La mujer en Gabriela, clavo y canela, de Jorge Amado ensayo de Yosahandi Navarrete Quan
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1925. La zafra de cacao es más abundante que nunca y el dinero corre a manos llenas. La ciudad de Ilhéus, ganada décadas antes a fuerza de trabajo y sangre, se transforma lentamente en la gran “Reina del sur”, ciudad a la que todos llegan con el afán de mejorar sus condiciones de vida. A 50 años de su publicación, Gabriela, clavo y canela no pierde su frescura ni su vigencia. A partir de las aventuras amorosas entre el sirio Nacib y su cocinera Gabriela, Jorge Amado nos presenta la historia de una ciudad en pleno desarrollo. Situada al sur de Brasil, Ilhéus podría ser cualquier pequeña ciudad actual de América Latina que lucha por salir de la pobreza y alcanzar el desarrollo y el progreso. Ilhéus nos parece tan real como sus habitantes y los dramas humanos que en ella se representan. A fin de cuentas, todos somos Ilhéus, tratando de adaptarnos a las vertiginosas transformaciones a las que estamos sometidos, a la incorporación de nuevas ideas y a los últimos avances de la tecnología que nos superan cada día. La novela comienza cuando el estanciero Jesuíno Mendoca mata a tiros de revolver a doña Sinhazinha Guedes Mendoca, su esposa, dama exponente de la sociedad local. Esta tragedia rompe con la ilusión de progreso económico, social y cultural que Ilhéus quiere transmitir a sus habitantes. Por todas partes se observa un aire de prosperidad. Las nuevas construcciones cambian la fisonomía de la ciudad, se ha trazado la nueva carretera y los autobuses recorren en hora y media el mismo trecho que el tren hacía en el doble de tiempo. “En este año de impetuoso progreso”[1], es la frase (tomada de algún diario de Ilhéus) que abre el capítulo primero y que marca todos los acontecimientos principales de la primera parte de la novela. No hay duda de que el progreso está llegando a Ilhéus. En las calles de la ciudad se mezclan los nuevos edificios con restos de las épocas de la conquista de la tierra, de un pasado no tan lejano de luchas, de bandidos y sangre derramada. La transformación de la ciudad deja lentamente su huella en la vida de sus habitantes. La tradición y las viejas costumbres prevalecen, y si bien los pobladores de Ilhéus ven con buenos ojos la prosperidad, se resisten a dejar de lado sus viejos hábitos de vida, sus costumbres arraigadas, sus alianzas y venganzas personales. Probablemente sea el pesebre anual de las hermanas Dos Reis, orgullo de Ilhéus, el que represente mejor esta ciudad dividida entre la tradición y el progreso, entre el desarrollo y la tradición: en un pesebre que no deja de crecer desde varias décadas atrás, las viejas figuras de Jesús, María y José acompañados de los reyes magos, convergen junto al rey Jorge v de Inglaterra, al zar Nicolás de Rusia, al escritor Zola, a los actores valentino y Lilian Gish, al bolchevique Lenin y hasta las imágenes recortadas de los hidroaviones, representantes indiscutibles del progreso. El mundo de la novela es predominantemente masculino, en el que todos los acontecimientos importantes ocurren en el bar, en el prostíbulo, en la intendencia o en las oficinas de gobierno. Son los varones quienes deciden los destinos de la ciudad, los que fundan periódicos, abren negocios, declaman discursos. Las mujeres no parecen tener muchas alternativas en cuanto a su papel en la vida de la ciudad: o se sumergen en el ámbito de lo doméstico o se convierten en prostitutas. Incluso las amantes, con sus lujos y comodidades, tienen que acatar lo que su protector mande so pena de repudio, castigos y pobrezas. Las relaciones entre ambos géneros parecen insatisfactorias para todos. Basadas en alianzas por conveniencia, ya sea monetaria o por la mera necesidad de obtener compañía, no encontramos verdadera comunicación en las relaciones de pareja; falta la ternura, la camaradería. En este contexto social asfixiante, llama la atención que sean precisamente las mujeres las catalizadoras de los cambios que conlleva el tan requerido progreso. De hecho, los cuatro capítulos en los que se divide la novela narran, de manera paralela, la historia de una mujer: “La languidez de Ofenisia”, “La soledad de Gloria”, “El secreto