Para animar
los ojos
de la pobre Anne,
(de su mundo
de hadas y de elfos
vuelve con esfuerzo)
frente a la reja
solitaria, oscura
de su encierro,
un castaño desnudo
a indecisa aurora
su color sustrae,
a una cándida rosa
su rubor primero,
y le inventa
un bosque florecido,
el cual no integra
planes de turista;
sólo acceso tienen
los pájaros y niños.
Hoy se pretende
asesinarle
sin más sentencia,
ejecución
resueltas
que aquéllas que brotan
de celoso código,
ordinario
trámite administrativo.
Enfermo, inerme, |
sus ramas
colgando del tronco
cual brazos
tras dura faena,
ya no ruega;
al término
de su aciago
destino,
de su intento
por trascender
fallido
sólo espera:
llegar
a ser cuna,
una mesa
dispuesta,
un rugoso cayado
en manos
de algún
peregrino.
¿Por qué
no le asiste
el consuelo
de morir
de viejo,
de sus propios
achaques,
de un gastado
rosario
desgranando recuerdos
|
como cuentas,
codificando
inviernos?
Sería tan simple
dejar olvidado
en sórdido archivo,
oculta gaveta,
esa "solución final"
para esos árboles
perdidos.
Como Anne Frank
pensar
que aún es posible
la mañana,
y un castaño desnudo
devenir puede
en bosque
florecido;
y ese bosque
en nido,
y ese nido
entre todos
los nidos
ser un ave.
Anne Frank,
surcando su alma
el espacio infinito,
repite incesante;
• Mi árbol bienamado
¡Por favor, no tardes!
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