas, hace
en el Facundo el diagnóstico de los males argentinos. Para fomentar este
tipo de hombre, educado en las modernas disciplinas del saber europeo: las
ciencias, las humanidades, las artes, la literatura, la historia, había
que crear la sociedad liberal que, en 1845, con el tirano Rosas en el
poder, no existía en Argentina. El sector liberal, que había alcanzado
el poder durante el gobierno unitario de Bernardino Rivadavia, el primer
presidente en 1826, sufría en esos momentos un acoso constante. El tirano
había hecho votar al pueblo en plebiscito, exigiéndole se le concedieran
poderes especiales, que equivalía a un renunciamiento de los derechos políticos
de la ciudadanía en favor del gobernador y su elevación a la tiranía
absoluta, a la concentración de todos los poderes del Estado en sus
manos, eliminando la división de poderes y la contención de unos poderes
por otros. Sarmiento analiza las causas profundas del fracaso liberal:
entiende que Facundo, Rosas y el caudillismo eran consecuencia de la
desintegración social argentina que los había precedido y hacía
imposible una organización política democrática y liberal. El gaucho
era el ser semisocializado, emergente de las condiciones anómalas, atípicas,
de la sociedad nacional. La evolución social e histórica argentina,
eventualmente, conduciría a la superación de la barbarie y de su
producto humano, el gaucho. Si Sarmiento es terminante al considerar al
gaucho como producto de la sociedad bárbara, no por eso deja de reconocer
en el gaucho múltiples cualidades, que darían mejores frutos una vez que
éste se civilizara, es decir evolucionara, transformándose en el hombre
civilizado moderno. Las cualidades más positivas del
gaucho, cree Sarmiento, son la inteligencia natural que demuestra en el
ejercicio excelente de los trabajos rurales, la gran fe en su propio
valor, que le permitió destacarse y triunfar en las guerras de
independencia, su privilegiada sensibilidad, su carácter imaginativo y poético.
El gaucho, ese germen del argentino del futuro, es en todo sentido un ser
extraordinario. La sociedad y los malos gobernantes, con su egoísmo,
conspiran contra él. Su personalidad, sin embargo, también muestra
aspectos negativos. Como ser bárbaro es un individuo cruel, cambiante,
que pasa de la indiferencia a la ira, y en lugar de reflexionar se deja
llevar por sus instintos. Sigue ciegamente a sus jefes, sin pensar. Es víctima
de los caudillos. Estos, a su vez, son los jefes bárbaros bestiales y egoístas
que gobiernan al grupo. Ponen sus cualidades bárbaras al servicio de sus
propios intereses. Son destructivos para la patria. Es imposible
constituir una sociedad moderna con individuos bárbaros. Para Sarmiento una sociedad en desarrollo tiene que aspirar a tener
instituciones sólidas y modernas. El individuo aislado no contribuye a la
formación social, es una fuerza disolvente. En el caso del gaucho, su
aislamiento no era total. La pulpería, el almacén de campo, proveía las
condiciones para formar una base social de agrupación. Igualmente, las prácticas
religiosas, aunque informales, creaban una configuración espiritual
especial en el hombre argentino. Las condiciones irregulares de la vida
llevaban a la constitución de una sociedad semicivilizada, bárbara. El
gaucho participaba de la vida cultural y política de su mundo rural bárbaro.
Pero el ser nacional argentino debía evolucionar hacia el estado de
civilización. Para lograr esto las instituciones embrionarias educativas,
religiosas y políticas, debían transformarse en instituciones
funcionales y eficientes, representativas de los intereses del estado
liberal. Hacía falta educar al ciudadano del futuro, crear prácticas
religiosas racionales, fundar partidos políticos democráticos y
liberales. El territorio argentino, desgraciadamente, estaba en esos
momentos escasamente poblado. El ser argentino no podía progresar
aislado. Era necesario poblar el territorio, formar núcleos sociales
civilizados y extenderlos a lo largo de todo el país. Sarmiento esboza un método de
observación que resulta novedoso en Argentina: la historia biográfica. A
través de la biografía del proto-caudillo Facundo Quiroga, Sarmiento
trata de entender los mecanismos del poder tiránico en la Argentina.
