El Parque Japonés |
Hito
porteño que perdura aún con cierta confusión en la memoria ciudadana,
este parque de diversiones tenía características que asombraban a sus
visitantes, induciendo a aquellos que podían hacerlo, a reflejar en sus
textos esas impresiones a las que el tango no será ajeno El
Parque Japonés estaba a ubicado en el Paseo de Julio[1] entre la avenida
Callao y la bajada de la Recoleta. Se trató de un obra faraónica por sus
características, la más importante en su género para la Argentina de
1911, demandando una inversión calculada en dos millones de pesos. Se
inauguró el 3 de febrero de ese año, generando la expectativa de los
porteños. Treinta años después de su desaparición esos mismos terrenos
sirvieron a la instalación del "Ital Park".
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Parque Japonés, foto del año 1935 |
Buenos
Aires, 1911 Todavía
brillaban los resplandores emotivos de la gran fiesta del centenario y en
el recuerdo de todos permanecía el paso del cometa Halley. Comienza la
segunda década del siglo XX y el mundo continúa sus significativas
transformaciones. Amundsen llega al Polo Sur, mientras convulsiones políticas
se suceden en Portugal, España y China. Italia se embarca en una guerra
contra Turquía. En
la Argentina, el 4 de julio el gobierno sanciona la ley N° 8.129 que
dispone el enrolamiento obligatorio y establece el padrón militar de los
ciudadanos. El doctor Roque Sáenz Peña, acompañado de Victorino de la
Plaza, se encontraba al frente del Poder Ejecutivo. La ley que llevaría
el nombre del primero estaba ya en proceso de germinación y la dirigente
feminista Julieta Lanteri reclama e1 voto pera las mujeres ante su
inminente aprobación. Comienza
a sentirse el peso de un país ya centenario que asimilaba el gran caudal
de inmigrantes, especialmente italianos y españoles, recibido en los
treinta años inmediatamente anteriores. Se inician las obras de Puerto
Nuevo a lo largo de 5 kilómetros de la costa norte para facilitar el
creciente flujo del movimiento comercial desde y hacia ultramar. En
este año llega el dirigente socialista francés Jean Jacarés y Buenos
Aires lo escucha en varias conferencias. Se fugan trece presos de la vieja
Penitenciaria de la avenida Las Heras, sembrando terror en las calles
porteñas. Surge un dúo que será memorable, Carlos Gardel y José
Razzano, que durante varios años interpretará tangos y también temas
criollos. Los
intrépidos Florencio Parravicini y Jorge Newbery, entre otros audaces,
obtienen el brevet de piloto. Además se realiza el primer vuelo que lleva
el correo entre Buenos Aires y Rosario. También se funda la Escuela de
Aviación en El Palomar y los porteños se asombran ante el novedoso vuelo
de un avión sobre la ciudad. Es el año de la muerte del eminente
Florentino Ameghino. Una
zanja abre la ciudad al iniciarse la obra de la primera línea de subterráneos
de Sudamérica, la conocida línea "A", desde Plaza de Mayo a
Plaza Miserere, desde donde seguirá luego al Caballito. Buenos Aires
brilla orgullosa en su porteñismo y su rápida asimilación de las artes,
la arquitectura y las letras europeas. Es
la época de la fundación del "Parque Japonés". Un
tango para el recuerdo Y
para entrar en tema, nada
mejor que iniciarlo con la letra de un tango, donde se califica de
"bandido" a un habitué del Parque Japonés. Veamos por qué.
Dice así: "Del
barrio la mondiola sos el más rana y te llaman Garufa por lo bacán, tenés
mas pretensiones que bataclana que hubiera hecho suceso con un gotán.
