Estampas 1959. |
“Si el compañero no retira su
moción, la Revolución podría aplazarse una semana”. ¿Qué testimonios le corresponden a la izquierda política del período
anterior a 1968? Al respecto, mi memoria es circular, una reunión de célula
es una reunión de célula es una… En sus novelas José Revueltas recrea
el universo febril de la militancia, la mirada incandescente de los
profesionales del Partido (Comunista), el sectarismo como el orgasmo
inaccesible y si la metáfora me salió sexual es porque la frustración
de no tomar el poder es el mayor homenaje al coitus interruptus. A los
personajes de la hoz y el martillo los recuerdo ígneos, sacrificiales, víctimas
y victimarios (del oído), carentes de las aristas del sentido del humor.
A lo mejor así fueron los de la etapa bolchevique, los que conocí eran
muy distintos: la población flotante en torno a la burocracia del
discurso que devora su significado por falta de significante. ¿Qué recuerdo ahora? La compañera que en vísperas de mítines y
marchas va a Ciudad Universitaria con un reloj enorme al que hace sonar
mientras grita: “¡Que despierte
la conciencia popular!”; una reunión de fines de 1960 donde la
carencia de tocadiscos se compensa con un baile tribal animado por la
consigna: “Libertad a los presos
políticos”; un camarada al que se le atribuye una mala suerte
infalible y al que manipula para que ingrese al Partido Acción Nacional;
un compañero especializado en historias de las crujías revolucionarias
en la década de 1930, que siempre concluye sus relatos: “Y allí estuvimos presos unos meses sin percibir que ya amanecía la
Revolución”... De mis reuniones de célula, además de los bloques verbales que se
derrumbaban sobre los cráneos, evoco al compañero que no terminaba jamás
sus intervenciones (“Me aterran
los finales”, decía), y que desatendía a tal punto las órdenes o
las súplicas en pos de su silencio, que a un compañero se le encargaba
extraerlo de la reunión con cualquier pretexto y llevarlo a dar vueltas a
la manzana hasta que el cansancio lo enmudecía. ¡Ah, la militancia!De la
modernidad anunciada con volantes El sueño de la Sociedad Feliz y Silenciosa se extendía cuando llega el 68, con sus manifestaciones, tomas multitudinarias de conciencia, rigidez y represión del gobierno, alucinaciones sectarias y el acto genocida del 2 de octubre. En 68 me persuadí: el problema no es sólo el autoritarismo que dispara sobre una multitud desarmada, sino el dogma afianzado por la red de complicidades: tu libertad de movimientos, amigo, depende de que estés profundamente convencido de la falta de alternativas. Sólo a los muy al tanto de que no tienen otra, se les conceden algunas libertades. A esto puede llamársele también la conquista del determinismo. Si sabes que no hay otro sitio a donde puedes ir, tienes derecho a quedarte. |
Carlos Monsívais |
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