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He padecido la certidumbre
de no tener un nombre.
Como un acabamiento
he intentado esa búsqueda
si la noche y lo oscuro
se confunden.
Una sola estación
para la ida
conforma el laberinto
trazado por los otros.
Destino de este ser
ajeno. Intimo
gravitando
si el día y lo claro
se trastocan.
Un sólo paisaje:
profecía de sucesivos círculos
Que habitan en el puerto.
Reflejo del instante
entorpecido por la palabra.
Un nombre
pudiera revelar
a quien pertenece
o pertenezco.
Un nombre pudiera ser
también la Nada
donde me aferro
con violencia
escupiendo inmemorial
hastío. La presencia del nombre,
que es su ausencia:
la costumbre de la muerte
Confundida. |