Garufa vos sos un caso perdido, tu vieja ...dice que sos un bandido,
porque supo que te vieron, la otra noche, en el Parque Japonés..." El
cantor Alberto Vila graba y estrena, en 1927, el tango Niño bien cuya letra pertenece a Víctor Soliño y Roberto
Fontaina y la música a Juan Antonio Collazo. En el libro Tangos, Letras y
Letristas de José Gobello y Jorge A. Bossio puede leerse la cita que
estos últimos hacen transcribiendo las palabras del mismo autor, Soliño,
para referirse al reciente estreno de Garufa: "Niño
bien poco antes había marcado un éxito. Quizá porque su letra humorística
pareció en aquel momento una reacción contra los tangos lacrimógenos. Y
se convino en que había probabilidades de que una repetición del intento
podía significar un acierto. Allí mismo empezamos a pensar en Garufa. En
pocos días Juan Antonio Collazo, Roberto Fontaina y yo presentábamos a
la alta cátedra de la cantina del Atenas la nueva producción."
(...) Así,
hacia finales de 1928 nació Garufa, una de las más conocidas
composiciones de los "Atenienses" que Vila registra en discos
RCA Víctor el 2 de noviembre de 1928. Soliño aportó en su autobiografía[2] algunos datos para explicar una modificación sufrida por la letra
original, diciendo que el barrio La Mondiola "...era una zona brava
de compadritos, donde podía pasar cualquier cosa. Pero como esto acontecía
del otro lado del Plata, el estribillo que menciona al porteño Parque
Japonés levantó sospechas. Una presunta explicación es que
originalmente ese verso decía '... en la calle San José', arteria de una
antigua mala reputación en Montevideo. Y una madre podía llamar
'bandido' a su hijo por ser habitué de los prostíbulos, antes que por ir
a un stand de tiro al blanco". Queda entonces disipada la duda. No
será por la inocencia de las andanzas del personaje en el parque que le
da nombre, sino más bien porque ¡lo vieron en la "zona roja"
de esos tiempos!
En lunfardo, garufa significa diversión. Gobello aclara que es un
vocabulario de etimología incierta.[3] Una
confusión de parques
Hasta
aquí no hay algo que llame especialmente la atención, a no ser la
referencia al "Parque Japonés". Sin embargo, todavía hoy, en
2003, es común escuchar a personas mayores de cincuenta años contar anécdotas
y recuerdos sobre ese lugar. Esto
podría llamarnos la atención, salvo porque quienes atesoran esos
recuerdos deberían tener como mínimo 80 años, dado que el citado parque
cerró hace casi 73. La confusión es comprensible, pues hubo un
"Parque Japonés" inaugurado en 1911, que cerró en 1930, y otro
también llamado popularmente "Nuevo Parque Japonés" que abrió
en 1939. La estructura e instalaciones de este último nada tenían de
japonesas; después pasó a llamarse "Parque Retiro" hasta su
cierre y demolición en 1962. El cambio de nombre se debió a la ruptura
de relaciones entre la Argentina y el Eje, el 26 de enero de 1944, hecho
que culmina con la declaración de guerra el 27 de marzo de 1945, poco
antes de su finalización. Aclarada la confusión, avancemos sobre el
"Parque Japonés' citado en Garufa. Un
arquitecto
Siete
años antes había llegado el arquitecto Alfredo Zücker, uno de los
exponentes de la corriente arquitectónica germana. Nacido en Friburgo
(Suiza) en 1852, desde 1874 hasta 1904 estuvo radicado en Estados Unidos,
donde proyectó importantes obras como la catedral de San Patricio, el
Guilliard Building, el Majestic Hotel, el Harlem Casino y el Opera House
de Meridian. En
Buenos Aires también dejó su impronta arquitectónica, entre las que se
destacan el edificio para la Empresa Villalonga, en la esquina de Balcarce
v Moreno, y uno de los primeros rascacielos de Buenos Aires, el Plaza
Hotel, de 60 metros de altura, concretado por encargo de Ernesto Tornquist
en 1908. Allí incorporó a gran escala las por entonces novedosas
