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EL PAIS › DEL HITO A LA FARSA: PERÓN TERMINÓ DE PAGARLA EN 1947, MENEM Y ROQUE CONMEMORARON 50 AÑOS DESPUÉS

Rivadavia, el que tomó la deuda más larga del mundo

El primer gran endeudamiento argentino ocurrió poco después de la independencia. Rivadavia aprovechó la burbuja especulativa inglesa, y hasta les aseguró que las pampas estaban cubiertas de oro. Jorge Gaggero vincula esa historia con el presente.

por Julio Nudler

El empréstito Baring, contraído por Bernardino Rivadavia, se terminó de pagar en 1947, unos 120 años después. Perón canceló en ese momento toda la deuda externa –rememora el economista Jorge Gaggero–. Esto le permitió declarar con toda solemnidad la ‘independencia económica’ en la Casa de Tucumán. Así quedaban clausurados simultáneamente los dos grandes ciclos anteriores de endeudamiento: el de la Baring y el de la Generación del 80. Pero casi de inmediato, el Estado argentino reinició la acumulación de deuda externa, aunque en un comienzo por montos pequeños.

–Lo que llevaría a la formación del Club de París en 1956 para renegociar...

Jorge Gaggero, economista e historiador de la deuda: “Londres se comportaba en 1820 como Nueva York lo haría en 1990”.

–Sí, y al ingreso del FMI en 1955 en el escenario argentino, para lo cual era necesario derrocar a Perón. Pero un tercer ciclo de intenso endeudamiento sólo se iniciará en 1976, para desembocar en la crisis de 1982 y en la firma del Plan Brady diez años después, que no resolvió el problema estructural de la deuda, agravado luego por el nuevo ciclo Menem-Cavallo-Roque Fernández-Cavallo, que condujo a la catástrofe de 2001.

–Con aquella “independencia” hipotecada...

–En 1997, cuando el país se encaminaba resueltamente hacia el pico de una nueva y ruinosa parábola de deuda –ésta ya representaba un 40 por ciento del PIB, y los servicios equivalían a un 2,4 por ciento de éste–, la Fundación Eva Perón –o lo que era su nostálgica sucesora– descubrió en el hall del Ministerio de Economía una placa refulgente, que sigue allí, en la que se lee: “1947-1997, 9 de Julio, Cincuentenario de la declaración de la Independencia Económica de la República Argentina en Tucumán, cuando fue cancelado el empréstito contraído por Bernardino Rivadavia en 1826 con la compañía Baring Brothers. Colaboraron en esta gesta patriótica Arturo Jauretche (quien presidía el Banco de la Provincia de Buenos Aires) y Manuel Miranda.” Al pie de la placa, que expresa el reconocimiento hacia Juan Domingo Perón, figuran Roque Fernández, como ministro de Economía, y el “compañero Carlos Saúl Menem” como presidente de la Nación. Esa chapa resume, a mi modo de ver, la parodia de ese peronismo final que fue el menemismo.

–Habría que recordar que en julio de 2001, Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo proclamaron una nueva independencia económica, basada en el “déficit cero”. ¿Pero cuándo empezó esta historia?

–El primer gran endeudamiento argentino ocurrió pocos años después de la Revolución de Mayo, pero no difirió de lo sucedido en otros países latinoamericanos. Aquello muestra un particular comportamiento en la metrópoli, es decir la Londres de la época, muy similar a la conducta de Nueva York en 1990.

–¿Qué condiciones se dieron en la metrópoli?

–Napoleón había sido derrotado en 1815, de modo que la paz liberó una gran capacidad económica en las potencias vencedoras, así como en 1990 la caída de la Unión Soviética generaría una visión de fin de la historia. Hacia 1820 ocurría la liberación de los recursos que habían estado concentrados en el esfuerzo bélico. Los ingleses habían estado colocando sus ahorros en los bonos que el Tesoro emitía para financiar la guerra contra Napoleón. Al cesar la lucha, el Estado británico no necesitó más fondos, de manera que redujo la renta –que antes era de un 5 por ciento anual– y ofreció precancelaciones. Paralelamente, países como Grecia o Austria, necesitados de financiación, emitieron bonos soberanos, atrayendo el dinero fresco de los ingleses con sus mayores tasas. Latinoamérica se coló en ese proceso, porque años antes de la batalla decisiva de Ayacucho, librada en 1824, se consideraba muy probable la victoria de las fuerzas independentistas. Inglaterra, que no respaldaba oficialmente la liberación de las colonias españolas, alentaba su lucha y dejó florecer un mercado de bonos.

