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El tango según Juan Carlos Cáceres - Tango for import
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Estudió Bellas Artes. Para pagar los
estudios tocaba tangos. Vive hace treinta años fuera de la Argentina. Ha tocado en Estambul y en Rímini, en Quebec y en Módena. Recientemente pasó, por primera vez, como un huracán por Buenos Aires, dando desaforados recitales en Notorious y Clásica & Moderna, y una trasnoche en Michelangelo, acompañado por Jorge Tejerina y Eduardo Tomassi en cajón, un instrumento peruano de percusión. Explosivo por momentos, confidencial en otros, cachador o simplemente deslumbrante al arrancarle un tango bien canyengue a su piano, o cantando con su voz ronca sus irregulares historias de sudacas en España, sus balances existenciales, sus fracasos íntimos con alguna francesita y candombes mazorqueros, Juan Carlos Cáceres trae extrañamente pura, incontaminada, la misma manera de hablar y decir que fue suya medio siglo atrás en estas calles. Al mismo tiempo artista plástico, al lanzar su CD Tango Negro inauguró en la Galerie Monde de l’Art, del Barrio Latino de París, una exposición de cuarenta cuadros suyos que giran en torno del mismo tema: la raíz negra del tango. Los colores vivos de sus lienzos están también en sus pentagramas. ¿Pero cuál es el origen de este pianista, cantautor y artista plástico? “Nací a orillas del arroyo Maldonado, cuando todavía lo estaban entubando, cerca de Nazca, en lo que era un barrio industrial, pobre, gris. Estudié Bellas Artes en la escuela Manuel Belgrano, que demolieron para prolongar la 9 de Julio, y en la Prilidiano Pueyrredón, de Las Heras y Callao. Para pagar mis estudios tocaba el piano y el trombón. Hacía tango, en esos comienzos, junto a Osvaldo Piro y en un sexteto que tocaba al estilo de De Caro. Después me interesé por el jazz, en razón de esa vinculación con el tango primitivo, que tenía mucho de ragtime.” Mucha agua corrió bajo el puente desde entonces: “Llegué a París en 1968. Estaba escrito que tarde o temprano me establecería en Francia: cuando tenía ocho años, una mujer francesa me facilitó por primera vez un piano”. París no fue fácil; Cáceres tuvo que esperar más de dos décadas su momento: “Recién en los últimos diez años estoy finalmente haciendo lo que deseaba: pasar como por un embudo todo lo que reuní y dejar que aflore espontáneamente”. En ese tiempo, lleva ya grabados seis CD. El primero fue instrumental, con un conjunto al que llamaron Tangofón, que incluía instrumentos de viento. Luego vinieron Solo (“ahí puse la cara y di mi nombre por primera vez, en lugar de refugiarme en un grupo”), Sudacas, Intimo, Live y Tango Negro. Con esos seis discos y sus treinta años afuera que desembocaron en París, Cáceres ensaya una autodefinición: “Lo mío es producto de lo que en arte se llama la unidad en la diversidad. En mi elección formal hay un hilo conductor, mi identidad. Mis elementos rítmicos y mis temas íntimos son dos caras de la misma moneda. Trato de explorar los tres parámetros que existen en la música: el melódico, el armónico y el rítmico. Además están mis letras, que son lo más flojo, porque no sé escribir y por ende busco expresar contenidos, por afuera de todo valor literario”.
¿Son textos pensados estrictamente para el canto?
En sus piezas hay dos grandes temáticas: la de sus experiencias
personales y las cuestiones históricas...
¿Qué es el tango?
¿Cree realmente en el origen negro del tango?
¿Quiénes son su público en Europa?