carpinterías de hierro. Otras maravillosas realizaciones fueron el ya
demolido Avenida Palace Hotel, el Gran Hotel Casino en Vértiz y Pampa; la
Casa Galmarini en Alsina 1867 y el parque de diversiones que motiva esta
nota. Inauguración
y comentarios periodísticos
La
inauguración oficial se realizó el viernes 3 de febrero de 1911 y fue
abierto al público al día siguiente. El diario La Nación de ese viernes
publicó una nota de cinco columnas con dos fotografías con los epígrafes
"Circo Romano" y "En
el parque japonés se realizó anoche la fiesta con que obsequiaba a los
miembros de la prensa el directorio de las exposiciones internacionales,
con motivo de la próxima inauguración. Orientado en la dirección del
Paseo de Julio, con ubicación dentro de las seis hectáreas de terreno
comprendidas entre la línea del ferrocarril Central Argentino, Callao y
Recoleta, aquel tiene tres entradas; In principal frente a la calle
Ayacucho, la de carruajes y automóviles con acceso al restaurant del Club
Japonés, correspondiendo la otra a Callao, inmediata a la falda sur del
volcán Fuji-Yama. De potra arquitectura japonesa, se destaca de
estas tres entradas la de Ayacucho que es una casita nipona con toda las
características de línea, colorido y luz que tan sugerentes hacen estas
viviendas asiáticas. Las otras dos, de construcción más sencilla pero
del mismo estilo, llaman igualmente desde lejos la atención por su gracia
exótica; la impresión que se experimenta una vez en el parque japonés y
la visión en primer término de la mole clásica del circo romano
contrastando con el fondo rocoso y bravío de la montaña del Fuji-Yama
que se erige sobre la orilla acantilada del gran lago, semeja una
maravillosa transposición n un paraje extraño y bello donde todos los
medios de solaz hubieran sido reunidos. El circo romano, reproducción del de la
antigua ciudad de los Césares, se levanta en primer término con sus
ciento veinte columnas, seis esfinges y los dos pabellones que flanquean
el escenario inmenso, abierto al cielo y en donde son posibles los
desfiles interminables de cabalgatas y comparsería por las dos rampas
laterales que desde los subterráneos ascienden a la arena. El circo tiene
capacidad pera 3500 espectadores sentados y el anfiteatro ofrece la
particularidad que desde cualquier punto de observación no se pierdo
detalle de lo que ocurre en la arena o en el escenario. Los palcos y los
asientos están construidos como el auténtico circo romano. El volcán
Fuji-Yama con su cráter entre nieves eternas se abre a considerable
altura sobre el nivel del gran lago y del lago menor. Esta montaña de dos
cumbres con una bese de cuadra y media está penetrada en sus vertientes,
hendeduras y abismos por los rieles de un servicio de dos coches cada uno,
llamados trenes panorámicos. Durante el recorrido de mil metros, se
penetra en toneles, se recorren valles, se ascienden cuestas, se deslizan
pronunciadas pendientes y siempre y en todo instante se experimenta la
sensación de un viaje aéreo atrevido. Dos lagos bañan la falda del Fufi-Yama,
el gran lago y el lago menor, con una diferencia de nivel de 0,65 metros,
lo que determina, por medio del canal subterráneo citado y un aparato
elevador, el movimiento continuo de las agua. Descuellan en el centro del
gran lago sobre mansa superficie surcada por canoas, los quioscos
japoneses de las islas de las Gueisas. Dando vuelta por la avenida
principal de los jardines y rodeándole circo romano hacia el norte, se
hallan las ruinas de Taj Mahal a la margen del lago menor donde se toma
pasaje en el tren panorámico y sobre el canal que luego cruza las
entradas del monte hasta comunicar, como se ha dicho, con el gran lago. En
estas ruinas empalma la línea de los botes del WaterChute con los trenes
del Fuji-Yama, según reza el rótulo de uno de los sillares. Estos
