En
principio, esta obra es un transcurrir perpetuo. Los gorriones nos llevan
en un viaje que poco a poco se transformando de regreso, un viaje donde
nadie puede escapar de las reminiscencias del pasado y lo que el recuerdo
ha forjado en nuestras vidas. Con una aguda descripción del entorno, nos
pinta el reverso de la mirada, esto es: cuanto más miramos el entorno más
vemos nuestra propia alma.
Los
gorriones nos ubica (con un lenguaje claro, no exento de imágenes
cargadas de poesía) en un tiempo intangible, el tiempo que la mente
ordena sin sucesión donde pasado, presente y futuro es un instante que
nos conmina a vivir eternamente - vaya la paradoja - a vivir eternamente
peleando contra la muerte y al fin hace cómplice al lector a replantearse
los órdenes establecidos.
Aquí
no hay reglas de felicidad ni de autoayuda, aquí hay ficción que nos
obliga a pensar, nos lleva a indagar, leer y releer. Los gorriones
suicidantes hacen de espejo, con ciertos guiños al lector atento, algunas
referencias autorales y paráfrasis, nos ubica y desubica del cómodo sillón
en el que estamos inmersos. Una forma de sentirnos diferentes pero dentro.
Una mimética entre sujetos: ser leído y lector.
Si
cabe la posibilidad se puede decir que Los Gorriones son una sutil
provocación a los sentidos y las atávicas convenciones; una obra
intensa, original y vibrante, especialmente recomendable para un tipo de
lector ávido de nuevas propuestas y dispuesto a realizar un esfuerzo añadido.
Los gorriones Suicidantes. Ilustrado por la artista plástica Lucia Lemmi y prologado por la Licenciada en Literatura Natalia Furno en colaboración con la Licenciada en Historia del Arte María Peña.
