ECONOMIA › LOS DILEMAS OFICIALES El baile de la inflaciónpor Julio Nudler |
Dos dígitos de inflación anual no es un ritmo
con el que a este gobierno le resulte fácil bailar. Pero tampoco es
para dramatizar: ni se ve obligado a emitir para financiar al Estado
ni para convalidar monetariamente la inflación. Esta no lo arrastrará
del cuello, como sucedía en otras épocas, pero aun así inducirá a
adoptar algunas medidas desagradables para poner paños fríos y
evitar que el proceso se desboque. Como mínimo, a Néstor Kirchner y
Roberto Lavagna parece habérseles acabado el tiempo en que casi todo
era posible sin despertar a la bestia dormida. Tanto fiscal como
monetariamente hay luces amarillas parpadeando, aunque el problema
proviene de otra parte: la velocidad de la reactivación alcanzó el
punto a partir del cual se instala la puja distributiva pendiente
desde el colapso de tres años atrás. Sea la cuota de la prepaga, el
pocillo de café, el yogur o el kilo de picada, todos los días el
mismo consumo se lleva unos centavos o unos pesos más.
Por temor a encender la llama, la renegociación
de tarifas con las privatizadas fue siendo aplazada (con importantes
excepciones) hasta que ahora debe efectuarse con el telón de fondo
menos propicio: una inflación surgida en los propios mercados, y no
porque el gobierno haya aflojado en los servicios y “desreprimido”
sus valores. Ahora reajustar una tarifa parecerá el acto de un
piromaníaco. Obviamente, un crecimiento basado más en el consumo que
en la inversión tenía que llevar en algún momento a cierto grado de
inflación, sobre todo cuando hay sectores muy ávidos por reengordar
sus márgenes de ganancia. En cuanto al salario, sigue en fuerte
desventaja respecto de 2001, especialmente en los sectores transables
(bienes sujetos al comercio exterior), lo que genera mucha presión al
menos en los segmentos formales de la economía, incluyendo un alto
grado de violencia en algunos conflictos. Cuando se cumple una década de retroceso salarial, la reaceleración de los precios quita instrumentos (los pocos disponibles) para conseguir un mayor peso relativo del ingreso asalariado. La brusca inflación del primer semestre de 2002 fue el gran verdugo del poder de compra de los sueldos, maniatados por un desempleo galopante. Ahora las condiciones han cambiado, pero de manera tan despareja que la puja distributiva podrá reducir algunas desigualdades, pero profundizará otras. Los aumentos de precios suelen llegar para todos, pero sólo algunos pueden defenderse de ellos. No hubo estos años en la economía un cambio estructural capaz de repartir mejor la capacidad de combate. En los amplios sectores caracterizados por la precariedad laboral y la baja productividad, no hay amortiguadores para el golpe de los precios. De todas formas, el paisaje no es ni remotamente el de los años ’80, cuando el gobierno perdía las riendas fiscales y monetarias, corriendo detrás de los hechos. No hay, por ende, y dentro de lo que cabe, el peligro de un desborde. Ahora el problema está en otra parte: en cómo lograr que el control de la situación monetaria y fiscal no sacrifique el objetivo de redefinir la economía y crecer duraderamente. |
Por
Julio Nudler
Diario Página12 (Argentina)
http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-48451-2005-03-14.html
Lunes, 14 de marzo de 2005
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