Boris Leonid Pasternak (1890-1960) ensayo de Manuel Maldonado Denis
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La noticia de la muerte de Boris Pasternak nos llega apenas transcurridos unos meses desde la muerte inesperada de Albert Camus. Poeta de gran envergadura, novelista de primer orden, Pasternak deja el vacío que dejan los irreemplazables. Como hombre y como literato, Pasternak vivió el período de la Revolución Rusa, así como los horrores de las dos guerras mundiales. Luego vivió para ver su nombre utilizado como instrumento de la Guerra Fría; vejado en su propio país, se vio obligado a pedir que le dejaran permanecer en su Rusia amada hasta el fin de sus días. Su vida y su obra son un grito de protesta contra las tendencias totalizantes del régimen comunista ruso, pero a la vez el arte de Pasternak tiene una dimensión ultra-política que trasciende el reino de la ideología política. Los gritos de condena y de aprobación que se levantaron de ambos bandos en la Guerra Fría sólo contribuyeron a obnubilar la labor de Pasternak como poeta y como artista, haciéndole aparecer como un exegeta de un régimen político en particular. Como dijo acertadamente Mojmir Soukup en un artículo sobre Pasternak publicado en The New Republic: "Pasternak el gran ser humano y Doctor Jivago su gran documento humano están siendo reducidos gradualmente a pelotillas de papel para los propagandistas”. Hijo de un distinguido pintor y de una notable pianista, Boris absorbió desde niño toda la riqueza del acervo cultural que constituía el patrimonio de la “intelligentsia" rusa antes de la Revolución Bolchevique. Su padre era amigo de Tolstoi, de Rilke, de Scriabin, y fue a los pies de estos titanes de la literatura, de la poesía, y de la música, que Pasternak dio sus primeros pasos en el campo del intelecto. En sus dos intentos autobiográficos: Salvoconducto y Yo recuerdo, nos narra sus experiencias en aquel hogar tan refulgente de luz espiritual. Influido por el gran Scriabin, el joven Boris pensó en dedicarse a la música, pero luego abandonó sus intentos debido a su afán perfeccionista: carecía del "tono” absoluto, perfecto. Puesta a un lado la música como profesión, Pasternak se dirigió hacia la Meca de la filosofía Neo-Kantiana en Alemania: Marburgo. Allí estudió (hacia) un grado de filosofía, (vino) en contacto con el gran Hermann Cohén, se apasionó en las discusiones filosóficas con los demás estudiantes. Pero al fin y al cabo abandonó sus estudios de filosofía para dedicarse de lleno a la poesía. Una de las partes más interesantes de sus autobiografías es aquella donde narra cómo, en su retorno a Rusia, participó en la pugna entre las diversas escuelas poéticas que emergieron en reacción contra el excesivo formalismo de las escuelas anteriores. Blok, Biely, Mayakovski, desfilan ante nuestros ojos a través de los comentarios que de ellos hace Pasternak. La fama de Pasternak como poeta, aunque no tan celebrada como la de Mayakovski bajo el régimen comunista, era sin embargo muy notable. En 1935, en el Congreso de Escritores en París, el gran novelista André Malraux lo introdujo de la siguiente manera: "Ante nosotros está uno de los poetas más considerables de nuestro tiempo”. La poesía de Pasternak, dice su traductor y amigo George Reavey, es "exuberante, llena de sol y de nubes tempestuosas, tan impredecible como una mujer o el tiempo". Y luego en una evaluación de su obra general en 1930, dijo así Reavey: Su sensibilidad es siempre la más fina; su artesanía helénica; su lírica impetuosa pero reservada.. . una espontaneidad templada con fino balance intelectual; una visión poco usual; y una sinceridad que hace que todos señalen a Pasternak como, tal vez no el más obvio, pero sí uno de los más notables poetas líricos de nuestro tiempo[1]. Es por consiguiente Pasternak poeta fino y de profunda sensibilidad; ante su palabra la naturaleza se transfigura y vibra con todo el ímpetu que le da su sentimiento expresado en símbolos. Así ve Pasternak al arte: como una conjunción de dos elementos: poder o sentimiento