Estampas 1959. 
La militancia:
Carlos Monsívais

“Si el compañero no retira su moción, la Revolución podría aplazarse una semana”.

¿Qué testimonios le corresponden a la izquierda política del período anterior a 1968? Al respecto, mi memoria es circular, una reunión de célula es una reunión de célula es una… En sus novelas José Revueltas recrea el universo febril de la militancia, la mirada incandescente de los profesionales del Partido (Comunista), el sectarismo como el orgasmo inaccesible y si la metáfora me salió sexual es porque la frustración de no tomar el poder es el mayor homenaje al coitus interruptus. A los personajes de la hoz y el martillo los recuerdo ígneos, sacrificiales, víctimas y victimarios (del oído), carentes de las aristas del sentido del humor. A lo mejor así fueron los de la etapa bolchevique, los que conocí eran muy distintos: la población flotante en torno a la burocracia del discurso que devora su significado por falta de significante.

¿Qué recuerdo ahora? La compañera que en vísperas de mítines y marchas va a Ciudad Universitaria con un reloj enorme al que hace sonar mientras grita: “¡Que despierte la conciencia popular!”; una reunión de fines de 1960 donde la carencia de tocadiscos se compensa con un baile tribal animado por la consigna: “Libertad a los presos políticos”; un camarada al que se le atribuye una mala suerte infalible y al que manipula para que ingrese al Partido Acción Nacional; un compañero especializado en historias de las crujías revolucionarias en la década de 1930, que siempre concluye sus relatos: “Y allí estuvimos presos unos meses sin percibir que ya amanecía la Revolución”...

De mis reuniones de célula, además de los bloques verbales que se derrumbaban sobre los cráneos, evoco al compañero que no terminaba jamás sus intervenciones (“Me aterran los finales”, decía), y que desatendía a tal punto las órdenes o las súplicas en pos de su silencio, que a un compañero se le encargaba extraerlo de la reunión con cualquier pretexto y llevarlo a dar vueltas a la manzana hasta que el cansancio lo enmudecía. ¡Ah, la militancia!De la modernidad anunciada con volantes

El sueño de la Sociedad Feliz y Silenciosa se extendía cuando llega el 68, con sus manifestaciones, tomas multitudinarias de conciencia, rigidez y represión del gobierno, alucinaciones sectarias y el acto genocida del 2 de octubre. En 68 me persuadí: el problema no es sólo el autoritarismo que dispara sobre una multitud desarmada, sino el dogma afianzado por la red de complicidades: tu libertad de movimientos, amigo, depende de que estés profundamente convencido de la falta de alternativas. Sólo a los muy al tanto de que no tienen otra, se les conceden algunas libertades. A esto puede llamársele también la conquista del determinismo. Si sabes que no hay otro sitio a donde puedes ir, tienes derecho a quedarte.

Carlos Monsívais

 

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