Manos, de afectos, sobre una
pieza de encaje. Manos orquestales de un concierto
imaginario para las olas. Inciertas manos que cogen una rama
seca para tratar de alcanzar el territorio de la araña.
Manos, piel de mango blanco y estriado, que tocan a cada
rato al mundo cuando éste cobra forma de mar, hojas, flores,
viento, gato o caballo. ¿Se puede palpar con la mirada? ¿Se
puede mirar con las manos? ¿O son el tacto y la mirada una
sola entidad? Allá va, deambulando, colibrí ralentizado, Ida
Vitale (Montevideo, 1923). La que toca cuando mira y la que
mira cuando toca.
Lo que uno ve desde el comienzo del primer documental de
María Arrillaga (Montevideo, 1987), son las manos de Ida
Vitale. El eje del rodaje parecería muy simple: filmar a la
poeta viendo mirar. El propósito era distanciarse de la
imagen pública de la escritora de Procura de lo
imposible (1988) para concentrase en su sensibilidad y
curiosidad. No obstante, Ida Vitale (2023) no puede
reducirse a una colección de momentos de alguien que
solamente mira. Es, más bien, como una excursión alrededor
(y hacia adentro) de una forma de descubrir el mundo en la
cual convergen pies, ojos, manos, gestos y palabras. Es una
mirada completa. Una contemplación que ocurre con todo el
cuerpo porque la película teje un patrón, como el del
estampado de la cajita en que la poeta guarda un encaje,
realizado con los mismos actos: palpar, mirar, apalabrar; y
de nuevo; palpar, mirar, apalabrar.
En 2016, Ida Vitale volvió a Montevideo después de vivir
durante casi 30 años en Austin. Antes de saber que recibiría
el Premio Cervantes de Literatura (2018), pareció proponerse
algo: ordenar libros, fotos y notas, entre otros tantos
objetos y recuerdos, que resguardaba en cajas. Realizar una
mudanza y reclasificar cosas parecen dos actividades
ordinarias de no ser porque la poeta contaba con 93 años
cuando comenzó a emprenderlos después de la muerte de su
segundo esposo (Enrique Fierro). Durante cuatro años, María
Arrillaga siguió este proceso. Sus abuelos, María Inés Silva
Vila y Carlos Maggi, fueron integrantes de la llamada
"Generación del 45". La trayectoria de Vitale pertenece a
ese periodo de las letras uruguayas, pero esta clase de
datos no le interesaron a la directora pues su cometido fue
crear una experiencia próxima a la que vivió con su familia
cuando descubrieron la forma de ser y "poetizar la realidad"
de Ida Vitale.
Para alejarse de la monografía biográfica, la película
producida por Inés Vázquez (Byobu) explora estrategias
documentales observacionales y poéticas. No hay entrevistas
ni un texto que acompañe las experiencias. Esto no significa
que pase por alto la obra de la poeta. Más bien, su edición
amplifica una pregunta que parece residir entre los versos y
las disertaciones de Vitale: ¿es posible ordenar el mundo?
Arrillaga encontró una respuesta en unas líneas: "el mundo
es caótico y, por fortuna, difícilmente clasificable, pero
el caos […] ofrece la tentación del orden". A partir de
ello, el montaje propone un recorrido lúdico por el "más
inocente" de las formas de ordenar: el alfabeto. (A)londra,
(b)urro y (c)onejo van al principio; hacia el final, (x)ilofón,
(W)atts e (í)ndice. Un sistema, también inocente, de viñetas
cinematográficas con cámara en mano introducido por un
alfabeto de creciente desorden. La propuesta formal de una
película que no quiere clasificar la experiencia de Vitale.
En el documental de Arrillagalas viñetas son azarosas, pero
el montaje no lo es del todo. Su discurso no semeja un
entramado de poesía y realidad, como lo ha descrito la
producción. Parece, más bien, una interlocución entre
exterioridad e interioridad. Vitale es extrínseca cuando
reflexiona o recuerda; su pensamiento es tangible
especialmente cuando remite a la memoria o los aprendizajes.
En cambio, la poeta es intrínseca cuando deambula, observa o
palpa porque su mirada se fusiona con las cosas mientras
comienza a buscar explicaciones. Al final, su labor es
brindar nombres. Ida Vitale es una película de dos
viajes. Aquel que emprendieron la poeta, su familia y la
directora por Uruguay, Colombia y España en una suerte de
gira en torno del Premio Cervantes; y aquel que emprende el
espectador hacia la mirada de Ida. Es una dinámica en la que
el palpar-mirar-apalabrar sugiere un vaivén entre el
exterior y el interior de un temple connaturalmente lírico.
En esta película, Ida no es la figura pública ni la persona
cotidiana, sino una tentativa de palpar-mirar-filmar a la
persona interior.