y simbolismo. Sus palabras en Salvoconducto merecen citarse en su totalidad: En el principio de Safe Conduct manifesté que, en algunas ocasiones, el amor aventaja al sol. Pensaba entonces en esa manifestación de sentimiento que, día a día, pasa por todo cuanto le rodea con la certeza de noticias confirmadas por centésima vez. Al compararla con esto, la salida del sol toma carácter de murmuración pueblerina que necesita confirmarse. Dicho de otra forma, tenía en mente la manifestación de un poder equiparable a la manifestación del mundo. Si, poseyendo los conocimientos necesarios, la habilidad y el tiempo, me decidiese a escribir una apreciación sobre la creación, la basaría en dos conceptos: el concepto de poder y el concepto del símbolo. Señalaría que, a diferencia de la ciencia la cual estudia la naturaleza en la dirección de un rayo de luz, el arte se interesa por la vida mientras está iluminada por ese rayo de luz. Vería el concepto de poder en el mismo sentido amplio en que lo han visto los teóricos de la física, con una sola diferencia: el tema en discusión no sería el principio del poder sino su voz, su presencia. Haría claro que, en el reino de la auto-conciencia, el poder es el sentimiento. Cuando pensamos que en obras clásicas tales como Tristón y Romeo y Julieta, se presenta el tema de la pasión poderosa, estamos subestimando su tema central. Este es, sin lugar a dudas, de una mayor amplitud. Se trata del poder como tal. En este tema se engendra el arte. Es más unilateral de lo que muchos piensan. No puede dirigirse al antojo como si fuese un telescopio. Concentrado en una realidad desplazada por el sentimiento, el arte constituye un historial de ese desplazamiento. Es una copia de la naturaleza. ¿Cómo ha alcanzado ésta tal grado de desplazamiento? Los detalles se hacen claros al perder independencia de sentido. Cada detalle puede ser reemplazado por otro y cada uno es muy valioso. Cualquiera de ellos, seleccionado al azar, sirve de evidencia de la condición que permea toda la realidad transpuesta. Cuando los rasgos de esta condición son llevados al papel, las características de la vida se tornan características de la creación. Estas últimas tienen un mayor impacto que las primeras y han sido mucho mejor estudiadas. Tienen su propia terminología. En fin, son denominadas como técnicas. El arte es tan realista como el acto y tan simbólico como el hedió. Es realista, puesto que, sin haber inventado la metáfora, la ha descubierto en la naturaleza y la ha reproducido fielmente. El sentido figurado tampoco significa nada por separado, sino que se refiere al espíritu general de todo arte de la misma forma que, visto por separado, las partes de la realidad que han sido reemplazadas por el sentimiento carecen de significado. Y es a través de su figura de tracción que el arte resulta simbólico. Su solo símbolo, en medio de la brillantez y variedad de sus imágenes, es característico del todo. La calidad intercambiable de sus imágenes es un indicio de la forma en la cual las partes de la realidad son interdependientes. Esta característica de las imágenes, es decir, el arte, es el símbolo del poder. Para decirlo con propiedad, sólo el poder necesita el lenguaje de la prueba material. Los demás miembros de percepción son duraderos y no tienen que apuntarse. Conducen directamente a las analogías visuales de la luz: al número, al significado exacto, a la idea. Pero es imposible imaginarse el poder, el hecho del poder, persistente únicamente en el momento en que se manifiesta, excepto en el doble lenguaje de las imágenes, esto es, en el lenguaje acompañado de figuras. La expresión directa del sentimiento es alegórica y no existe nada que pueda reemplazarla[2]. Este poder, este sentimiento expresado en símbolos, se ilustra a través de la obra poética y novelística de nuestro autor. De ahí que él haya sido capaz de escribirnos una novela cuya poesía salta a la vista inmediatamente, poniendo ante el lector un mundo poblado de imágenes, metáforas y símbolos que describen, con gran viveza, el mundo poético en