Facundo es un eslabón histórico de un proceso que no se ha interrumpido,
por cuanto su modo de dominio político se continúa en Rosas, el caudillo
que emergió como el triunfador en la lucha de poder y logró concentrar
los hilos del poder en sus manos. Rosas demostró una gran habilidad para
centrar el poder político en su persona y dirigir el Estado. Sarmiento es
un agudo observador, en la tercera parte del libro, de ese fenómeno político
singular llamado Rosas. Según Sarmiento, la mayor contribución política
de Rosas a la República era la unificación del poder nacional bajo su
mando, resolviendo de hecho las tensiones regionales que amenazaban la
integridad del territorio, particularmente entre Buenos Aires y las
provincias del interior. Gracias a esa evolución ocurrida durante el
mandato de Rosas, la República estaba en condiciones de tener un gobierno
unificado y, sobre todo, de darse una constitución nacional que no
siguiera el mismo destino que las anteriores, que fueron rechazadas por
las provincias. Sarmiento, como intelectual y político,
creía en el poder de observación del estadista: su aproximación era más
práctica que doctrinaria. Defendía los principios liberales, sobre todo
la necesidad de educar al pueblo para tener una nación digna y libre. Era
el Estado el que debía fundar escuelas y proveer la educación gratuita y
obligatoria de los ciudadanos. También era el Estado el que debía
proyectar una política de desarrollo nacional a largo plazo. La política
egoísta y oportunista de Rosas no era suficiente para desarrollar el país,
al que mantenía en el atraso. Argentina era un país
"medieval", manejado por un caudillo populista, abusivo e
inescrupuloso. Si Rosas había logrado con éxito unificar el país había
sido a expensas de las libertades de los ciudadanos, y después de ejercer
el terror de Estado por largo tiempo, y mantener a Argentina en pie de
guerra constante. El gobierno liberal debía restituir esas libertades
civiles a los argentinos, sancionar una constitución nacional, una ley máxima
común que estableciera el pacto de existencia del país en forma
definitiva. Sarmiento explica claramente que, si
bien el poder de los caudillos tuvo algunos aspectos positivos, éstos
fueron un mal para el país. Lo desgarraron en guerras civiles
destructivas. Su idea del país futuro era muy distinta a la que habían
sostenido los caudillos. Compartía sus creencias acerca del Estado
liberal con la generación de jóvenes intelectuales de la Asociación de
Mayo, que procuraban esbozar un proyecto nacional desde el exilio en Chile
y la Banda Oriental del Uruguay. La interpretación liberal de estos jóvenes
tenía sus puntos débiles; eran en su mayoría estudiantes y periodistas,
nutridos de lecturas europeas y norteamericanas, idealistas que aún no se
habían enfrentado con la realidad del gobierno. Creían que sólo ciertos
ciudadanos debían tener derechos políticos, desconfiaban del sufragio
universal y defendían el voto restringido, diferenciándose de los
caudillos populistas. Rosas había practicado el sufragio universal y
autorizado plebiscitos populares, en los que votaban propietarios y no
propietarios, independientemente de su etnia. Cortejaba el apoyo político
de los negros y las mujeres y hacía tratos con los indios. Sarmiento
restringía la participación política: sólo deberían votar las
personas educadas en los valores de la democracia liberal. Era un criterio
elitista que excluía sectores mayoritarios de la población. Sarmiento desconfiaba de los elementos populares que componían la
República, odiaba a los caudillos y a sus gauchos, que políticamente los
apoyaban y los defendían militarmente. Idealizaba el poder de la mente y
del intelecto para controlar racionalmente el futuro político del Estado.
Su utopía política era voluntarista y racionalista. Creía en la
voluntad de acción de las minorías ilustradas. Estas minorías debían
ejercer el liderazgo político en la sociedad liberal futura. Facundo,
escrito a los treinta y cuatro años de edad, es la obra maestra de
Domingo Faustino Sarmiento, matriz polémica de una cultura que se vio a sí
misma como resultado de una ingente lucha vital histórica, en la que el
ser nacional argentino buscaba producirse para tener un destino propio en
la historia de las naciones (Alberto Julián Pérez, 2007, Enrique
Anderson, 2003, Miguel Alvarado, 2000, Facundo 1990).
Jorge Isaacs (Santiago
de Cali, Valle del Cauca, 1 de abril de 1837 - Ibagué, Tolima, 17 de
abril de 1895) fue un novelista y poeta colombiano, conocido sobre todo
por su novela María, una de las
obras más destacadas del romanticismo hispanoamericano. Su
padre era George Henry Isaacs, un judío inglés procedente de Jamaica,
que se instaló primero en el Chocó, donde se enriqueció con la
explotación minera aurífera y el comercio con Jamaica, y después en
Cali. Allí, tras convertirse al cristianismo y obtener la ciudadanía
colombiana, casó con Manuela Ferrer Scarpetta, hija de un oficial de la
marina española. De la unión de ambos nació, en 1837, Jorge Isaacs. El
padre fue propietario de dos haciendas cerca de Cali, llamadas "La
Manuelita" y "El Paraíso". Esta última, propiedad de la
familia entre 1855 y 1858, será el escenario de la obra más importante
del escritor, su novela María.
