Penteo cinematográfico, como
en el mito griego, el joven germano es despojado de toda
certidumbre. A la muerte del balsero sobreviene una letanía
de extrañezas: furia dolida del hijo; pueblo atemorizado por
un difunto que clama venganza para su cadáver en deshonra;
presunta transmutación del cocodrilo; juicio en lengua
vernácula; desaparición del vástago que con pistola en mano
buscó recuperar el cadáver del ser querido; sentida
metamorfosis del río-hombre en hombre-río y de vuelta;
momentos todos de inexplicable sucesión apenas intuida donde
no importa el argumento de la desventura, sino las
interlocuciones de miradas, los contrapuntos de curiosidad y
recelo, y la dramaturgia del paisaje.
El río solía ser hombre logra alcanzar la belleza
clásica debido a su poética romántica de planos generales,
tímidas pinceladas impresionistas y plástica minimalista de
extensiones naturales y navegaciones. El único atrevimiento
que hizo falta a este filme fue romper con la lógica del
mito occidental. Aunque evoca el encuentro de dos
civilizaciones para mostrar lo inconcebible y lo
irreconciliable, recurre a una estructuración heroica que
es, a final de cuentas, el modo supremo de interpretación
narrativa en Occidente.
A pesar de ello, la
excepcionalidad auditiva y la tensión de los giros
argumentales convergen en una capacidad productora y
reproductora del ambiente que busca la captación de la
experiencia antes que la sucesión dramática. El momento más
significativo de esta expresión ocurre cuando el
protagonista está cubierto de noche. La negritud del fuera
de campo invade el encuadre de modo tal que todo allí puede
ser proyección imaginaria. La casi anulación del ambiente
visual no se concreta porque el sonido persiste, pero sí da
cuenta de una tensión racional que hace visible la terca
necesidad de dar explicación a todo. Allí se manifiesta la
enajenación de una cultura que se niega a aceptar las
fantasías; el embeleso absoluto de esta crónica de visiones
y contemplaciones que nunca podrán ser documentadas con
certezas.
Y es así como El río solía
ser hombre recurre a una circularidad contemplativa
donde el primer instante es la contemplación a distancia de
la monumentalidad paisajística mientras que el momento
último anuncia una mirada donde el que ve ya no es más un
ser distante. El juego de tensiones y distensiones de esta
película-atmósfera concreta así su imperceptible bagaje
filosófico para establecer una ontología de la otredad. Más
allá de la incertidumbre, el joven germano que quiso viajar
al África ribereña jamás podrá explicar lo que vivió, pero
tampoco será plenamente ajeno a ello. Ahora es, también, un
hombre-río y un río que fue hombre; pedazo de civilización
palpado por la intemporalidad de la caprichosa naturaleza.
Ficha
técnica:
El río solía ser hombre -
Director: Jan Zabeil (Alemania, 2011) - Título original: Der
fluss war einst ein mensch (The River Used to Be a Man) -
Año: 2011 - Duración: 80 min. - País - Alemania - Dirección
- Jan Zabeil - Guion - Jan Zabeil, Alexander Fehling -
Fotografía: Jakub Bejnarowicz - Reparto: Alexander Fehling,
Ousentswe Dreamar Manyim, Nx'apa Motswai, Sariqo Sakega,
Babotsa Sax'twee - Productora: Rohfilm / Südwestrundfunk (SWR)
- Género: Drama | África. Supervivencia - Web oficial:
http://www.rohfilm.de/films/completed/art-dying/
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