que se mueve Pasternak. El arte es para Pasternak el salto que el hombre da en su intento de salir del paso ante lo inevitable: la muerte. El reino artístico es el reino de la pasión, del sentimiento, de la resurrección. Es el intento humano de renacer, revivir, decir que no a la muerte. Por eso es que a Pasternak le preocupa el problema de la inmortalidad, según nos lo deja ver en su segunda autobiografía[3], de ahí la preocupación que muestra para con el problema de la muerte y la resurrección, como ha señalado con tanto acierto Mr. Edmund Wilson. Doctor Jivago es en ese sentido, una obra que trata con el tema de la muerte y la resurrección; presenta simbólicamente el mismo problema que Pasternak nos deja ver en su otra novela, El último verano (Relato). Quiere decir esto que, aparte de las proyecciones claramente políticas que tiene Doctor Jivago, reclama nuestra atención en un área que podríamos llamar metafísica, es decir, aquella área del conocimiento humano en donde se especula acerca de la naturaleza del hombre y de la condición humana. Pasternak es entonces, como ha dicho Edmund Wilson, un novelista en la tradición de Joyce, de Kafka, de Malraux. Su Doctor Jivago es una obra literaria que trata de la vida de un hombre envuelto en la madeja del acontecer histórico. El predicamento de este hombre, sus problemas y sus dilemas, vierten luz sobre la situación, no solamente del hombre ruso en el período pre y post-revolucionario, sino también sobre la condición del hombre moderno. Yurii Jivago muere de un ataque al corazón en una estación ferroviaria en Moscú, como otros tantos hombres que mueren diariamente por todo el mundo. Mas, lo importante de la obra es ver a mi hombre frente a un mundo que intenta negarlo. En ese sentido, la situación de Jivago no es tan extraña a la nuestra: en un mundo cuyas tendencias totalizantes van cada vez más en aumento, como individuos deseosos de mantener nuestra autonomía espiritual somos otros tantos Jivagos. Particularmente el escritor se enfrenta con este problema en su forma más aguda —y Jivago es escritor a la vez que médico. La poesía marca para él el camino de la resurrección; el arte, dice él en el funeral de Amna Ivanovna, "está constantemente meditando sobre la muerte, y, a! así hacerlo, está constantemente creando vida". Los reclamos de lo artístico, la búsqueda de la belleza, son dimensiones claramente ultrapolíticas —trascienden el reino de lo político. En la medida en que aceptamos el dictamen de Mr. Edmund Wilson, en el sentido de que el gran tema del Doctor Jivago es muerte y la resurrección, nos confrontamos con el problema de que no puede reducirse la novela de Pasternak a un mero documento de retórica en la Guerra Fría. El escritor, por lo tanto, y el poeta en particular, al crear una obra de arte no son meros ideólogos o panfletistas; la literatura—contrario a la noción Marxista—no tiene que ser literatura “comprometida". Creo que Doctor Jivago es una muestra de esta aseveración mía, puesto que su simbolismo, su carácter alegórico, señalan hacia temas tales como el destino del hombre, el amor, y la creación poética que, aunque creados dentro de una atmósfera política, van más allá de ésta —la trascienden. No quiero que se interprete lo dicho como un intento de parte mía de pasar por alto las proyecciones claramente políticas de la novela de Pasternak, pero quiero hacer constar que la novela tiene dimensiones que no pueden considerarse como meramente ancilares al campo de la política. Negar que la novela refleja una visión del autor en torno a las instituciones que se crearon posteriormente a la Revolución Bolchevique sería absurdo. La controversia que trajo consigo la publicación de la novela, y el rechazo de la obra por los editores de Novvi Mir. debido a que "el espíritu de vuestra novela es el espíritu del rechazo de la revolución socialista", no puede menos que ilustrarnos el carácter político de una obra literaria como esta[4]. Los personajes de Doctor Jivago, incluyendo el protagonista, emiten juicios en tomo a los acontecimientos