botes hacen un recorrido subterráneo y ondulado antes de salir lanzados
al lago menor, igual en longitud y duración al de los trenes. El Club
Japonés es una construcción de estilo nipón que habrá de ser el punto
de reunión para las clases elegantes. Llama la atención en el comedor de
invierno la reproducción exacta del templo Nico de Tokio. El pabellón de
música es de líneas graciosas y delicadas que se destaca en las
inmediaciones del club y frente a la casa de té (TiaYa). Aparte de otras
numerosas diversiones que tiene el parque japonés, como la reproducción
del terremoto de Mesina, donde se presencia desde el comienzo al fin el
desastre que aniquiló a esta ciudad, el círculo de la risa donde una
simple ley física es aprovechada para pasar un rato de hilaridad, riéndose
de los otros y de sí mismo, está la curiosa aldea indostánica
establecida en el extremo norte de los jardines con sus talleres y fábricas,
bazares y objetos de la India." Ese
mismo día, el diario
La Prensa[4] publica una nota
cuyo tono crítico se asemeja a una advertencia, que luego lamentablemente
se cumpliría, relativa a su futuro funcionamiento. Se titulaba
"Sobre una diversión pública. Conveniencia de realizar una inspección"
y decía lo siguiente: "Inspirada
en loables fines de seguridad pública, una persona entendida en tales
asuntos, nos ha hecho ver la conveniencia de indicar a la Intendencia
Municipal, la necesidad de realizar una detenida inspección técnica en
las instalaciones del local de diversiones titulado Parque Japonés, que
según se anuncia, se inaugurará mañana. Parece que la empresa que ha
construido los edificios de los citados jardines y que se prepara a
explotarlos por un crecido numero de artos, ha hecho caso omiso de las
ordenanzas a cuyos términos debe sujetarse esa clase de construcciones,
lo que entrañaría toda una serie de grandes y casi inevitables peligros
para el público, en caso de un siniestro. En primer lugar se ha hecho uso
y abuso de la madera liviana, lona y paja en las construcciones que
representan montañas del Japón, las cuales forman un verdadero dédalo
de pasadizos, corredores y estrechas galerías, todo destinado a la
circulación del público, en trenes denominados panorámicos e iluminados
con lamparillas de luz eléctrica. Después, no se ha consultado a nadie
para establecer el servicio contra incendios, el que según los
empresarios "de sistema norteamericano" y consiste en unos
cajones de madera forrados por dentro de zinc y colocados en el interior
de la montaña, por la que circulan unos pequeños trenes eléctricos.
(...)" Continúa
la nota dando detalles referentes a defectos del sistema hidráulico, que
considera no apto para utilizar en caso de incendios. Cuestiona además la
instalación eléctrica, advirtiendo que los cables fueron colocados sobre
la madera sin tubos aisladores con el peligro de un eventual
cortocircuito. Finaliza con una queja acusando de negligentes a las
autoridades municipales y exigiéndoles una inmediata inspección, como así
también el cumplimiento de las reglamentaciones vigentes. El
vespertino La Razón de ese mismo
3 de febrero comenta la inauguración oficial, ilustrándola
con una fotografía tomada desde lo alto. La revista PBT[5] del 11 de febrero hace mención a la
presencia del intendente doctor Joaquín de Anchorena y presenta una
fotografía del interior del parque, en la zona de la "Aldea Indostánica",
donde se aprecia a un conjunto de indostanos con sus correspondientes
indumentarias y atuendos. Caras y Caretas[6] exhibe dos fotografías, una del imponente "Circo Romano" y
otra aérea donde se visualiza el "Tren Panorámico". El texto
derrocha elogios a su arquitectura y describe algunas particularidades,
por ejemplo que "... En el centro del "Gran Lago",
cuya superficie surcan canoas, se advierten los kioskos japoneses de las