¿Dónde toca? La gitana judía Cómo fue que un tango llamado “Tus ojos”, escrito en la Ucrania de 1940 por un tal Saverio Sadán para su flamante nuera en Buenos Aires, terminó siendo el mayor éxito de la orquesta del bandoneonista Juan Sánchez Gorio, quien la registró como propia bajo el nombre “Gitana rusa”.[1] Por J.N. “Tengo algo sorprendente para vos, que te entregaré en Buenos Aires”, me dijo Juan Carlos Cáceres por teléfono, desde París. Días después colocó delante de mí, sobre una mesa del Tortoni, cinco amarillentas hojas pentagramadas, escritas en tinta negra. Se trataba de un tango, fechado el 10 de agosto de 1940 en la pequeña ciudad ucraniana de Umañ, a medio camino entre Kiev y Odessa. Los textos estaban en ruso. De título, “Tus ojos”, y una dedicatoria “a la querida Celia”. La música pertenece a un tal Saverio Sadán, y en la última cuartilla hay una extensa letra firmada por D. M. Glinberg. Pero esas notas manuscritas por un desconocido no suenan nada extrañas. Son las de un tango que alcanzó gran popularidad en la Argentina a partir de 1942 y fue el mayor éxito de la orquesta del bandoneonista Juan Sánchez Gorio y su cantor, el uruguayo Luis Mendoza: “Gitana rusa”. Hasta el momento en que Cáceres depositó sobre la mesa el ajado original no había por qué dudar de que Sánchez Gorio lo había compuesto, aunque fuera su única pieza perdurable. Pero la historia de este tango no es menos exótica que su tema, y puede contarse así. El pelirrojo Demetrio Sadán, quien llegó a encabezar la sección Cables en el diario Crítica, nació en Ucrania en 1910. Su madre lo abandonó a los pocos meses al separarse de su padre, Saverio, un judío que, para variar, era violinista. Mientras tanto, ella emigraba a Buenos Aires convertida en mujer de un diplomático argentino. Tras la Revolución Rusa y la subsiguiente guerra civil, Demetrio fue enviado a reunirse con su madre en la Argentina, para lo cual debió realizar solo, con apenas once años, una interminable travesía en tren y en barco. Aquí egresó ocho años después del Liceo Internacional de Olivos, e ingresó a Crítica. En 1938 se casó con su secretaria, Celia Piva, y dos años más tarde recibió desde Ucrania, como obsequio del padre para la desconocida nuera, un melodioso tango de corte europeo que Saverio –vuelto a casar, a todo esto, con una cantante lírica judeo-polaca– había compuesto, y al que un amigo suyo había adosado una letra muy romántica, que evocaba una cita de amor en primavera, entre árboles y bajo las estrellas. Queriendo darle algún destino, Demetrio le entregó la obra de su padre a un amigo suyo, Horacio Basterra, quien por entonces estaba iniciando su carrera de exitoso letrista. Firmando como Horacio Sanguinetti escribió tangos tan apreciados como “Nada”, “Tristeza marina”, “Barro” o “Los despojos”, entre otros muchos. Demetrio le había dado la libertad de hacer con aquellas cuartillas lo que quisiera. Y, por lo visto, Horacio decidió confiarlas a Sánchez Gorio, y adosarles una nueva letra, en español, que se convertiría en un buen exponente del kitsch. Su protagonista es una gitana rusa que busca por las tabernas a su cosaco, pero ya no podrá encontrarlo, porque éste se suicidó arrojándose al Don. Sánchez Gorio retocó mínimamente las notas y registró con Sanguinetti la pieza como propia. Cantores como Orlando Medina y Oscar Serpa contribuyeron al rápido suceso de este pegadizo tango de sabor eslavooriental. Muchos años más tarde, Cáceres, entretanto casado con la hija de Demetrio, tocó en el piano para su suegro la composición original de Saverio. Pero al Colorado no le gustó: tenía metida para siempre en el corazón la versión rítmica y contundente de Juan Sánchez Gorio. De Saverio el violinista no se había sabido nada más, salvo que fue muerto por los nazis. |
por
Julio Nudler
Diario Página12 (Argentina)
12 de diciembre de 1999
Nota a Juan Carlos Cáceres - Historia de su Musica |
Juan Carlos Cáceres - Tango Negro (En Vivo)
Publicado el 21 may. 2016
Juan
Carlos Cáceres - Tango Negro |
JUAN CARLOS CÁCERES BARRIO |
Juan Carlos Cáceres - Toca Tango (En Vivo) |
[1] JUAN SANCHEZ GORIO - LUIS MENDOZA - GITANA RUSA - TANGO |
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