políticos que le sirven como trasfondo a la novela. No cabe duda de que tanto Lara como Jivago ven la Revolución Bolchevique en una luz desfavorable. Aquélla ve en la Revolución la destrucción del viejo orden de cosas y la creación de un régimen totalitario; éste manifiesta su inconformidad con el nuevo orden de cosas, y habla con nostalgia de los "individuos solitarios, que buscan la verdad”. Y Pasternak pone en boca del Tío Kolia la siguiente aseveración: "Sólo los individuos solitarios buscan la verdad, y rompen con todos aquellos que no la valoran lo suficiente . Este individualismo —ilustrado tan cabalmente por la vida del propio Pasternak— fue lo que exasperó a los exegetas comunistas al leer Doctor Jivago. Porque Jivago es en verdad un individuo frente al mundo, un hombre que "resucita” en tres ocasiones para continuar viviendo, creando, sufriendo. Su resurrección es marcada por la soledad y el sufrimiento que ésta lleva consigo. Es significativo que la última poesía de las escritas por Jivago trata sobre Cristo en el Huerto de Getsemaní: Mas resucitaré en el tercer día. Como las balsas bajan por el río, en reata, hacia mi, y a que los juzgue, los siglos surgirán de las tinieblas. Pero Jivago no juzga; contrario a los demás personajes, Jivago no es juez de lo que está ocurriendo, sino el testigo[5]. El no es el retrato del intelectual alienado, como tampoco lo fue Pasternak. Jivago no es el Meursault de El extranjero de Camus, ni siquiera correspondería espiritualmente a Jean Baptiste Clamence en La caída. Si es cierto, como ha dicho Irving Howe —y estoy básicamente de acuerdo con él— que las ideas de Jivago son en gran medida las de Pasternak, creo que estaríamos de acuerdo con George Reavey en que Pasternak —contrario a la tradición occidental del intelectual alienado—está más a gusto "cultivando su jardín" que criticando a la sociedad en donde le ha tocado vivir. En su villa de Peredelkino, Pasternak "cultivó su jardín” durante toda la controversia suscitada por su designación como ganador del Premio Nobel de Literatura. Mas lo opuesto a la alienación no es el conformismo. Sería injusto considerar a Jivago —y a Pasternak— como hombres doblegados ante el mundo que les circunda. Tanto el autor como el famoso personaje luchan, y su lucha es la lucha del hombre por aseverar su dignidad, por reclamar lo que le pertenece como ser humano. Yurii Jivago no tiene el "pathos" de un Iván Karamazof, o la fascinación que sobre nosotros ejerce Myshkin, pero tal vez debido a que su persona no cobra dimensiones sobrehumanas es tan nuestro, tan parecido al hombre X, al héroe cotidiano que carga con el peñón de Sísifo. Notas: [1] The Poetry of Boris Pasternak, Translated with a critical and biographical introduction by George Reavey (New York: G. P. Putnam's, 1959), p. 47.
[2] Boris Pasternak —Safe Conduct, and autob'tography and other writings (New York: New Directions, 1958), pp. 71-73.
[3] Boris Pasternak—I remember, translated with a preface and notes by David Magarschack (New York: Pantheon Books, 1959), pp. 63-64.
[4] Véase la carta de los editores de Novvi Mir a Boris Pasternak, en tomo a Doctor Jivago, en Daedalus (Summer, 1960), pp. 648*666.
[5] En esto estoy de acuerdo con el punto de vista de Mojmir Sou-kup en The New Republic, vol. 139, No. 23, p. 17, cuando dice lo siguiente: "In his death and in his life, Doctor Jivago 'bears witness' to the condition of man, to the freedom of his aspirations and to his imperfection. But at no point does he sit in judgement.” De la misma manera, refiriéndose esta vez a Pasternak, dice Soukup: "Pasternak is not defiant. He is not heroic, is not even courageous as we understand the word. with the quiet, steadfast dignity of the truly free man he "bears witness.” |
"Doctor Zhivago": Boris PasternakPublicado el 10 jul. 2017 |
Ensayo de Manuel Maldonado
Denis (Puerto Rico)
Publicado, originalmente, en Cuadernos Americanos
(Universidad Nacional Autónoma de México -UNAM)
No. 6 Noviembre-Diciembre de 1960 Vol. CXIII
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