La crónica de una ciudad
desnivelada y colorida en algún rincón de Francia. Un
recluso (Benicio del Toro) convertido en pintor en la
prisión donde encuentra a una amante (Léa Seydoux) y a una
suerte de mecenas (Adrien Brody). Una movilización juvenil,
lanzada desde una cafetería, cuyo manifiesto y liderazgo son
disputados por una chica (Lyna Khoudri) y un chico (Timothée
Chalamet) en pleno amotinamiento. La participación de un
gran chef (Steve Park) en la operación para rescatar al hijo
(Winsen Ait Hellal) de un comisario (Mathieu Amalric). Tras
la muerte de Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray), editor de
The French Dispatch, el equipo de redacción prepara
los contenidos del último número de la revista. Para ello,
las secciones de ciudad, artes, política y gastronomía serán
nutridas por las plumas de Herbsaint Sazerac (Owen Wilson),
J.K.L. Berensen (Tilda Swinton), Lucinda Kremetz (Frances
McDormand) y Roebuck Wright (Jeffrey Wright) no sólo para
rendir un homenaje a su colega; también buscan reunir una
memoria de sucesos extraordinarios que definieron la urbe de
Ennui-sur-Blasé.
En entrevista con Susan Morrison (The New Yorker,
septiembre 2021), Wes Anderson (Houston, 1969) expuso que su
más reciente producción fue resultado de tres ideas: hacer
una película antológica, referirse justamente a la
emblemática revista The New Yorker y rodar en
Francia. Las tres motivaciones convergieron en un proyecto
que fue más allá de un filme pues el realizador también
contribuyó con la ideación del libro An Editor’s Burial
(2021), una recopilación de piezas periodísticas de
insignes colaboradoras y colaboradores del semanario fundado
por Harold Ross y Jane Grant en 1925. La selección de textos
ofrece pistas para comprender las referencias contextuales
del filme como el
relato periodístico de Mavis Gallant sobre el mayo de
1968 en París. A partir de esos referentes, La crónica
francesa amalgama identidades, estilos y relatos
inspirados en la personalidad y la obra de profesionales de
la edición y del periodismo como William Shawn, Joseph
Mitchell, Rosamond Bernier, James Baldwin y A. J. Liebling,
entre otros. Adicionalmente, el décimo largometraje del
director de Los Tenenbaums (2001) es una “película
francesa” tanto por sus locaciones en la ciudad sureña de
Angoulême como por las numerosas alusiones, también de
antología, a varios títulos clásicos de la cinematografía
gala.
Podría decirse que La crónica francesa es un
despliegue recopilatorio en múltiples capas. Cada uno de sus
niveles es como una antología de aspectos vinculados con el
cine del director texano, con sus inspiraciones temáticas
para el nuevo rodaje y con la historia cinematográfica. La
película antologa colaboradores de filmes muy distintivos de
la trayectoria del director: Robert D. Yeoman (fotografía),
Adam Stockhausen (diseño de producción), Andrew Weisblum
(edición), Milena Canonero (vestuarios) y Alexandre Desplat
(música). Luego, conjunta un reparto también habitual que
incluye a Bill Murray, Tilda Swinton, Owen Wilson, Frances
McDormand y Adrien Brody como protagonistas, así como a
Willem Dafoe, Edward Norton y Saoirse Ronan en una
compilación de cameos, además de primeras participaciones (Benicio
del Toro, Lyna Khoudri, Timothée Chalamet o Jeffrey Wright)
que llevan al límite el hábito del realizador de desplegar
grupos de personajes. También compila cuatro relatos
autónomos en una estructura basada en filmes como El
placer (Max Ophüls, 1952) que, a su vez, recolecta
distintas voces narradoras para acompañar cada una de las
historias. Hasta los reporteros y los textos ficticios son
una especie de mezcla compilatoria de rasgos de personalidad
y frases textuales o parafraseadas. Más relevante aún, la
visualidad hace una antología de la estilística del
realizador texano en un continuum rítmico repleto
de artesanía escénica analógica, atmósferas sonoras,
colectivos de personajes (¿el staff de la revista
como una familia, de nuevo, disfuncional?), autorreferencias
(simetría, reticulación del espacio, color pastel, cámara
fugaz sobre rieles, planos grupales, gags gestuales
y otros recursos Anderson S.A. de C.V. tan conocidos) y
referencias a filmes concretos de Jean Vigo, Julien Duvivier,
François Truffaut y Jean-Luc Godard.
