Fueron cruciales para que se entendiera la idea decareana los tangos que
De Caro mismo compuso e interpretó, como “Boedo”, “Tierra querida” y
muchos otros. También esencial fue el aporte de su hermano Francisco,
pianista del sexteto y, como compositor, artífice de algunos de los
tangos de línea romántica y ensoñadora más admirados de todos los
tiempos, como “Flores negras” o “Loca bohemia”. El conjunto iba y venía
así de la desfallecida pasión de los tangos de Francisco a las pinturas
de paisajes y personajes urbanos de los de Julio, con una ductilidad
nunca vista antes.
Fundamentales, asimismo, fueron las obras de Pedro Laurenz,
bandoneonista del sexteto, que aportó piezas inmortales, como “Risa
loca” o “Mal de amores”. Pero en su inmenso repertorio, De Caro no
olvidó nunca a los grandes compositores ajenos a su grupo, cuyos tangos
reinterpretó bajo los nuevos códigos, preparándolos así para que fueran
recogidos en las décadas posteriores por centenares de orquestas,
decareanas o no. Julio nació en Buenos Aires, en una casona de la calle
Piedad, en el barrio de Balvanera, como segundo de doce hermanos, en el
seno de una familia de origen italiano. Su padre, José De Caro De Sica
(emparentado con los ancestros del cineasta Vittorio De Sica), deseaba
para sus hijos una carrera universitaria y una formación musical
académica. Antiguo director del conservatorio del Teatro della'Scala de
Milán, don Giuseppe decidió que Julio estudiara piano y su hermano
Francisco violín. Pero los niños trocaron los instrumentos y, mayor
desafío aún a la temida autoridad paterna, se consagraron al tango,
provocando una ruptura familiar jamás restañada.
Arolas, El Tigre del Bandoneón, alojó a Julio, lo apadrinó
artísticamente y lo incorporó a su orquesta. En los años que siguieron
se desempeñó con el bandoneonista Ricardo Luis Brignolo (compositor de “Chiqué”),
el pianista José María Rizzuti (“Cenizas”), el bandoneonista Osvaldo
Fresedo (“Aromas”), el pianista Enrique Delfino (“Recuerdos de bohemia”)
y el bandoneonista uruguayo Minotto Di Cicco, alias Mano Brava, hasta
incorporarse en 1923 al sexteto del pianista Juan Carlos Cobián
(“Nostalgias”). Cuando éste, a fines de aquel año, viajó a Estados
Unidos, De Caro constituyó su primer sexteto en base al abandonado por
Cobián, que incluía al bandoneonista Pedro Maffia, otra figura
fundamental. En ese momento comenzaba, por obra de un violinista que
sobresalió siempre más por su concepto que por su técnica, una nueva era
para el tango.
En 1924 grabó sus primeros discos para el sello Víctor, registrando dos
tangos suyos: “Todo corazón” y “Pobre Margot”. A lo largo de 30 años
grabó 420 obras, aunque algunos coleccionistas consignan haber hallado
dos decenas más. El grueso de su discografía se concentra en el período
1924-1932, que se subdivide en dos grandes series: la del sello Víctor,
hasta 1928, y la de Brunswick, desde 1929.
En 1933, De Caro ingresó en una etapa de experimentación con masas
orquestales ampliadas y nuevos timbres (vientos, percusión), que a la
postre desdibujaron su mensaje (él mismo se había valido en los años 20
de un curioso violín-corneta). Luego, afortunadamente, regresó a sus
propias fuentes, aunque pagando el precio de caer en cierto anacronismo.
Guardián hasta su retiro de las más nobles esencias, quedó un tanto
marginado de la evolución del tango, tanto por su estricto apego al
decarismo histórico en lo instrumental como por su dificultosa
asimilación del papel central del cantor en las orquestas desde 1940.
Es sintomático que en esa década de enorme auge del tango, De Caro
estuviese cinco años sin grabar.
Entre 1949 y 1953, llevó al disco 38 temas para el sello Odeón. Esa
serie constituye un valiosísimo testamento sonoro, en el que vuelve
sobre grandes obras que ya había grabado con medios técnicos más
precarios, e incluye algunas novedades. Notablemente, “Aníbal Troilo”,
conmovedor homenaje en tango al gran bandoneonista, director y
compositor. Hay que decir que también escribió el tango “Osvaldo
Pugliese”, para quien fue su máximo epígono, pero no existen registros
de él, como tampoco los hay de “Piazzolla”, el otro gran revolucionario
del tango, a quien un visionario De Caro rindió tributo (que Piazzolla
retribuyó con su “Decarísimo”).
De su extensísima obra de compositor pueden destacarse varios tangos
fundamentales. Además de los mencionados “Boedo” y “Tierra querida”,
sobresalen “Colombina” (con Francisco De Caro), “Copacabana”, “Chiclana”,
“El arranque”, “El bajel” (con Francisco), “El monito”, “Guardia vieja”,
“La rayuela”, “Loca ilusión”, “Mala junta” (con Laurenz), “Mala pinta” y
“Mi queja” (ambos con Francisco), “Moulin rouge”, “Orgullo criollo” (con
Laurenz), “Tierra querida”, “Tiny” (con Maffia) y “Todo corazón”.
El 11 de diciembre fue declarado Día del Tango porque en esa fecha,
aunque de diferentes años, nacieron Carlos Gardel y Julio De Caro. |