Rituales a la Madre Tierra La Sierra de Zongolica, Veracruz.
Mtra. América Malbrán Porto, Posgrado en Estudios Mesoamericanos- FFyL. UNAM, ENAH. Arqlgo. Enrique Méndez Torres, Posgrado en Antropología FFyL- IIA, UNAM; ENAH. |
Características Físicas Enclavada en la región de las Grandes Montañas, en el estado mexicano de Veracruz, entre los 18° 47' de latitud norte y 96° 55' de longitud oeste y a 620 msnm., se encuentra la cabecera municipal de Coetzala; sus límites geográficos son, al Norte la Ciudad de Córdoba, Amatlán de los Reyes y Cuichiapa; al Sur Omealca; al Este, nuevamente con, Amatlán de los Reyes; y al Oeste con Ixtaczoquitlán (Figura 1). La cabecera municipal cuenta con dos localidades que son Cuetzapotitla y San Antonio Mirador (Gama, Chiappy-Jhones y Luna Monsalvo, 2003:71)
El municipio se ubica en la zona central y montañosa del Estado (Figura 2), sobre las estribaciones de la Sierra Madre del Sur considerada la más compleja y menos conocida del país (INEGI, 1988).
El terreno se caracteriza por la abundancia de cerros, lomas, escarpes y pertenece a la clase ondulada o suavemente ondulada. La región está formada por sedimentos del período Cretáceo predominando las rocas tipo caliza lo que hace de estos suelos estratos muy permeables. Su suelo es de origen coluvial y volcánico de textura franco arenosa y franco arcillosa y arenosa, de color gris oscuro, gris rojizo muy oscuro, gris muy oscuro, gris amarillento y negro. En un gran porcentaje se utiliza para la agricultura. Se encuentra regado por pequeños afluentes del río Blanco, que desemboca en el Jamapa. Los arroyos de caudal permanente son: las Palmas, Cotlajapa, Semillantla, el Zapote, y los del caudal eventual son el Totoyohapa y la Flor (Instituto Veracruzano de la Cultura).
Los climas de la zona son el Am, cálido húmedo con régimen de lluvias de verano, entre 5 y 12% de lluvia invernal y con precipitación del mes más seco menor a 60 mm y el (A)C(m), semicálido húmedo, el más cálido de los templados C, con temperatura media anual mayor de 18° C y la del mes más frío menor de 18° C, con lluvias de verano e influencia de monzón, porcentaje de lluvia invernal mayor de 5 y precipitación del mes más seco menor a 40 mm (Soto y García, 1989).
La vegetación es abundante debido a la alta precipitación pluvial que se presenta en el transcurso del año, hay gran variedad de especies que se engloban mencionando dos tipos de bosques templado, caducifolio y aciculifolio con especies como: ocozote, encino, fresno, álamos, cedros rojos, ceibas, nogales, oyameles, pinos, robles y sauces; también son frecuentes los helechos, las orquídeas de grandes variedades y otras epifitas (Gama, Chiappy-Jhones y Luna Monsalvo, 2003:73; Instituto Veracruzano de la Cultura) (Figura 3).
La fauna está compuesta por poblaciones de aves como zopilotes, pericos, aguiluchos y mamíferos silvestres como armadillos, murciélagos, tejones, tlacuaches, ardillas, conejos, zorros, aves de todo tipo y peces de río, así como gran variedad de insectos y reptiles como las serpientes coralillos. Los productos principales que se cultivan en esta región están representados por los cultivos de: caña de azúcar (Saccharum officinarum), café (Coffea arabiga) y maíz (Zea maiz). Entre las verduras predominan el chayote (Sechium edule) y el chile (Capsicum spp.). Los frutales están representados por el plátano (Musa spp.), naranjo (Citrus sinensis), la guayaba (Psidium guajava) y el durazno (Prunus persica). De las leguminosas se cultiva predominantemente el frijol (Phaseolus vulgaris) y en las zonas altas el cultivo de la papa (Solanum tuberosum) ha desplazado zonas que antes eran bosques de pino (Pinus bartewegii, P. Montezumae, P. Letophylla). El ciclo agrícola de la conurbación es principalmente de temporal. La región está densamente poblada y existe un gran desarrollo de la agricultura, la ganadería, la explotación forestal y minera, las empresas industriales y el comercio (Instituto Veracruzano de la Cultura; Servín-Massieu, 2005). No se caracteriza por ser una zona predominantemente ganadera, esto se debe a la propia topografía del terreno, por los problemas que ésta representa para el desplazamiento de grandes rebaños de ganado. Sin embargo, aunque hay potencial para la cría y engorda por el sistema de corral o establo no se han desarrollado proyectos significativos. La ganadería de la región es fundamentalmente vacuno lechero (Bos taurus, Bos indicus), porcino (Sus scrofa) y caprino (Capra hircus) (Servín-Massieu, 2005). Antecedentes Arqueológicos Desgraciadamente es muy escasa la información histórica y arqueológica que existe para la región, que abarca la sierra de Zongolica y sus faldas.
Fue quizás debido a lo abundante de barrancas, cuevas, grutas, sumideros y sótanos, que se puede apreciar en el Mapa de Cuahutinchan N° 2, documento del siglo XVI, la representación de la sierra de Zongolica como una prominencia con cuevas (Yoneda, 1992) (Figura 4).
En varias ocasiones los caminantes han caído inesperadamente por estos ductos, ya que se encuentran cubiertos de maleza y no se puede apreciar a veces su boca, no pocas veces ha habido accidentes en estos sótanos, muchos de los cuales reciben el nombre de la persona que ha muerto en él.