–Finanzas para la liberación...

–Ya en 1819 Bolívar había financiado su primera campaña exitosa con títulos colocados en Londres. Así es que adjudicará a su broker el mérito de haber posibilitado la independencia de Venezuela. La futura Colombia, México, Perú, Chile, Brasil y los Estados Unidos Centroamericanos, proyecto luego fracasado, emitieron deuda. Y también la Argentina, con el famoso empréstito Baring, que no fue precursor. La causa latinoamericana era sumamente popular entre los británicos, que la veían como una forma de expansión de la civilización inglesa en el mundo, y de paso una oportunidad de muy buenos negocios. En cafés y tabernas donde se reunían los brokers londinenses colgaban retratos de Bolívar. Ya la expedición de Humboldt y de Bonpland a fines del XVIII había engendrado una visión de cornucopia respecto de esa exuberante Latinoamérica.

–¿Cómo fueron las condiciones financieras del empréstito Baring?

–Las standard para estas operaciones. Una vez detraídos los intereses adelantados y las comisiones, el tomador recibía efectivamente alrededor de un 60 por ciento del monto nominal del préstamo. Había una fe ciega en la pujanza de los nuevos países independizados, sin reparar en la gran dificultad de montar estados eficientes sobre las viejas estructuras coloniales, tan ineficientes y centralizadas. No tenían conciencia del desafío de cobrar impuestos en esas vastas extensiones.

–Así y todo, ya había sobretasas, una suerte de riesgo país...

–Sí, porque las tasas efectivas eran muy superiores a las ofrecidas por los títulos ingleses, y además intervenían numerosos intermediarios, que operaban como underwriters; vale decir, que primero suscribían en cabeza suya los bonos y luego los recolocaban en Londres, ganando apreciables diferencias. Eran como los bancos de inversión de hoy.

–¿Cuál fue el problema?

–Ante todo, se incumplieron los fines aparentes para los cuales se tomaron los préstamos. Se proyectaban obras de infraestructura, colonizaciones, algunas industrias. En el caso del Baring, debía financiar una obra portuaria en Buenos Aires y otras muchas, que la historiografía dominante inscribe en el ideario rivadaviano. Pero, en realidad, con ese crédito empezó por financiarse la importación de manufacturas inglesas, incluyendo material bélico, que el país no podía pagar porque no generaba exportaciones. Luego el préstamo Baring financió el déficit fiscal y la guerra con Brasil. Rivadavia, primer gran articulador del discurso del libre mercado en la Argentina, aplicó una cuidada prolijidad fiscal en un comienzo. Sus discursos contenían una apología del no endeudamiento y críticas a otras naciones latinoamericanas, que tenían problemas para repagar las deudas contraídas. Pero él mismo dejó todo esto de lado cuando la fantasía unitaria creyó haber ganado la batalla por la organización nacional. Rivadavia pasó de gobernador de la provincia de Buenos Aires a presidente, pero sin consenso alguno del interior.

–¿Cómo es la relación con Inglaterra?

–En ese momento se arman grandes negocios con los británicos. Los proyectos de obras públicas tenían todos gestores ingleses. Y surgen las famosas compañías mineras, dentro de un boom de creación de sociedades por acciones, simultáneo al auge de los bonos de deuda pública. Aquella euforia dio lugar a estafas y timos mayúsculos al faltar experiencia y carecerse de regulaciones y controles. Al amparo de la atracción generada por Potosí hubo gran número de empresas mineras fundadas en todo el continente. El caso del Río de la Plata era anómalo, porque no había precedentes de actividad extractiva relevante. En Londres se levantaron capitales con prospectos delirantes. Hay uno redactado de puño y letra por el propio Rivadavia, que está en libros ingleses (acá en la escuela eso no se enseña). El aseguraba que en las pampas, después de una lluvia fuerte, cuando el agua limpiaba el polvo de la superficie, asomaban las pepitas de oro, que podían recogerse con la mano. Cuenta incluso el caso de una mujer, que al cesar la lluvia salió de su rancho para levantar una pepita de peso asombroso.

–¿Qué sucedía con el noroeste?