"Islas de las Gueisas"... Cerca del club y frente ala "Casa
de Té" se encuentra el "Pabellón de música", de
graciosas líneas y excelentes condiciones acústicas..." En
lo referente al "Circo Romano", el artículo destaca que
"... los trajes, armas e indumentaria general que ostenta la corte
imperial constituyen una rara reproducción fidelísima de la verdad histórica,
que se extiende hasta la notable semejanza física del artista que
interpreta a César. La idea de esta obra genial se debe a un conocido
arquitecto, quien no ha descansado un momento hasta ver realizada su feliz
iniciativa, dotando a Buenos Aires de un parque espléndido, por el que ya
han desfilado, en sólo seis días, mis de 150.000 personas, y cuya
construcción ofrece la garantía de solidez y seguridad, que le preste la
inspección diaria ejercida en las obras por el ingeniero municipal señor
Iturbe. (...)" Es posible que este comentario haya surgido con
intención de disipar las opiniones críticas hechas -como
vimos- unos días antes por La Prensa. La
nota finaliza diciendo que "En opinión de muchos, el Parque Japonés
es mejor y más completo que el Coney Island, el Luna Park de París, o la
gran White City, de Londres, por cuyo triunfo merece el autor del
proyecto, señor Zucker, una entusiasta felicitación, que liaremos
extensiva al director general, señor Richard Savade, por el acierto
demostrado en la organización interna del parque". La
inauguración del 4 de febrero -la habilitación al público-
contó con notables avisos publicitarios en los medios periodísticos. La
Nación publicó uno a tres columnas por 23 centímetros y
La Razón otro a cuatro columnas por 25 centímetros, siendo el texto de
ambos muy parecidos. Numerosos avisos exaltando la variedad de diversiones
se sucedieron durante los días siguientes a la inauguración. La Nación
del domingo 26 de febrero publica uno de grandes dimensiones, a seis
columnas por 26 centímetros, que llama la atención porque se ofrece un
premio en libras esterlinas en un concurso de trajes asiáticos. Y el
precio de la entrada ya no es de 50 centavos sino de un peso. Un
accidente Antes
que el maravilloso parque cumpliera su primer mes, quizá por alguna de
las razones que advirtiera La Prensa, se produjo un incendio que pudo ser
rápidamente sofocado y felizmente no cobró víctimas. Se inició
aproximadamente a las 0.40 de la madrugada del viernes 13 de marzo. A1
respecto, La Razón de ese mismo día dice que el posible origen del
siniestro podría haber sido la falta de agua. El incendio destruyó
totalmente las instalaciones del local donde se exhibía el espectáculo
titulado "El terremoto de Messina", quemándose además
"... pequeñas barracas colocadas a espaldas del sitio donde se inició
el fuego, en las cuales funcionaban distintos juegos, como ser el
billar japonés, tiro al blanco, la pesca y otros... por un corto circuito
o falla en el simulador de fuego". Una
vez pasado este accidente sin consecuencias, el Parque Japonés con su
equilibrada conjunción de exotismo, fieras, ambientación japonesa, aldea
indostana, montaña rusa de 50 metros de altura y una tecnología de
avanzada para la época, que permitía efectos especiales, siguió
provocando el asombro de los porteños, gente del interior y hasta
turistas extranjeros. Toda esa presencia de personas de diversos orígenes
también daba lugar a un curioso fenómeno, ya que en las cercanías del
parque y en los lugares marginales del Paseo de julio, la noche nucleaba
prostitutas, cafishios y malandras. De allí la ironía de
"Garufa" cuando utiliza la expresión "... dice que sos un
bandido..." El
Parque Japonés en la literatura Según
refiere Horacio J. Spinetto en su trabajo "Retiro, testigo de la
diversidad", Raúl González Tuñón escribió en 1922 su hermoso
poema "Eche 20 centavos en la ranura" en el viejo bodegón I
Reí del Vini. Este poema da cuenta de la variedad de diversiones de este
