“Me emociona que este concierto sea en un lugar emblemático de la resistencia de los artistas durante la dictadura”, advierte sobre ese lugar remodelado, que se mantiene en ese pasaje escondido en plena Corrientes y Callao. Además de su banda –Mauro Cambarieri, David Bensimón, Christian Faiad, Fede Montero y Daniel Bugallo– la acompañarán varios músicos invitados: su hijo David Telson, Machito Ponce, a quien suele invitar a rapear, el pianista y compositor Juan Absatz. “Será una fiesta para nosotros”, dice la cantante repasando los temas que sonarán en el concierto, que incluirán viejas canciones –un par de Metrópoli–, otras de su disco solista, y otras del disco que ya está grabando, “partes del rompecabezas de mi vida”.

Estará, por ejemplo, “En camino”, la canción que Isabel escribió con Gustavo Cerati y Charly Alberti. También “Canción del ángel”, que Luis Alberto Spinetta hizo sobre la letra de un poema del abuelo de Isabel de Sebastián: Rafael Alberti. Y un tema de Leonard Cohen que hoy suena como homenaje, “Toma este vals”: “Es sobre ‘Pequeño vals vienés’, una poesía de Lorca, pero Cohen le hizo la versión en inglés, ‘Take this waltz’. Después Enrique Morente, que vivía muy cerca de la casa de Lorca y nunca se había atrevido a musicalizarlo, al escuchar la versión de Cohen la pasó al español… es toda una voltereta cultural”, cuenta la artista, recordando que la admiración de Cohen por Lorca lo llevó a ponerle este nombre a su hija.

“La obra de Cohen me es muy cercana y su muerte me causó una sensación de tristeza pero también de celebración, porque cuando un artista muere su obra se agiganta y pasa a ser de todos. Queda como algo para atesorar ante la ausencia del artista. Y en este momento donde está tan pateado el tablero, donde el mundo no nos ofrece ninguna certeza, las canciones de Cohen nos hacen sentir un universo en común y nos regalan una profundidad de campo que creo que enriquece mucho un momento tan difícil”, reflexiona De Sebastián, trayendo a la charla el muy reciente triunfo de Trump como dato.

–Viviendo en Nueva York, ¿cómo lo vivió?
–Con la certeza, la confirmación, de que es muy importante, hoy más que nunca, estar atentos a los vínculos y a la creación artística. Porque ahí es donde encontramos cierta calma, cierta claridad, y sin duda algunos artistas son visionarios. Siento que estamos en un momento que es un poco  como las comparsas: dos pasos para adelante y uno para atrás. Creo que estamos en el paso para atrás y que hay que ser optimistas. Como mujer no puedo dejar de ser optimista: hace poco más de cien años una mujer no podía tener una cuenta de banco y hace un poco más de sesenta años existía la segregación en bares o en ómnibus en los Estados Unidos. Entonces pese a estas situaciones que nos confunden y nos hacen tambalear, como la elección de Trump, sigo apostando a la creación artística y a la solidaridad.
 

–Usted fue parte de momentos fundantes del rock argentino. Territorio de hombres, si los hay. ¿Cómo se movió en ese territorio?
–Creo que tenemos el machismo tan naturalizado, o mejor dicho, la masculinidad tóxica, y creo que esto no es mujeres versus hombres, sino la reflexión de cada uno, mujeres y hombres, sobre la masculinidad tóxica y la buena masculinidad. Digo que está naturalizado porque en los 80 no me daba cuenta, me preguntaban y yo decía que no lo sentía. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que en realidad siempre las mujeres hemos sido de alguna manera chicas del coro. Sin ir más lejos, yo gané el Gardel 2014 por mejor álbum pop femenino, que me fue entregado a la tarde en la confitería Ideal, mientras a la noche se entregó el mejor pop masculino, en la ceremonia televisada. Pasó lo mismo con tango y folklore. Cuando fui a la noche al Gran Rex, le comenté a la gente que estaba a mi lado que habían pasado dos horas y media y no se había subido una sola mujer al escenario, ni a tocar ni a recibir un premio. Nadie se había dado cuenta. La invisibilización de la mujer en la música en la Argentina tiene proporciones notables: en cualquier otro país donde yo haya estado las mujeres ocupan una parte muy importante de la industria. Aquí eso no ocurre.
 

–No hay que remontarse a los 80 entonces. ¿Habrá influido en que recién después de muchos años lanzara un disco solista?
–No creo, eso tiene más que ver con que soy muy lenta para componer, algo tímida para presentarme, y me he dedicado a muchas cosas en mi vida, porque soy curiosa, y aventurada. En ese sentido le escatimé un tiempo a la música.
 

–¿Qué diría que conserva hoy, como influencia o como esencia, de aquellos comienzos rockeros?
–La sensación, ya casi física, de que el cielo era el límite, de que todo podía ser un objeto de juego y de expresión. Me quedo con el vuelo y la dignidad de Luis Alberto, con la capacidad musical de Gustavo Cerati, la rebeldía anti sistema de los Redondos, la frescura de las Bay Biscuits, y me estoy olvidando de muchos... Estábamos en las catacumbas en los 80. Ahora, por una cuestión económica, no solo del país sino también de la crisis tremenda de esta industria de la música, volvemos a las catacumbas. Por suerte, se han hecho grandes cosas en los márgenes. Así que quizás tengamos la suerte de que vuelva a existir un momento de estallido cultural como el que hubo en aquella época.