–Los unitarios otorgaban concesiones sobre territorios controlados por caudillos, sin acuerdo de éstos, donde sí había recursos mineros, como Catamarca o La Rioja, pero que eran políticamente inaccesibles, además de los enormes costos implicados por las enormes distancias. Un ingeniero inglés galopó seis mil kilómetros y terminó denunciando que todo era un bluff. Cuando sucumbió la aventura unitaria y Manuel Dorrego reasumió la provincia, se encontró con un reclamo de una compañía inglesa por 52.550 libras, una fortuna para la época. Calificó todo ese asunto como un “negocio misterioso”. Es impresionante la enumeración que Dorrego hace en su primer discurso a la Legislatura en septiembre de 1827 de la herencia recibida de Rivadavia. La guerra con Brasil había sido ganada militarmente y perdida en la mesa de negociaciones, entre otras cosas por la asfixia económica provocada por el bloqueo brasileño al impedir importaciones y cesar por tanto la recaudación aduanera.

–¿De qué vivía el Estado?

–Del empréstito Baring. Pero para el momento en que reasumió Dorrego, los servicios de la deuda equivalían al 120 por ciento de la recaudación, y el déficit triplicaba a ésta. El default era inevitable, y junto a un gran reordenamiento del gasto y un esfuerzo recaudador le permitió a Dorrego equilibrar las cuentas. La denuncia que éste hizo de la coyunda entre gobernantes locales y negociantes ingleses le granjea el odio del núcleo rivadaviano, que complotará para el golpe de diciembre de 1828 valiéndose de un ejército humillado, que había pasado hambre, vestido con uniformes raídos, debiendo recurrir a la exacción en territorio de la Banda Oriental y brasileño para comer. Pero los rivadavianos fueron hábiles en desviar la culpa hacia los federales y Dorrego, a quien le tocó acordar la paz y recibir a esos combatientes. Ese 13 de diciembre Dorrego fue fusilado por orden de Juan Lavalle, tras su captura en los campos de Navarro por una traición. Entre quienes intercedieron por Dorrego estaba el cónsul de Estados Unidos, donde había vivido un destierro de casi seis años, en Baltimore. Dorrego tuvo que haber conocido allí en detalle el modo en que se estaba construyendo el federalismo norteamericano y el Estado. Con su muerte se frustróla posibilidad de una Argentina muy diferente. El era el líder federal civilizado, con una visión de la construcción nacional e incluso magnánimo, porque no persiguió a los opositores. Su desaparición concluyó en el ascenso de Rosas, que representaba todo lo contrario.

–¿Y la deuda?

–Rosas pagó algo, pero recién en 1866 se perfeccionó una reprogramación a más de 30 años, aunque mucho antes de cumplirse ese plazo se infló una nueva burbuja, que estallaría en 1890. Treinta años antes, en los ‘60, los mercados parecían haber olvidado ya los desastres de la deuda latinoamericana de los ‘20. Y volverían a incurrir en nuevos olvidos periódicos, como sabemos.

EL PAIS

Bonos de un país irreal

Era tal el entusiasmo especulativo en la city londinense alrededor de 1820 que hasta pudo colocarse el empréstito de una república latinoamericana inexistente. Todo fue obra del escocés Gregor Mac Gregor, que había luchado al servicio de Bolívar, pero terminó expulsado por éste después de que, trayendo un navío de guerra desde Inglaterra por encargo del libertador, en lugar de dirigirse a Venezuela se desvió de su ruta para bombardear posiciones españolas. Mac Gregor se alió tras su destierro con el cacique de los indios mosquitos, quien le otorgó una concesión sobre parte de la Costa de los Mosquitos. Allí fundó la curiosa República de Poyáis, un espacio vacío que, obviamente, necesitaba inversiones. Con la colaboración de un broker londinense colocó una emisión de bonos. Más aún: desde Londres partió una expedición de colonizadores, que al cabo de su travesía desembarcaron en una tierra tropical, salvaje e inhóspita. Algunos expedicionarios se suicidaron, mientras Mac Gregor huía a Francia, de donde pasaría a Edimburgo. Tras la muerte de Simón Bolívar en 1830, regresó a Venezuela, donde logró una modesta pensión del Estado. En Caracas se lo inscribió en el Panteón de los Héroes por su contribución a la independencia.

 

Por Julio Nudler
Diario Página12 (Argentina) 
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-33052-2004-03-21.html   
Domingo, 21 de marzo de 2004

 

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