pintoresco parque. Por veinte centavos introducidos en la mágica máquina
podían verse unas audaces "vistas" de hermosas mujeres gordas
que exhibían sus piernas en mallas, por supuesto enterizas... |
"Cien
lucecitas: Maravilla de reflejos funambulescos. Aquí
hay mujeres y manzanilla. Aquí
hay olvido, aquí hay refrescos. Eche veinte
centavos en la ranura Si
quiere ver la vida color de rosa" (...). |
Cabe
destacar que el músico y cantor argentino residente en París, Juan
"Tata" Cedrón, lo musicalizó y grabó en la década del
sesenta. Se
ha discutido acerca de los setenta balcones que inspiraron a Baldomero
Fernández Moreno su famoso poema. ¿Dónde están? ¿En Callao y
Corrientes? ¿Pueyrredón y Corrientes? ¿En Flores? Están frente al
sitio donde se encontraba el "Parque Japonés". El
escritor y periodista Roy Bartolomew se encargó de aclarar la confusión
aunque posteriormente, como luego se explicará, volvió a generarse. En
una nota publicada en La Nación con el título Los setenta balcones y
ninguna flor, ¿dónde?, relata que el 13 de junio de 1950 en el antiguo
local de la SADE en calle México se le entregó a Fernández Moreno el
Gran Premio de Honor. En su discurso de agradecimiento, el poeta habló de
lo efímero de todo, hasta de sus poemas, sobre los cuales indicó que
apenas sobrevivía uno, los "Setenta balcones y ninguna flor",
y según palabras de Baldomero, citadas por Bartolomew y confirmadas en
Introducción a Fernández Moreno por su hijo César, "Todo se
pierde, se escabulle, se evapora, y entre cientos y cientos de versos,
después de publicaciones, declamaciones, diríase que no sobrenadarán
más de dos ó tres peces tornasolados, qué digo, uno solo; los
"Setenta balcones y ninguna flor", ante cuyo anuncio se dibujaba
en mí una sonrisa de ardua interpretación. Setenta balcones, ni uno más
ni uno menos. Los de una casa nueva en Paseo de Julio, alturas del
primitivo Parque Japonés, contados una noche es fumosa, en compañía de
Pedro Herreros, desde un banco de piedras. Amigos, yo no soy más que el
autor de "Setenta balcones y ninguna flor." Este
testimonio tendría que haber cerrado la polémica, pero la confusión
volvió a generarse cuando más de un periodista, no bien informado,
citaba al edificio frente al Parque Japonés como ocupando "... el
sector donde hoy se alza el Sheraton Hotel", es decir refiriéndose
al "Nuevo Parque japonés". Arias
Divito creía que el edificio Femenil, de Rivadavia al 5800 había sido el
inspirador, porque en esos años el poeta vivía en San José de Flores y
consideraba que no sería extraño que a diario pasara por allí, aunque
el edificio de marras fue construido posteriormente a la concreción del
poema. Es
cierto que la mayoría de los porteños creen -y en consecuencia
"han determinado"-, que el edificio sería el de
Corrientes y Pueyrredón, en el barrio de Balvanera. Un simple recorrido
por los balcones de este hermoso conjunto nos dará con seguridad, más de
setenta balcones. En
un relato que apareció publicado en 1986, Adolfo Bioy Casares hace una
mención interesante, por su descripción, de esta ámbito en el momento
de iniciarse los graves episodios de la "Semana Trágica" de
enero de 1919. "...En cuanto al año, no caben dudas: 1919. Los
muchachos no sabían qué hacer y decían que en la ciudad no había un
alma, porque algunos amigos ya estaban veraneando. Salcedo convino en
que el Parque Japonés quedaba cerca. Agregó: -Será cosa de
ponerse el rancho e ir en fila india, buscando la sombra.- ¿ Están
seguros de que en el Parque Japonés funciona el Nóumeno?- preguntó
Arribillaga. Carlota dijo que sí. El Nóumeno era un cinematógrafo
unipersonal, que por entonces daba que hablar, aún en las noticias de
policía... Vale la pena costearse -dijo Arribillaga- para
hacernos una opinión sobre el asunto. Entraron en el Parque Japonés.
