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Doce de febrero, doscientos años después
Mariano Nava Contreras
marianonava@gmail.com

 

Ya otras veces he dicho que detesto los lugares comunes, pero, ¡qué se le va a hacer!, reconozco que hay verdades que de tanto ser repetidas se convierten en lugares comunes, y no por ello pierden lo que tienen de verdad. Es lo que pasa por ejemplo con aquella célebre frase, "los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla", que se endilga a los autores más variopintos, de Churchill a Cicerón. Lo peor es que esta verdad conlleva a menudo ironías muy amargas, porque eso de que la historia se repita en el mismo lugar con personas diferentes que aparentemente no tienen que ver unas con otras, y a muchos años de distancia, da mucho qué pensar.

Siempre he dicho que la historia de Venezuela es la más bella del mundo. Claro que como venezolano no soy la persona más imparcial para hacer semejante afirmación. Sin embargo, yo compararía la historia de nuestro país con la de España o la de Grecia sin ningún complejo. Me estoy refiriendo a la historia humana, a los dilemas, las ideas, las pasiones y las circunstancias de los hombres y mujeres de carne y hueso que construyeron este país; no a las proclamas, las frases heroicas, las fanfarrias y demás clichés del imaginario cuartelero, que más bien pertenecen a la antología del ridículo y la ignorancia. No tengo que decir que estoy muy agradecido de haber tenido maestros que me enseñaran aquella historia, la de los hombres y las mujeres reales, la que realmente importa y enseña.

La historia de la Batalla de La Victoria es bien conocida. El sábado 12 de febrero de 1814 a las siete de la mañana según unos, a las ocho según otros, se enfrentaron en el pueblo de La Victoria cuatro mil soldados realistas bajo el mando de Francisco Tomás Morales contra mil quinientos republicanos al mando de José Félix Ribas. Morales, segundo de José Tomás Boves, el "taita", la "Bestia a caballo", "el azote de Dios", como lo llamó Bolívar, había sido enviado a La Victoria con el objeto de cortar las comunicaciones entre Caracas y Valencia, donde se encontraba el Libertador. Ribas, que estaba en Caracas, sale al encuentro de Morales, llegando a La Victoria el jueves 10. Ha reforzado su escuálido ejército de doscientos jinetes y cinco cañones con unos cuantos universitarios y seminaristas, con los que pretende repeler las furiosas lanzas de los llaneros de Boves. Días después, cuando Ribas escriba a Bolívar la relación de la memorable jornada, no olvidará contarle que se había estado encomendando a la Virgen durante todo el combate. Tampoco será necesaria mucha fantasía para imaginar el pavor que debieron sentir estos adolescentes, sin ningún tipo de preparación militar, acostumbrados apenas a las sutilezas del latín y la filosofía, que se enfrentaban a aquellos bárbaros llaneros en el año más cruento de nuestra guerra. La crónica narra sin embargo cómo lograron repeler a lo largo del día, sin duda con la ayuda de Nuestra Señora, las nueve violentas cargas de la caballería realista. Finalmente, a eso de las cinco de la tarde, ocurrió el milagro: un patriota merideño nacido en Castilla la Vieja, el teniente coronel Vicente Campo Elías, llegaba en auxilio con 220 jinetes desde San Mateo, rompía el cerco realista y ponía en fuga al ejército de Morales.

Recientemente, un artículo del padre Ugalde mostraba la responsabilidad que había tenido el Decreto de Guerra a Muerte del año 1813 en la pérdida de la Segunda República año y medio después, y nos recordaba cómo el mismo Bolívar había terminado lamentándose por la violencia y la destrucción que entonces se habían desatado. La irracional condena a muerte de "españoles y canarios, aun siendo inocentes," había sido causa de una radicalización de la violencia capaz de producir hechos tan pavorosos como la matanza de Valencia o la emigración a Oriente. Por otra parte, la acentuada división social había dado a Boves y a Morales excelente ocasión para explotar a su favor el resentimiento y el odio de clases que se habían acumulado entre los más desfavorecidos en contra de las elites criollas.

Doscientos años después parece que la historia quisiera repetirse cuando, en un país dividido, bandas de bárbaros y violentos, cuyo odio y resentimiento han sido cultivados cuidadosamente y exitosamente explotados en beneficio de intereses extranjeros, atacan de manera cobarde a los estudiantes de Venezuela, que no tienen más armas que las de su coraje y su sentido de la justicia. Ojalá que Nuestra Señora esté dispuesta a ayudarnos de nuevo.

Mariano Nava Contreras
marianonava@gmail.com - @MarianoNava

Publicado, originalmente, en "El Universal" (Venezuela) http://www.eluniversal.com/ - viernes 14 de febrero de 2014

Link del art: http://www.eluniversal.com/opinion/140214/doce-de-febrero-doscientos-anos-despues

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