de Malvina” y “El claro de luna de Gabriela”[2].Estas historias influyen soterradamente en algunos de los principales acontecimientos de Ilhéus. Ofenisia, antepasada del doctor, uno de los hombres más destacados de la ciudad y respetado hasta por sus rivales políticos, era una joven proveniente de una familia de Ilhéus quien se enamora perdidamente del emperador Pedro II. El emperador corresponde a su amor, pero no puede unirse a ella por las convenciones sociales. Ante la imposibilidad de concretar su relación con el emperador, Ofenisia se deja morir de amor antes que desafiar a su familia o a la sociedad a la que pertenece. Ofenisia, por supuesto, representa la imagen pura del romanticismo, virgen consagrada a la memoria un amor imposible hasta la muerte. Ella será por muchos años la imagen más alta de la mujer en el imaginario colectivo. Imagen que pronto se transforma cuando doña Sinhazinha —primera transgresora a las normas establecidas de la novela, esposa de Jesuíno Mendoca, una mujer obediente, muy de su casa y apegada a la Iglesia—, insatisfecha con su vida matrimonial decide aventurarse entre los brazos de Osmundo Pimentel, joven dentista, recién llegado a la ciudad. Su atrevimiento provoca la ira del esposo y es pagado con la muerte de los amantes. La explicación del doctor, lejano pariente de Sinhazinha, para tan asombroso comportamiento en una dama de alcurnia, es que por las venas de la joven corre la sangre de la otrora enamorada Ofenisia. Sinhazinha, sin embargo, ha ido un paso más allá que su antepasada y se atreve a vivir su pasión, pasión que le cuesta la muerte. Si bien pareciera que la venganza del marido cornudo, terrible pero justa a los ojos de los habitantes, para quienes la honra mancillada sólo puede resarcirse con la muerte de los adúlteros, según una antigua ley no escrita, no causa más que expectación y morbo, en realidad marcará el principio de la rebelión a la mansedumbre, el conformismo y a las viejas tradiciones. El primer signo de esta rebelión se presenta en los funerales de Sinhazinha, a los que casi nadie acude por miedo a la reacción del Coronel Mendoca. Malvina, hija de uno de los coroneles más allegados a Ramiro Bastos, representante del conservadurismo en Ilhéus, se atreve a entrar al velorio a depositar un ramo de flores junto al cadáver y rezar una oración. Excepto este solitario gesto de solidaridad, en general el pueblo, que se rige a partir de una doble moral, apoya el asesinato del coronel Mendoca por considerarlo justo. Si bien los coroneles, estancieros y demás varones pueden visitar burdeles y mantener amante en casa aparte sin ser condenados por la sociedad, ¿dónde se ha visto que mujer casada le sea infiel al marido? Hasta algunos miembros de la familia de la esposa asesinada reniegan de la presencia del féretro en la sala de la casa de sus parientes, a donde la llevaron por no haber otro lugar donde velarla. El asesinato de Sinhazinha y su amante, así como el resultado del juicio del coronel Mendoca, marcarán los límites de la novela, su inicio y su final. Otro personaje emblemático de la ciudad es Gloria, manceba del coronel Coriolano, quien le puso casa nada menos que en la antigua casa familiar, en la esquina de la plaza, para escándalo de las damas de la alta sociedad. Acodada en la ventana, los hermosos senos de la joven mulata puestos a la vista de todos, Gloria representa los sueños eróticos de todos los hombres de la ciudad, casados y solteros, jóvenes y viejos. Gloria es la contraparte de la esposa tradicional, fiel al marido y a los hijos. Aceptando una relación por conveniencia, Gloria goza de lujos y comodidades, pero también vive prisionera, como la esposa, y muere de soledad y aburrimiento, sin tener por lo menos la recompensa del reconocimiento social. Pasiva observadora, se contenta con desear todo aquello que no puede tener. Cuando por fin Josué, el joven profesor de escuela, se atreve a desafiar a su amante el Coronel Coriolano y entrar a la casa prohibida, Gloria encuentra una solución a su soledad sin renunciar a las comodidades y los lujos. Su motivo principal para navegar entre los dos mundos es su miedo a la pobreza. Josué, sin embargo, será el vehículo que la llevará de nuevo a la libertad. Por él se atreve