Arturo advirtió con cierto alivio que nadie Encontramos
en los Cuentos Completos de Silvina Ocampo, editados por Emecé el trabajo
titulado "La casa de los tranvías", donde la singular escritora
relata a través del personaje principal, un mayoral, que "...desde
ese día la cartera dormía debajo de la almohada y las noches fueron
angustiosas, llenas de sueños de rieles venenosos enroscados alrededor de
su pescuezo en el Parque japonés." Francisco
García Jiménez, desde la nostalgia escribió: "...El amplio jardín
de diversiones estaba instalado en ese bajo entre Recoleta y Retiro,
comprendido por el final de las calles Callao y la prolongación de Junín,
hasta llegar a las vías del entonces ferrocarril Central Argentino...
Ninguno corno aquel Parque Japonés de nuestra nostalgia, que la empresa
Tornquist (después Seguro) realizó tomando como modelo las ferias de
atracciones de Europa y Nortemérica. Desde la "montaña rusa"
con su vertiginoso trencito de ascensiones, curvas y descensos terroríficas,
hasta el jolgorio de sus espejos deformantes; desde el "cafe-walk"
al disco de la risa; desde la rueda gigante al "lago misterioso y de
la sugestiva adivina al fakir del increíble lecho de clavos de punta que
el visitante encontraba al paso todas esas excéntricas distracciones en
las que el ingenuo entra con el aire avisado del listo, y el listo no
tiene inconveniente en pasar por ingenuo. Inofensivo sofisma que, como
estilo de vida, sería la solución de muchos problemas de la humanidad, sí
no fuera que el sofisma juega solamente en el "flanco" despreocupado de
una feria de diversiones. El Parque japonés que ofrecía todas esas y
tantas más, durante las noches de la semana entera y las "matinées"
del domingo, con extraordinario aporte popular y especialmente de gente
menuda, tenía renos nocturnos "jueves de moda", que, más que
por un afán taquillero de la empresa, eran "de moda" por
imposición de una selecta concurrencia que había dado en frecuentarlos.
En esos jueves veraniegos se lucia merecidamente, en el muy expectable
quiosco musical del parque una banda de eléctrico repertorio".[8] Del
Diario de Antoine de Saint Exupery extraemos: "15
de diciembre de 1930. Mis amigos y sus esposas nos han invitado a Consuelo
y a mí a pasear por el Parque Japonés. Había allí gran cantidad de
gente, especialmente niños. Me atrajo su construcción con moderados
toques de exotismo oriental. Hay en el centro un Lago Menor y un Gran
Lago, y ente ellos, se levanta una réplica del volcán Fujiyama. que
tiene unos toneles por los que pasa el famoso trencito. En el centro del
Gran Lago, donde pudimos navegar en canoas, se encuentran los quioscos
japoneses de las islas de las Geishas. Dentro del Fujiyama hay un estanque
interior con grutas de estalactitas y estalagmitas. También visitamos la
réplica del Circo Romano. Los juegos que más nos impresionaron fueron el
looping de loop, desaconsejado para personas impresionables, el juego de
las olas, el terremoto de Messina y el famoso water chute, donde en un
carrito nos lanzamos por una pendiente al agua de un lago
artificial. Consuelo no quiso volver sin antes disfrutar de las pistas de
baile, animadas por orquestas de tango".[9] Un
testimonio De
los casi veinte años de vida del Parque Japonés quedan muy pocos
testigos. Es muy difícil encontrar testimonios, pues se hacen necesarios
diferentes factores, como tener más de ochenta años, haber estado en
Buenos Aires y gozar de buena memoria. No obstante, pudimos hablar con
una personar que tenía trece años cuando el Parque Japonés ya estaba
por desaparecer. Además de recordar la montaña rusa y las lanchas del
lago, nos dijo que la entrada daba derecho a un juego gratis, pero como
no estaba aclarado, más de una persona no la utilizaba, "y ahí estábamos
los chicos en la puerta del parque para pedir la entrada, ya inútil
pero que nos permitía disfrutar de un juego; cuando teníamos varias,
entrábamos". El
final
La
concesión municipal original caducó en 1925 y el parque continuó
funcionando con un permiso precario. Nada anormal sucedía. Cinco años
después, en el mediodía del 26 de diciembre fue destruido por el
fuego. Ya no se trató de un incendio menor sino total. Las causas que le
dieron origen jamás fueron aclaradas. La
Nación del sábado 26 de diciembre nos refiere que "La Montaña Rusa
Del Parque japonés Fue Destruida Por Un Incendio Que Estalló En La Mañana
De Ayer" y al
comentar el hecho descarta que se debiera a causas de origen eléctrico.
