CESBH Universidad
de La Habana Centro
de Estudios de Salud y Bienestar Humano Maestría de Bioética |
TRABAJO FINAL DE CURSO SOBRE CALIDAD DE VIDA |
Muerte y Calidad de Vida |
La
muerte nos recuerda que estamos hechos para la vida, porque está no será
posible sin aquélla,
pero también nos recuerda que hay un tiempo cuya duración ignoramos,
durante el cual hemos de despertar cada mañana y decir: “Buenos días
vida; hoy voy a vivirte, no puedo evitarlo, por que mi propia muerte hace
que lo desee” Ríos Martín |
¿SE
PUEDE AYUDAR A VIVIR LA MUERTE?: Síntesis Haciendo
lectura a la obra de Alfredo Guevara acerca de la herejía revolucionaria,
comprendí a través de su discurso,
que ésta no es más que una actitud ante la vida, una actitud de búsqueda,
de inconformidad con lo que se tiene ante los ojos, como voluntad de
perfeccionamiento o de descubrimiento de otros planos de la vida y del
pensamiento, esta reflexión la incorporé al espíritu que marca mi
trabajo, pues me dio tranquilidad para ser herética o disconforme con una
mentalidad tanatofóbica que reproduce estereotipos que niegan la muerte
hasta el punto de hacer todo lo posible por apartarla de la sociedad, a
decir de Max Scheler: “rechaza
atemorizado hasta el temor a la muerte”. La
muerte es el precio que paga la vida por el incremento de la complejidad
estructural de un organismo viviente. La investigación biológica ha
demostrado que aún los organismos vivientes más simples alcanzan un
grado de complejidad que suscita el asombro del lego. Pero de la fauna que
habita la biosfera que rodea al planeta Tierra, los seres humanos somos
los únicos en advertir que han de morir, que la muerte ya arrastró a
innumerables generaciones anteriores, y es precisamente esta conciencia
humana de la inevitabilidad de la muerte lo que conlleva a un interés
marcado en ella. En
la historia de la humanidad el concepto de la muerte ha sido abordado por
innumerables disciplinas, prácticas y saberes ; atravesando
por cosmovisiones y representaciones que han ido dando forma a diversas
construcciones sociales alrededor del mismo, construcciones que emigran
desde asumir la muerte como un tránsito a la vida eterna (transmigración,
reencarnación y resurrección) hasta los que la asumen con el fin de la
vida. Es
natural que para los que piensan que el ser humano vive y muere una sola
vez sientan temor a ella, saber de nuestra finitud nos conlleva a rechazar
todo lo que se relacione y tenga que ver con el fin de nuestra
existencialidad, hasta tal punto que no nos detenemos a pensar “claro
en lo oscuro” Sin
embargo a decir de Ríos Martín: “la
muerte nos recuerda que estamos hechos para la vida…”, entonces
¿podremos ayudar a vivir la
muerte? DESARROLLO Según
el Profesor Ricardo González Menéndez una trágica epidemia se expande
por los países industrializados, con posibilidades de convertirse en
endemia y trascender en breve al tercer mundo. Este flagelo, de carácter
emergente, todavía parcialmente oculto, de pronóstico catastrófico,
tiene como mecanismo patogénico la erosión progresiva del marco
interpersonal de la gestión de salud y afecta tanto a los profesionales y
técnicos, como a los pacientes, sus familiares . Este
hallazgo, a decir del eminente profesor, de carácter clínico-sociológico
es la más cruda tendencia de los profesionales y técnicos de la salud a subvalorar
el significado del humanismo, la espiritualidad y la ética en su gestión. Relata
el profesor en su artículo que cientos de milenios antes del surgimiento
del hombre, resulta esperable que algún australopiteco avanzado sintiera
compasión ante la enfermedad de otro prehomínido y optara por sentarse
junto a él, para protegerle, alimentarle y esperar su curación o su
muerte. Este sentarse junto al enfermo o herido, era el único medio a su
alcance para expresar, mucho antes de que apareciera la conciencia, el
pensamiento abstracto y la palabra, su alta sensibilidad
“australopiteca” y su incondicional disposición de ayuda.