a desafiar las normas impuestas por el amante. Salir a la calle, participar de los acontecimientos de la ciudad, verlo cuando así lo desea, y cuando los amores por fin se descubren, Gloria ni muere ni sufre más castigo que la expulsión de su casa. Además, cosa nunca vista, encuentra el respaldo de Josué, quien la acompaña del brazo al exterior de la casa, con la cabeza erguida. Malvina, por su parte, representa, junto a Jerusa, nieta de Ramiro Bastos, a la nueva generación de Ilhéus. Malvina pasará por uno de los procesos de cambio más radicales de la novela. Educada en un colegio de monjas y bajo la férrea supervisión de su padre, Malvina, probablemente uno de los mejores partidos para los jóvenes solteros de Ilhéus, trata de satisfacer sus anhelos de vida y libertad en el estrecho margen que le permite su adolescencia, único momento en la vida de las mujeres en que pueden gozar de cierta independencia. Su resistencia a convertirse en una mujer como su madre (y como el resto de las madres de sus compañeras, damas de la alta sociedad de Ilhéus, guardia-nas del hogar y de los hijos, mujeres tristes, relegadas por sus maridos, cuyas únicas vías de escape son el comadreo y la iglesia) comienza al solidarizarse con Sinhazinha y asistir a su entierro. Persiste posteriormente al leer libros no autorizados en el colegio, como El crimen del padre Amaro, hasta que su padre la descubre y le prohíbe a Juan Fulgencio, dueño de la papelería y representante de la cultura de Ilhéus, que le venda más libros a su hija. Pero donde verdaderamente Malvina busca obtener una vida distinta es en sus relaciones con los hombres. Negándose a un casamiento arreglado, primero tiene un breve encuentro con Josué, el pobre profesor, eterno enamorado de la joven. Ella lo acepta al pensar que por ser un hombre culto será diferente a los demás, pero pronto descubre que desde el primer momento Josué trata de imponerle una conducta a seguir, decidiendo por ella quienes deben ser o no sus amigas o cómo debe comportarse, y lo rechaza. Después se enamora de ingeniero Rómulo vieira, hombre casado, vividor, mujeriego, pero que le promete lo que ella tanto anhela: una vida de independencia y libertad. Su rebeldía ante el orden establecido se manifiesta al dejarse ver por todos lados con él, feliz, desafiante, pero cuando el padre interfiere rompiendo la relación, se queda sola. El ingeniero, muerto de miedo, se encierra en su cuarto de hotel y se va cobardemente sin despedirse de nadie. Ante la partida del amante y la furia del padre, Malvina se encuentra ante la disyuntiva de Ofenisia: morir de amor o seguir viviendo. Se da cuenta que la alternativa de morir no la seduce. Malvina desea vivir, pero de una manera diferente y para ello sólo cuenta con sus propios recursos. Las acciones de Malvina han ejercido una influencia en otras jóvenes que están en su misma posición. El día que sale de Ilhéus rumbo a Bahía para ser internada en un colegio encuentra una inesperada solidaridad entre sus antiguas compañeras, quienes se identifican con su anhelo de independencia y van a despedirla al puerto. Finalmente, Malvina aprovecha la confusión de las vacaciones para huir. No se sabe qué fue de ella, hasta que se reciben noticias de su vida en Sao Paulo, donde trabaja en una oficina, vive sola y estudia por las noches. Modestas ambiciones que son rechazadas por su padre, quien la repudia. Malvina odia Ilhéus y todo lo que representa. Odia la doble moral, la mansedumbre de su madre, los casamientos arreglados. Cuando decide no morir, no le queda más remedio que huir y renunciar a su familia y a su dinero para poder lograr sus metas. Jerusa, por su parte, con un comportamiento menos radical que Malvina, logra imponer sutilmente sus propias opiniones. Ella acogerá a Gabriela y la apoyará cuando la cocinera, convertida en la señora de Saad, no encuentra su lugar en el mundo de la alta sociedad de Ilhéus. Jerusa se atreve, además, a fraternizar con el enemigo político de su padre, Mundinho Falcao. Jerusa simboliza entonces la conciliación entre las viejas tradiciones y el progreso, la relación entre las diferentes clases sociales, entre los viejos valores y los nuevos, entre lo permitido y lo prohibido. Gabriela, por su parte, simboliza ante