En el filme, Vitale siempre
está en el presente. Sólo que vive ese tiempo de dos
maneras: estática y dinámica. Otra dualidad que la cámara de
María Arrillaga registra según el ritmo de la protagonista.
Cuando la autora de Léxico de afinidades (1994)
está quieta, escuchamos un presente que mira al pasado y la
imagen se viste de inmovilidad. Vemos palabras archivero o
evocaciones fotográficas entre cajas repletas de libros y
recuerdos. Cuando la escritora deambula, el presente está
hecho de percepciones y la cámara de andanzas over the
shoulder o relieves de gestos y manos. Es, además, un
presente que apunta al aquí y ahora. Una bitácora de
asombros y especulaciones ante una "rarísima" caja o una
palabra con Ñ, o en el encuentro con inmutables arañas o
caballos agotados en alguna calle donde palpita un violín.
Con estas distintas estrategias, Arrillaga consigue separar
la mirada cinematográfica de la lógica mediática. Este
atributo depende de decisiones muy sencillas como registrar
el protocolo de una premiación a distancia o dejar
parciamente fuera de campo la disposición de un espacio para
una presentación pública de poemas. A pesar de ello, el
minimalismo de las imágenes ofrece algunos planos
reiterativos si pensamos que la película articula tres tipos
de escenas más o menos similares con Ida en el archivo de
cada, Ida en tránsito observacional, y fragmentos de la
poesía de Ida. La película conforma así una dialéctica de
tema-variación en la que, hacia la segunda mitad, podrían
haberle faltado otras mutaciones de no ser porque su
disposición se va transformando por las invenciones verbales
de la propia poeta. Invenciones que lo mismo aparecen en
pertinentes insertos abstractos que recuperan en pantalla
poemas como "Compleja brevedad china" o dichos como aquel en
que Vitale nos recuerda que la memoria puede ser selectiva
porque ella nos elige.
Más allá de su plan cinematográfico, Ida Vitale es
un filme asido a la persona de la que se ocupa. Voluntad
curiosa e ingenua. Tacto permanente. Pies de ojos porque el
deseo de ver siempre llama al deambular. Alfabeto cotidiano
que, tercamente, busca clasificar papeles, cajas y fotos
para tratar de superar distintos desórdenes. Actos, gestos,
afectos, cuerpo, rostro, voz. Ésta, especialmente, en el
trecho final cuando la autora de "Colibrí" empieza a poblar
la pantalla de meditaciones. Ida hace la película que
Arrillaga propuso y cuya labor, nada sencilla, fue acercarse
a una noción de lo factual que la propia poeta nos descubrió
andando por alguna calle: "La realidad también son dos
momentos: el momento en que uno lo vive y el momento
infinito en que uno lo recuerda". Escritora y cineasta han
vivido empáticas situaciones de viaje que el cine ha podido
convertir en una remembranza perdurable, simpática, como
experiencia para las audiencias.
En las primeras escenas de Ida Vitale, la poeta
examina a una araña de abdomen avispado con franjas negras y
amarillas. La inmovilidad de la criatura suscita preguntas.
"¿Estará viva? ¿Estará digiriendo la mosca?". También
suposiciones, de falsa taxonomista, sobre cuál es la boca y
cuál el trasero. Observaciones puntuales: "está hecha por
tramos; debe tener ojos adecuados a las necesidades". Uno
podría pensar que las personas que escriben poesía son
sabias, pero la duda y el asombro de Vitale ante un arácnido
apuntan a que la lírica está impulsada por voluntades
ingenuamente curiosas que, azarosamente, redescubren las
cosas. La poesía no es cognición; es experiencia reconocida.
Momento en que alguien se encuentra en algo. Es mirar y
tocar el mundo para re-mirarlo y re-tocarlo con nuevos
órdenes alfabéticos. En el documental de Arrillaga, Ida de
alguna manera está hecha por tramos de palabras sueltas y
caprichosas como los trazos de la araña. Estas viñetas del
presente insinúan que la poeta también tiene una mirada
adecuada a las necesidades. Brío inmutable de quien conoce
el mundo a través de atisbos, no para ordenarlo, sino para
asignarle un lenguaje. Por eso, la centenaria Ida, como el
artrópodo, "sigue en lo suyo".
Ficha técnica
Ida Vitale / Uruguay, 2023 / Dirección: María Arrillaga /
Guión: María Arrillaga. Fotografía: María Arrillaga. /
Música: Sylvia Meyer. / Sonido: Inés Vázquez. / Montaje:
María Arrillaga. / Diseño de sonido: Daniel Yafalián. /
Diseño gráfico y títulos: Martín Batallés y Gabriela Costoya.
/ Producción: Inés Vázquez para Byobu. / Con Ida Vitale /
Duración: 81 minutos |