El espíritu antológico del filme da lugar a un collage
que incorpora tres elementos de actualidad en el trabajo del
director de La vida acuática con Steve Zissou
(2004): la imagen en blanco y negro (que también reúne
distintas codificaciones), la amplitud expresiva de la
iluminación (como ese plano con textura de óleo de Hopper en
la oficina al final del segundo relato) y la multiplicación
enteramente barroca de objetos fílmicos en los escenarios,
pensados para dar identidad a la imaginaria Ennui-sur-Blasé,
cuya profusión amplifica el diseño de arte que vimos en
El gran hotel Budapest (2014) al tiempo que es apenas
superada por los 240 microsets de
Isla de perros (2018). La ausencia de cierto
silencio visual, por llamarlo de una manera, podría resultar
desbordante para quien vea la película una única vez.
Además, en los filmes más recientes del director, la
escenografía articulaba un ambiente en transformación que,
como en
Moonrise Kingdom (2012), progresaba en alianza
con la tensión in crescendo de la narrativa hacia
atmósferas inmersivas que enriquecían la experiencia del
espectador. Ahora, la presencia de cuatro relatos autónomos
deja del lado la cinemática atmosférica ya que, salvo por la
última historia, La crónica francesa se empeña más
bien en crear un lugar reconocible y creíble a través de la
ambientación.
En este filme, los atisbos actualizadores del estilo de Wes
Anderson no parecen desligarse de las temáticas implícitas
de las películas precedentes. Quizás, como en Isla de
perros (2018), volvió a ensamblar un filme sobre el
lenguaje: ahora, específicamente, sobre la palabra escrita y
su faceta de prosa periodística narrativa. Las múltiples
capas de lenguaje, que son paralelas a las múltiples capas
de las calles, escaleras y arquitecturas inclinadas de las
locaciones de Angoulême, están presentes todo el tiempo
mediante narraciones en voice over, palabras
escritas (en ropa, paredes, letreros, portadas, titulares,
señales, cartas, manuscritos, borradores o subtítulos
incrustados en las imágenes), canciones (“Aline”, por Jarvis
Cocker, por ejemplo) y diálogos en dos idiomas (inglés y
francés). Por supuesto, también hay lenguaje en la mímica
muda (que no silente) de las múltiples imágenes fijas y
fugaces de los personajes, en el diseño gráfico, en la
representación de codificaciones (el código Morse) y en las
convenciones fílmicas (película de época, documental,
film noir o película de aventuras). Pese a ello, el
collage antologador vuelve también, de algún modo, a un
motivo de El gran hotel Budapest al sugerir que hay
un lector, acaso dos (el editor-mentor y el colaborador que
lee de pie siempre cerca del primero), quienes visualizan
las piezas periodísticas leídas como la joven que imaginó la
obra de Stefan Zweig.
La alusión a la palabra escrita como motivo crucial para
hablar del potencial del lenguaje (ahora periodístico) abre
un nexo visualmente sorprendente entre el cine real
action y las películas animadas del creador de
Fantástico Sr. Fox (2009). En momentos específicos, la
película presenta a los protagonistas como si fueran
marionetas en stop motion en un tránsito,
imprevisible y momentáneo, de un modelo de cine a otro en el
que los vemos congelados-ralentizados, a la manera de
imágenes registradas con una cámara digital Phantom, con una
profundidad y un movimiento más bien acompasados que simulan
una colección de maquetas ideadas con el artificio escénico
del cine analógico. En ausencia de la transformación
atmosférica de los relatos, La crónica francesa
tiene fugaces metamorfosis de su régimen de imagen que
transitan por distintas materias mediante técnicas variadas
(blanco y negro, color, animación y escenarios dibujados) y,
sobre todo, a través de distintas codificaciones. Por
ejemplo, hay tres convenciones del blanco y negro: primero,
la separación del pasado (blanco y negro) y del futuro
(color) en el relato del artista recluso y la musa; después,
el efecto documental que da seguimiento a la protesta de
Zeffirelli y Juliette; por último, la estética noir
de la película de gánsteres con la retícula autoral de
Anderson con todo y sus referencias a Jacques Becker (La
evasión) y Henri-Georges Clouzot (El asesino vive
en el 21).
