Oda a la sangre

poema de Ricardo E. Molinari

Selección de Jorge Zunino

De "Odas a orillas de un viejo río" (1940)

                                                                                               A Alberto Morera

 

Esta noche en que el corazón me hincha la boca duramente,

sin pudor, sin nadie, quisiera ver mi sangre correr por la tierra:

golpeando su cuerpo de flor,
-de soledad perdida e inaguantable-

para quejarme angustiosamente

y poder llorar la huida de otros días,

el color áspero de mis viejas venas.
Si pudiera verla sin agonía
quemar el aire desventurado, impenetrable,
que mueve las tormentas secas de mi garganta
y apriete mi piel dulce, incomparable;
no, ¡las mareas, las hierbas antiguas,
toda mi vida de eco desatendido!
Quisiera conocerla espléndida, saliendo para vivir

fuera de mí,
igual a un río partido por el viento,
como por una voluntad que sólo el alma reconoce.
Dentro de mí, nadie la esperó. ¿Hacia qué tienda o calor ajeno saldrá alguna vez

a mirar deshabitada su memoria sin paraíso,

su luz interminable, suficiente?
Quisiera estar desnudo, solo, alegre,
para quitarme la sombra de la muerte
como una enorme y desdichada nube destruida.
Si un día no fuéramos tan extraños, defendidos,
que oyéramos gemir las hierbas igual a un sediento hábito peregrino,
limpios del humor sucio, corruptivo,
me cortaría las venas de amor
para que se escuchase su retumbar;
para vestir mi cuerpo solitario
de un larguísimo fuego delicioso.

 

Pero no ha de llegar nunca ese tiempo mágico,

como no llega la felicidad

donde no vive el olvido, una voz muerta,

apagada voluntariamente.
Ni mar ni cielo ni flor ni mujer: nada;

nadie la ha visto llevar su rosa vulnerable,

su desierto extraviado en inútiles bocas.
¡Qué duro silencio la cubre!
Ya no sé donde llega o la distrae la vida
o desea dejarla
desprendida.
Dónde se agota su piel imposible,
su lento signo enigmático: llama de esencia sin despedida.

 

A través de la carne va llorando,

metida en su foso sin cielo,

en su noche despreciada,

con su lengua eterna, contenida.

 

¡Qué gran tristeza la vuelve a la vida sin cansancio:

al reposo, cerrada!

 

La muerte inmensa vela su sueño sin alborada.

 

Nadie sabe nada, nunca. Nada.
Todo es eso. ¡Ansiedad vuelta hacia dentro,

sorda, detestable; alejada!

 

Majestuosa en su mundo oscuro, volverá a su raíz

indefinida, penetrante, sola.

 

Tal vez un río, una boca inolvidable,

no la recuerden.

poema de Ricardo E. Molinari

Selección de Jorge Zunino

 

Publicado, originalmente, en: Revista Último Reino Año III, Nº 6, julio/setiembre de 1981 - Buenos Aires

Link del texto: https://ahira.com.ar/ejemplares/ultimo-reino-no-6/      

Gentileza de Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas que es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte.

 

Ver, además:

 

            Ricardo E. Molinari en Letras Uruguay

 

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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