"El Paraiso" está conservado hoy día como museo, con numerosas
referencias a esta novela. Se
sabe poco de su infancia. Se educó primero en Cali, luego en Popayán, y
por último en Bogotá, entre 1848 y 1852, durante los años de gobierno
de José Hilario López. En su poesía, Isaacs evoca el Valle del Cauca
como el espacio idílico en que transcurrió su infancia, y la marcha a
Bogotá debió suponer para él un paso difícil. Regresó a Cali en 1852,
parece ser que sin haber terminado sus estudios de bachillerato. En 1854
luchó en las campañas del Cauca contra la dictadura del general José
María Melo, por espacio de siete meses. Su familia atravesó por entonces
una difícil situación económica a causa de la guerra civil. En 1856 se
casó con Felisa González Umaña, que contaba por entonces catorce años,
y que le daría abundante descendencia. Intentó
dedicarse al comercio, sin demasiado éxito, y probó suerte con la
literatura. Sus primeros poemas datan de los años 1859-1860; en la misma
época, emprende la escritura de varios dramas históricos. En 1860 tomó
de nuevo las armas para combatir al general Tomás Cipriano de Mosquera,
que se había levantado contra el gobierno central, y combatió en la
batalla de Manizales. En 1861 murió su padre. Terminada la guerra, Isaacs
regresó a Cali para encargarse de los negocios paternos, llenos de
deudas. Tuvo que desprenderse de las haciendas "La Rita" y
"La Manuelita". Sus
desventuras económicas le llevaron en busca de abogados a Bogotá, donde
encontró eco su actividad literaria. Leyó sus poemas a los miembros de
la tertulia El Mosaico, quienes
decidieron costear su publicación (Poesías,
1864). En 1864 supervisó los trabajos del camino entre Buenaventura y
Cali. Durante el año en que desempeñó este trabajo, comenzó a escribir
su novela María. En esta época
también, debido a lo insalubre del clima, contrajo el paludismo,
enfermedad de la que terminaría por morir a los 58 años de edad. María
se publicó finalmente en 1867, y tuvo un éxito inmediato, tanto en
Colombia como en otros países de Latinoamérica. A pesar de la indudable
influencia de Chateaubriand con su obra Atala,
Isaacs se caracteriza por describir la América concreta en que amaba,
trabajaba y luchaba. Si para Chateaubriand el escenario americano era exótico,
para Isaacs era su propia tierra. En María
se recrea la imagen coloreada de nuestra vida americana. Isaacs
se convirtió en una figura muy conocida en su país, y dio comienzo a una
dilatada carrera periodística y política. Como periodista, dirigió en
1867 el diario La República, de
orientación conservadora moderada, donde publicó artículos de tema político.
Militó al principio en el partido conservador, pero después se unió al
partido radical y, en 1870, fue nombrado cónsul general en Chile. A su
regreso, intervino activamente en la política del Valle del Cauca, tanto
como editor de periódicos como representando a su departamento en la Cámara
de Representantes. Intervino de nuevo en las luchas políticas de 1876, en
las que tomó de nuevo las armas. Fue expulsado de la Cámara de
Representantes en 1879, a raíz de un incidente en que Isaacs, ante una
sublevación conservadora, se proclamó jefe político y militar de
Antioquía. Tras
este incidente, se retiró de la política, y publicó, en 1881, el primer
canto de un extenso poema que no llegó a concluir, titulado Saulo. Nombrado secretario de la Comisión Científica, exploró el
departamento de Magdalena, en el norte de Colombia, hallando importantes
yacimientos de carbón, petróleo y hulla. Los últimos años de su vida
los pasó retirado en la ciudad de Ibagüé, en el estado de Tolima,
proyectando una novela histórica que habría de ser su obra maestra y que
jamás llegó a escribir. Murió el 17 de abril de 1895. Si
bien la obra literaria de Isaacs se reduce al libro de poemas que publicó
en 1864 y a su única novela, María,
este autor ha pasado a la inmortalidad por esta obra, considerada una de
las más destacadas de la literatura hispanoamericana del siglo XIX. La
novela, basada en experiencias autobiográficas, tiene un tono elegíaco,
y narra la historia de los amores trágicos de María y su primo Efraín
en el valle del Cauca (María, 2007, Enrique Anderson, 2003, Luís A Sánchez,
1963). María,
como decíamos es una romántica, triste y clásica novela en cuya trama
se unen el amor y el dolor de los amantes: Efraín y María (María, 2007,
Luís Alberto Sánchez, 1963). Tiene
como protagonista a Efraín, que viaja del Cauca a Bogotá para emprender
sus estudios, dejando allí a su familia y a María, quien comienza a