Más allá de la singularidad de las composiciones metódicas,
simétricas y disfrutables de la cámara de Robert D. Yeoman,
destaca la fluidez con que pasa de un régimen de imagen al
otro sin perder la impresión de continuidad gráfica en un
filme que repite (simétricamente, cierto) la evolución de
las secuencias como lo evidencia una colección de encuadres
simultáneos en proporciones diferentes; es decir, una suerte
de montaje sobre el espacio que parece ser uno de los sellos
de la era digital. La rítmica del filme es una misma en los
cuatro relatos (número igualmente simétrico) con un
tempo minimalista que proyecta la sensación de ambiente
propia del cine de época como sucede sobre todo en la
cafetería que vio nacer una movilización. No obstante, más
que la simetría, la dupla Andeson-Yeoman trabaja con la
iluminación para conseguir imágenes planas o profundas, con
textura y sin ella, o con sombras o luces, y con una serie
de variaciones más bien de estilos fundados en la poética
histórica del cine para dar lugar a la motivación de hacer
una “película francesa”.
Es posible que la base del filme sea el lenguaje corporal,
rítmico y espacial de Jacques Tati (Mi tío, 1958)
con todo y su casa explícitamente reelaborada en Ennui-sur-Blasé.
Además, hay de nuevo un remoto parecido con el cine de Otar
Iosseliani, que se magnifica debido al formato académico, la
retícula de las locaciones y la irrupción rítmica de
personajes en el plano. El bagaje cinematográfico de La
crónica francesa no sólo es ese repaso por la poética
del blanco y negro o la del cine francés: la visualidad
tiene paralelismos con el decorado de herencia de película
silente (como Méliès), de animación pionera con luz y sombra
(Reiniger) incrustada en el fondo de un escenario de teatro,
de planos multitudinarios con toque de realismo romántico (Renoir),
de imaginario fantástico dibujado (Zeman), de composición
fija y plana (Paradjánov), de imagen experimental (Anger),
de formato académico y color emotivo (Kaurismäki), entre
otras semejanzas quizás fortuitas o quizás intencionales.
Más que una intertextualidad explícita vemos una crónica de
estilos cinematográficos de distintas épocas adaptados a la
poética de Anderson S.A. de C.V.
En suma, La crónica francesa adapta la experiencia
de la narrativa periodística como una antología de ambientes
cinematográficos. El filme provoca que las evocaciones
inspiradas por los estilos de escritura de The New Yoker
sean plasmadas en referentes esenciales de una tradición
cinematográfica que, como la de Francia, también está
provista de numerosos estilos muy reconocibles. Si uno de
los puntos de partida fue rodar una película francesa, la
intención dio lugar a una ciudad ficticia que está
constituida por trozos de películas. Wes Anderson nos
conduce a pensar el cine como un lugar; en este caso, como
una ciudad imaginada que descubrimos y recorremos con la
mirada porque está presente todo el tiempo tanto en mapas o
palabras como en sus ambientaciones siempre cinemáticas.
Así, en su dimensión explícita, la película alude al
potencial evocativo de la palabra para homenajear las
cualidades de una escuela periodística con todo y frases
directas citadas en el guion. Su trasfondo, en cambio,
enmarca el homenaje al periodismo con la dinámica de un
espacio vivo en el que convergen el imaginario
cinematográfico y la fabulación visual de un director: Ennui-sur-Blasé.
Ficha técnica:
La crónica francesa
Título original: he French Dispatch (of the Liberty Kansas
Evening Sun)
Año: 2021
Duración: 108 min.
País: Estados Unidos
Dirección: Wes Anderson
Guion: Wes Anderson. Historia: Wes Anderson, Roman Coppola,
Hugo Guinness, Jason Schwartzman
Música: Alexandre Desplat
Fotografía: Robert D. Yeoman
Reparto: Benicio del Toro, Frances McDormand, Jeffrey Wright,
Adrien Brody, Tilda Swinton, Timothée Chalamet, Léa Seydoux,
Owen Wilson, Mathieu Amalric, Lyna Khoudri, Steve Park, Bill
Murray, Saoirse Ronan, ver 23 más
Productora: Coproducción Estados Unidos-Alemania; American
Empirical Pictures, Indian Paintbrush, Studio Babelsberg.
Distribuidora: Searchlight Pictures
Género: Comedia. Drama | Periodismo. Historias cruzadas |