todo la libertad. Proveniente del interior, huyendo de las sequías, el hambre y la pobreza, se dirige a Ilhéus con el fin de mejorar su calidad de vida. Nacib la contrata en el célebre “mercado de esclavos” donde los emigrados pobres de provincia se dirigen a obtener empleo. La única ambición de Gabriela es vivir. Vivir a plenitud y sin ataduras. Gabriela es un aire fresco en la ciudad. Bella, alegre, joven, rechaza las propuestas de los coroneles de ponerle casa y hasta de comprarle su propia plantación de cacao. Rechaza lujos y riquezas. Gabriela no se vende sencillamente porque está satisfecha con su vida. Pero se casa con Nacib porque lo quiere y no desea ofenderlo y al hacerlo pierde su libertad. Tiene que dejar de ser Gabriela para convertirse en otra, metida en una sociedad que no entiende y que la rechaza. Cuando Gabriela se relaciona con Tonico, el hijo de Ramiro Bastos, lo hace con el afán de seguir siendo la Gabriela vital, espontánea que siempre fue. Otra actitud que demuestra su carácter bondadoso es cuando, contraviniendo las opiniones neutrales de su marido en la lucha política que sacude a la ciudad, ayuda al negro Fagundes a escapar, porque Fagundes representa todo lo que ella ha sido hasta ahora. La relación entre Gabriela y Nacib pasa por varias etapas. Y su transformación será responsable, sin proponérselo, de realizar el cambio definitivo de las viejas tradiciones, de las antiguas relaciones insatisfactorias. En una primera etapa feliz, ambos satisfacen plenamente las necesidades del otro. Cuando se casan y los dos tienen que jugar sus respectivos roles en la sociedad la relación va encaminada al fracaso. La solución a esta relación sin futuro se da de manera ingeniosa. Cuando Nacib descubre su esposa en la cama con su amante y renuncia a su derecho a matar a Gabriela y a Tonico por el adulterio, Juan Fulgencio le propone una asombrosa solución: anular su matrimonio. Así, Nacib no está obligado a matar a nadie, mantiene el respeto de sus vecinos y le devuelve su libertad a Gabriela. La vida sigue su curso y el progreso de la ciudad está en su apogeo. El puerto ha sido dragado y la entrada de los grandes buques es una realidad, hay nuevos bancos, comercios, y hasta la disputa por el gobierno ha llegado a una solución aceptable para todas las partes; pero la verdadera transformación se da cuando Gabriela regresa a trabajar con Nacib como cocinera de su nuevo restaurante, rompiendo todas las convenciones sociales preexistentes. Este arreglo es tan satisfactorio para los ex esposos, que lentamente recuperan la felicidad y la pasión perdidas. Esto permitirá dejar atrás viejos patrones. El coronel Ribeirito, que ha tomado a su cargo como amante oficial a Gloria, se pasea sin empacho del brazo de ella y de Josué. Ahora los tres participan de los eventos de la ciudad, y si bien las viejas solteronas no ven este amasiato con buenos ojos, los demás lo aceptan. Al mismo coronel Coriolano, antiguo protector de Gloria, deja de importarle quien más se acuesta con su nueva manceba. Y al final el asesinato de Sinhazinha y el dentista no queda impune, como tantos otros. La novela termina cuando el narrador dice que “Después de veintiocho horas de agitados debates, por primera vez en la historia de Ilheús, un coronel de cacao se vio condenado a prisión, por haber asesinado a la esposa adúltera y a su amante”[3]. El asesinato de Sinhazinha y su consecuencia será el mejor representante del progreso en Ilhéus. Al principio, antes de todos los acontecimientos, el asesino ni siquiera era condenado por sus semejantes porque el asesinato representaba la tradición, el conservadurismo ideológico, el poder absoluto. Al final, con los cambios que ha sufrido la mentalidad de esa misma sociedad, el asesino no puede salir impune sencillamente porque atenta contra la civilización y el progreso. Notas: Jorge Amado, Gabriela, clavo y canela. Buenos Aires, Losada, 2001. p. 13. Ibid., pp. 13, 106, 181, 286, respectivamente. Ibid., p. 437. |
Ensayo de Yosahandi Navarrete Quan
Publicado, originalmente, en La Experiencia Literaria 17 (2011): 61-66
Link del texto: http://ru.ffyl.unam.mx/handle/10391/2859
Facultad de Filosofía y Letras, Colegio de
Letras
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