La Prensa del mismo día lo hace titulando que "Un Violento
Incendio Que Se Declaró Ayer A Mediodía En El Parque Japonés, Destruyó
En Parte La Montaña Artificial Por Donde Circulaba El Tren Eléctrico",
invalidando también la hipótesis del origen eléctrico del siniestro,
informando en cambio que "el fuego pudo iniciarse a consecuencia de
haberse desprendido una chispa de alguna de las locomotoras del
ferrocarril Central Argentino que realizan maniobras por las vías próximas
a la montaña...". También
el diario vespertino Crítica titula la noticia en primera plana, "Se
Incendio Hoy El Fujiyama -Es la célebre Montaña del "Parque Japonés", dejando para el interior una extensa nota
encabezada "Ha Desaparecido Un Pedazo De Nuestra Historia
Emocional". Durante
el año entrante, 1931, permaneció como parque abierto, hasta que en 1933
se demolió el "Teatro Romano". Luego, en 1939 aparecería el
nuevo "Parque Japonés" y en 1960 el "Ital Park". Pero
esos parques, también desaparecidos, ya corresponden a otra historia y a
un Buenos Aires diferente. Bibliografía
GOBELLO,
José y Bossio, Jorge A. Tangos, letras y letristas I. Editorial Plus
Ultra. LUQUI,
julio A., La Recoleta, apuntes sobre el barrio. Cuadernos del Águila.
Fundación Banco de Boston. SPINETTO,
Horacio J., Retiro, testigo de la diversidad. Instituto Histórico de la
Ciudad de Buenos Aires. Cuaderno N° 3. Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires. Diario
La Nación. Años 1911 y 1930. Diario
La Prensa. Años 1911, 1930 y 1983. Diario
Crítica. Años 1911 y 1930. Revista
PBT. Revista
Caras y Caretas. Notas
[1]
- Actual Avenida del Libertador. [2]
- SOLIÑO, Víctor, 1967, Mis tangos y los atenienses, Montevideo,
República Oriental del Uruguay, Editorial Arca. [3] -
GOBELLO, José, Nuevo diccionario lunfardo, Buenos Aires, 1994,
Ediciones Corregidor. [4]
- Diario La Prensa, Nro. 14.714, Buenos Aires, viernes 3 de febrero
de 1911 . [5]
- Revista PBT, Nro. 324, Buenos Aires, 11 de febrero de 1911. [6]
- Revista Caras y Caretas, Nro. 645, Buenos Aires, 15 de febrero de
191 I. [7]
- BIOY CASARES, Adolfo, "Nóumeno", en Historias
desaforadas. 1986.Tomado de la página www.literatura.org/Bioy/noumeno/html
(junio de 2003). [8]
- GARCÍA JIMÉNEZ, Francisco, Así nacieron los tangos. [9]
- Tomado de http://saint-exupery.com.arld¡ario.htm, junio de
2003. [10]
- Testimonio del señor Serafín Oterino, que agradecemos. |
por
Otto Carlos Miller
Este artículo fue publicado, originalmente, en “Historias de la Ciudad – Una Revista de Buenos Aires” (N° 22, Agosto de 2003)
Se reproduce en Letras-Uruguay autorizado por el autor
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