El Salvador, el triunfo y la catarsis de su historia |
Esta vez es diferente. No cabe duda que el triunfo del FMLN por un margen de 2,5% –que porcentualmente equivale a la mitad más uno (51%) de los votos emitidos– es una manifestación de madurez política por parte de una sociedad que acepta el cambio. Por primera vez en la historia de El Salvador el triunfo de una oposición popular es aceptado como tal y permite a sus representantes el ascenso al poder. También constituye para el país su catarsis necesaria, esperada. Que llega con un poco de retraso histórico, pero llega. Y no es para menos, el trauma ocasionado desde las elecciones de 1972 hace mella histórica en la conciencia colectiva, cuando al entonces candidato a la presidencia, Ingeniero José Napoleón Duarte, representante de la coalición Unión Nacional Opositora le fuera arrebatado el triunfo mediante elecciones fraudulentas por parte de la camarilla militar de la época y bastión de la oligarquía recalcitrante e intransigente. Tal hecho marcó el destino de un violento porvenir y la continuación de gobernantes de quepis y charreteras. En aquel entonces, toda la euforia popular y la esperanza estaban puestas en la coalición opositora; sin embargo su intención de construir un gobierno democratizador fue cercenada, llevando incluso al propio candidato Napoleón Duarte, tan carismático y querido por esos tiempos, a la tortura y al destierro en Venezuela. Caso similar sucedería en posteriores elecciones. En 1977 la oposición propone al coronel retirado Ernesto Claramount para el cargo de presidente, con José Antonio Morales Erlich como vicepresidente y de nuevo la cara burlesca del fraude ensombrece toda esperanza de cambio. Cuando Napoleón Duarte regresa al país con la intención de retomar su liderazgo, ya sus bases no eran tan sólidas y las masas populares habían tomado los rumbos de la lucha en las calles. Para entonces, la guerra estaba a la vuelta de cada esquina y la confianza de acceder al poder por la vía del voto había desaparecido. El señor Duarte asume la silla presidencial en 1984, sin el apoyo notorio que antes tuvo y sin el poder suficiente para resolver el cubo Rubik de la democracia, la paz y la justicia social en la nación. La nueva realidad El contexto latinoamericano de la década de los setentas es acentuado por dictaduras militares, golpes de Estado, fraudes y una polarización social latente. En ese medio, la única posibilidad de construcción de un proyecto representativo por la vía del voto fue de la Unidad Popular en Chile, que puso en el poder a Salvador Allende en 1970. Tal intento llegaría hasta el 11 de setiembre de 1973. El resto de la década y la siguiente fue violencia. La situación continental cambia entrado el siglo XXI. La mayoría de países marcan una tendencia popular, de izquierda, o por lo menos no de derecha recalcitrante. EL reciente triunfo del FMLN ratifica que los pueblos se resisten a la continuación de ese pasado nefasto y que su voluntad de buscar nuevas posibilidades de conversión no han claudicado. En casi toda Latinoamérica la consolidación de proyectos políticos auténticamente democráticos, mediante la vía electoral, es una práctica nueva pero vigorosa en el ajedrez del cambio. La llegada de Funes representa también un avance en la región centroamericana en materia democrática, puesto que la tendencia derechista estaría perdiendo escaques importantes como ente único y como monopolio de institución gobernadora. El 51,2% de los votos obtenidos por Funes revelan también el grado de polarización en la contienda. Esta es una constante en el panorama político, los triunfos del partido ARENA en el pasado tampoco han sido arrasadores; es decir, la polarización es un fenómeno histórico. A la hora de la firma de los Acuerdos de Paz, en 1992, se hablaba de un “empate militar” entre las fuerzas contendientes; donde el Frente, luego de su última ofensiva, con un agotamiento sustancial de su capacidad, ya no tenía las fuerzas suficientes para dar la “ganchada” rotunda. Tampoco su adversario pudo vencer en el combate. Tal equilibrio se sigue manifestando en el ámbito actual; tanto así, que en definitiva, el triunfo electoral de Funes viene a ser una suma de fuerzas donde el Partido de Conciliación Nacional, otora representante de la oficialidad y que pusiera a varios coroneles en la silla presidencial, dio su adhesión al Frente; al igual que una fracción de la Democracia Cristiana, representada por los así llamados “dirigentes históricos” de la DC, Napoleón Duarte (hijo) y el exalcalde de San Salvador, Antonio Morales Erlich, entre otros. También, el apoyo de los sectores que se fueron adhiriendo al Frente, como los movimientos cooperativos y cristianos mueven la balanza y convierten el proyecto frentista en un apunte de más amplia participación, le disminuye su carácter único partidista y lo matiza de pluralidad; por lo cual es un planteamiento que viene a remover las fibras de una tara, pero que además sana las máculas de un pasado electoral convulso. Perspectivas La ventaja con que el FMLN anota su triunfo puede que no sea tan abultada, incluso podría ser la señal de una difícil gobernabilidad, sobre todo teniendo como oposición una derecha engolosinada con el poder; pero es suficiente para cerrar el ciclo de un anhelo históricamente esperado por una población que ha sufrido de todas todas y que por primera vez le brilla de cerca la veta de la esperanza. Lo novedoso de esta situación es que hoy El Salvador tendrá un gobierno que asciende desde una genuina oposición; factor importante que muestra al Frente como un partido con más de quince años de formación, consolidado y con la madurez suficiente para resolver el crucigrama de los desafíos de su gobierno y las exigencias de la sociedad actual. Si, por otro lado, al final de la jornada nos encontramos con mayores índices de desarrollo social, justicia y un país desviolentado, El Salvador habrá edificado su premio mayor desde la firma de los Acuerdos de Paz y habrá cerrado su ciclo para entrar por la puerta grande a la casa de la buena democracia. Esta vez es diferente … |
Américo
Ochoa
Poeta y narrador salvadoreño residente en Costa Rica.
Los Manzanos, 16 de marzo de 2009.
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