despertar un amor intenso en él. Luego se van desarrollando
acontecimientos y circunstancias de la vida que llevan a la pérdida
irreparable de su amada y al dolor sin consuelo. Esta
novela narra como Efraín, siendo muy joven, deja el Cauca para realizar
sus estudios en Bogotá, y lo hace con gran dolor, por alejarse de los
suyos y de su prima María, por la que ya siente un gran amor. Al
cabo de seis años regresa a su terruño, y se reaviva el amor
adolescente. El idilio entre Efraín y María en esos tres meses que dura
la estancia del joven antes de viajar a Londres a continuar sus estudios,
los hace comprender que siempre estarán unidos por la intensidad de sus
sentimientos. Pero si bien están apasionadamente enamorados, no quieren
demostrarlo a los demás, y el romance se mantiene totalmente en secreto,
solamente encubiertos por Emma, la hermana de Efraín. Sucede a la vez que
un joven del lugar, Carlos, comienza a enamorarse de María y a
pretenderla. Mientras
tanto, en el seno de la familia de Efraín, se suceden hechos que afectan
a los jóvenes. Una sucesión de malos negocios afecta la salud del padre
del muchacho. Llega el momento de la partida de Efraín con la preocupación
de la situación económica familiar, el estado de su padre y por alejarse
de su amada. Pero el momento de la partida ha llegado. Pasaron
dos años desde que Efraín se marchara, y María enferma gravemente. Al
enterarse Efraín, emprende su regreso temiendo por la salud de su amada
María. Cuando
el joven llega a su hogar, su hermana Emma, llorosa y de luto, le da la
noticia de la muerte de María. Efraín
no encuentra consuelo a su dolor, y llora su congoja sobre la tumba de María.
Después decide partir con infinita pena, sin saber bien hacia dónde,
acompañado en sus sentimientos por el paisaje que se entristece en
sombras como acompañando en el dolor al desconsolado Efraín. Conclusiones 1. El romanticismo fue el principal fenómeno literario de finales del
siglo XVIII y de la mayor parte del siglo XIX. 2. Domingo Faustino Sarmiento es una figura polémica, a la par de su
impulso al desarrollo de la Argentina y sus aportes indudables a las
ciencias, la enseñanza y la literatura, se señalan la crueldad de las
tropas nacionales bajo sus órdenes en la represión de las rebeliones de
los últimos caudillos y las levas forzosas de gauchos para luchar contra
los indígenas. 3.
Domingo Faustino Sarmiento define a su Facundo
como un ensayo histórico, pero utiliza en su elaboración importantes
recursos de la novela, como son la descripción del paisaje, el diálogo y
el relato novelístico de acontecimientos, tales como ceremonias y
batallas. 4.
Facundo
es una descripción de la vida social y política del país que tiene
alcances sociológicos e históricos, pues ofrece en él una explicación
sociológica del país fundada en el conflicto entre la civilización y la
barbarie, personificadas respectivamente en los medios urbano y rural. Esbozó
la teoría de un ser nacional original y con cualidades propias, el
gaucho. La sociedad sui generis
en que vivía había producido este ser único, que estaba mucho más
cercano a la naturaleza que el hombre civilizado. 5. La novela del escritor colombiano Jorge Isaacs, María,
es el ejemplo más puro de la literatura regionalista latinoamericana. A
través de la historia de amor entre María y Efraín, el autor ahondó en
la realidad americana. 6. La obra se ha relacionado con Chateaubriand, pero puede encontrarse
también en ella un sentimiento trágico de la existencia que recuerda a
Edgar Allan Poe. La novela destaca por el sentimiento del paisaje, así
como por la calidad artística de su prosa. Puede considerarse precursora
de la novela criollista de las décadas de 1920 y 1930. 7.
María ha
sido la novela más popular, imitada y leída de Latinoamérica sólo
superada, según la crítica, por Cien
años de soledad, de Gabriel García Márquez. Bibliografía 1. Alvarado Miguel. La estrategia narrativa de una utopía abierta en
Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento.
lit. lingüíst., 2000, No.12, p.103-118. 2. Anderson Enrique. Capítulo IX. En: Enrique Anderson Imbert.
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Aires, Arte gráfico editorial argentino SA, 2002. 5. Bethell Leslie. América Latina independiente, 1820-1870. En
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Sarmiento,
Domingo Faustino. Facundo Civilización y barbarie. Madrid, Cátedra,
1990. |
T.M.
Rolando José Ochoa Torres
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