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Me llevaré del mundo solo dulces visiones
En desnudez dilecta mi tibia mansedumbre
La Rosa de los Vientos y las Cuatro Estaciones
O apenas un lucero que en mi noche me alumbre.
Me marcharé en mi fuga volátil y delgado
Como quien quiere hundirse en la profunda hondura
De un espacio más nuevo, aéreo y depurado
Me marcharé como éter sediento de su altura.
En tanto que aún no llega la hora de mi viaje
Allegaré en mis ojos suaves contemplaciones
De modo que en mi adentro todo sea un paisaje
Dulcemente alumbrado por las constelaciones…
Sondearé los mensajes que musitan los seres
Escucharé los diálogos oscuros de las cosas
Sentiré el corazón vivífico de Ceres
Tocando su biorritmo de notas misteriosas.
Escalaré los montes, las duras cordilleras
-brillantes espinazos de nieve de la Tierra-
para palpar sus hoscas y duras escaleras
clavadas en la nieve ahumada de la sierra.
Antena y atalaya, aguja de infinito
Ojival e impasible, auscultaré la bruma
Y acercaré mi oído al pecho del granito
A ver si se le escucha su cántico de espuma.
Seré del mar del cosmos el órgano sonoro
Vibrando en luz y en sombra, en éxtasis o en calma
Para cuando me abisme en mi montaña de oro
Llevarme la experiencia de siglos en el alma. |