En
este esbozo, estaban ya presentes las tres condiciones indispensables para
el desarrollo exitoso de la labor médica: el humanismo, la espiritualidad
y la ética. He
querido comenzar con estas reflexiones del respetable profesor Ricardo
Gonzáles, por que en primer lugar, las hago mías en el sentido de que me
identifico totalmente con ellas, y me permiten reflexionar en la tesis que
sólo valorando al hombre en su esencia bio-psico-social-espiritual , es
que podremos asumir la muerte desde otra perspectiva, a pesar de estar
consciente de su inevitabilidad, de la irreversibilidad del fenómeno,
pero asumiéndola lo más humanamente posible para poder ayudarla a vivir
de una mejor manera. Cuando
comenzamos a estudiar al hombre desde las perspectivas de las llamadas
Ciencias de la Vida, encontramos un marcado acento en su condición biológica,
se contempla al hombre como un complejo sistema de órganos, muy bien diseñados
y estructurados, del cual somos responsables para su buen crecimiento,
desarrollo, funcionabilidad, sin embargo, evidenciamos una ausencia de la
trascendencia de los componentes sociales, psiquicos y espirituales para
este buen devenir. No
obstante, pensemos que los que nos hace ser únicos e irrepetibles en el
universo e incluso tener la conciencia de finitud y poder indagar,
explorar sobre los dilemas de la vida y por que no también de la muerte
es la condición de que además de biológicos somos sociales, sin
embargo, el fraccionamiento experimentado en nuestro saber ha sido el
responsable de la carencia del enfoque holístico e integrador esencial a
la hora de ubicar la dimensión humana. Y
de esta necesidad, de no solo decir, sino de hacer y de pensar en el
hombre en toda su complejidad, es que surgen los nuevos saberes que como
esencia buscan y propician el dialógo, como elemento mediador e
unificador de la ciencia
postmoderna, dentro de la cual la Bioética tiene una significación
especial. La
Bioética surge de la necesidad de afrontar conflictos y dilemas que desde
una perspectiva positivista no se podían discutir y mucho menos resolver,
dentro de estos conflictos que son tan antiguos como el mismo hombre, pero
que a medida que se perfecciona la sociedad se hacen mayores y complejos
tenemos a los dilemas en torno a la muerte y como asumirla. Sin
lugar a dudas, con la revoluciones tecnológicas
se desarrolló la ingeniería genética, la transplantología, el
estudio del genoma humano, la fertilización in
vitro, y la aparición de fenómenos como el alquiler de úteros, el
tráfico de órganos, la compra de sangre, la definición de muerte
cerebral, las técnicas de resucitación y de mantenimiento de las
funciones vitales. Parecía
que con el advenimiento de la modernidad y sus grandes pilares: los nuevos
paradigmas científicos y epistémicos, la nueva visión del hombre, su
necesidad de libertad e igualdad, se habían dejado atrás cosmogonías y
visiones que hacían del hombre un elemento más, sin embargo, la praxis
ha demostrado, que el hombre no ha sido capaz de controlar su inteligencia
en la medida que, cada vez más, se distancia de su verdadera esencia, la
de ser humano y ser depositario de un gran contenido de espiritualidad. Es
precisamente esta ausencia de espiritualidad y humanismo, uno de los
componentes (aunque no el único), que no ayudan afrontar la muerte desde
una visión de vida. Concuerdo
totalmente con aquellos que aseguran que si es necesario el cuidado de la
vida, también es una necesidad el cuidado de la muerte, se debe asumir la
muerte como lo que es, la etapa final de la vida, pero necesariamente a
través de ella. Mientras
asumamos a la muerte como un fenómeno ajeno a nuestra vida y no como un
componente más de ella, no podremos reflexionar sobre como asumir la
muerte de una manera más digna, más personalizada, más existencial, y
es que precisamente el temor a la muerte nos sigue dominando, aun cuando
pensemos que estamos ya despojado a tales temores y fobias, lo que sin
lugar a dudas, ha cambiado a mi entender, no es la fobia a la muerte sino
la manera que la estamos enfrentando, a menudo cuando un paciente está
gravemente enfermo se le trata como a una persona sin derecho a opinar, no
se tienen en cuenta sus sentimientos, deseos, valores, y sin embargo, nos
olvidamos que tiene derecho a ser escuchada; si nos trasladamos por un
instante al ambiente hospitalario estamos atentos y preocupados por
todas y cada una de sus funciones vitales y no por él como ser humano,
tratamos en un intento desesperado de negar la muerte dado el caso y
trasladamos nuestro conocimiento a los equipos, porque nos son menos próximos
que el rostro de sufrimiento de otro ser humano que nos recordaría, una
vez más, nuestra limitación terrenal. Es
evidente que los enfermos sufren más, no físicamente quizás, pero sí
emocionalmente, por lo que el contacto interpersonal debe crecer, ser
mayor en este sentido y así estaríamos enfrentándonos a la realidad de
la muerte, aceptándola como tal. Dejemos
a un lado la llamada “cultura de la muerte” y las constantes y cada
vez más fuertes reinvidicaciones del derecho a la Eutanasia, sin lugar a
dudas, estos reclamos no son más que signos del fracaso de la “cultura
de la vida”, de la vida humana como valor fundamental. En
todo caso, la tarea que se nos plantea es ésta: ayudar al enfermo a
reencontrarse a sí mismo y a reencontrar su fe en aquel o en aquello,
mediante lo que su vida y su muerte pueden encontrar un último sentido.
“una
relación de naturaleza especial, entre una confianza y una conciencia”
Juan
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Lic. Ana Méndez Mariño
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