La región Córdoba-Orizaba se ha considerado como un lugar de paso entre la costa del Golfo de México y el Altiplano Central. Sólo en los últimos 10 años se han realizado estudios sistemáticos que han revelado el carácter e identidad propios de esta área del centro de Veracruz (Lira, 2004).
Durante el siglo XIX se realizaron algunas expediciones científicas al centro de Veracruz, las que recolectaron varias colecciones de piezas cerámicas que actualmente se encuentran en el Museo del Hombre en Paris (Lehman, 2002). A partir de los primeros años del siglo XX se efectuaron visitas de inspección por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia, principalmente en el valle de Maltrata (García Márquez, 1998). Hasta entrados los años ochenta se comenzaron a hacer algunos recorridos de superficie y trabajos de salvamento en los valles del río Atoyac (Miranda Flores y Daneels, 1998), Córdoba (Daneels y Miranda Flores, 1998) y Orizaba (Miranda Flores, 2002), por parte de arqueólogos del INAH y la Universidad Veracruzana. Estos trabajos de investigación han permitido rastrear los momentos anteriores a la conquista (Jiménez Ovando, 1998).
En relación al estudio de las cuevas, solo se han reportado algunos trabajos que documentan la realización de rituales religiosos por las comunidades nahuas y mestizas de la actualidad, así como algunos saqueos que reflejan la importancia de los depósitos arqueológicos y la acelerada destrucción de que están siendo objeto. La continuidad de los rituales religiosos en la región desde tiempos prehispánicos hasta nuestros días permite proponer algunos trabajos de interpretación etnoarqueológica (Morante, 1998).
El Culto a las cuevas
La importancia que tuvieron las cuevas para los pueblos mesoamericanos ha sido diversa y por lo mismo éstas tuvieron gran variedad de significados. Inicialmente debieron servir como refugio y sitio de habitación; posteriormente obtuvieron otras connotaciones más relacionadas con la religión y por lo tanto se convirtieron en boca o vientre de la tierra, entradas al inframundo, morada de los dioses del agua y los de la muerte. En no pocos casos estos espacios se convirtieron en lugares de culto que servían a ciertos rituales y en los que se debían dejar las ofrendas a las deidades, por lo tanto las cuevas constituían áreas sagradas del paisaje natural. Éstas también sirvieron como un ámbito ideal para enterrar a los muertos.
Así, las cuevas eran un escenario apropiado para aquellas actividades religiosas que implicaran una carga importante de significación cosmológica. Son por excelencia, la entrada al inframundo, es aquel espacio que conecta el ser humano con el vientre de la tierra, con el lugar de origen, como ya se dijo; en muchas ilustraciones prehispánicas se la ha representado como un espacio con fauces, que se convierte en la boca del monstruo terrestre (Figura 5).
A partir del 2006 se ha visitado la Cueva del Sol y presenciado la festividad del Xochitlalli, ceremonia que se celebra año con año en varias localidades de la sierra de Zongolica. Al parecer esta ceremonia está relacionada con los ritos propiciatorios a través de los cuales se alcanza el favor y los dones de la Naturaleza para obtener buenas cosechas. El cultivo del maíz no sólo es indispensable para la subsistencia, sino también para crear y recrear las concepciones ancestrales sobre cómo se obtienen los frutos naturales, pues se conciben como surgidos de una negociación entre los hombres y la Naturaleza, cuyos dueños son deidades o dioses (Álvarez Santiago, 1991). El Xochitlalli se realiza en varias cuevas de la región el primer viernes de marzo, y en él se rinde culto a Nana “Tonantzin”, como llaman los nahuas del área a la diosa de la Tierra; en la ceremonia se agradece por las cosechas que se tuvieron durante el año.
Esta fiesta es una fusión de creencias y tradiciones autóctonas y religiosas traídas durante la conquista. En primer lugar se encuentra el culto a las deidades de la lluvia, propio de las antiguas sociedades agrícolas, así como el culto en las cuevas con todos los mitos que esto implica. Del lado católico se pueden apreciar la Cruz, imágenes impresas de vírgenes, Cristos o santos, rosarios y escuchar oraciones judeo-cristianas. Finalmente observamos el catolicismo popular resultado de esta mezcola, en el cual hay procesiones, el altar que se suelen poner en el interior de la cueva elaborado con ramas y flores, se escuchan oraciones de agradecimiento y el Padre Nuestro, se encienden veladoras y se quema incienso (Figura 6).
Por lo general estas cuevas se encuentran en lugares un poco complicados de llegar pero accesibles, a veces de ascenso dificultoso, pero es parte del “sacrificio” según algunos visitantes. Uno de estos casos es precisamente la Cueva del Sol, que a pesar de estar a poca altura presenta una subida pronunciada (Figura 3) y al tratarse de una dolina, en la cual se observa una marcada disolución de la roca, hay que volver a bajar hasta la entrada de la cueva, donde se divide en dos galerías, una con un poco más de desarrollo y otra abierta.
En el altar, que puede estar dentro o fuera de la caverna, se ofrendan flores, se encienden velas, se deja algún tipo de bebida y se realizan las oraciones a la cruz que está totalmente adornada con flores, se ofrendan frutas y se acompaña con incienso. Después de la ceremonia se brindan alimentos y bebidas a los concurrentes, que por lo general son gente de la comunidad y algunos invitados. Mientras todo esto sucede los músicos, algunos de los cuales vienen desde otros poblados, como es el caso del Sr. Reynaldo Zepehua y demás soneros, se instalan en la parte exterior de la cueva y no dejan de improvisar coplas.
Ya entrada la tarde todos emprenden el dificultoso regreso al poblado de Coetzala donde se dirigirán a diversas casas para compartir alimentos preparados para celebrar.
Mientras estábamos en la celebración se nos informó de la cercanía de otras cuevas tan importantes como ésta y de ahí nuestro interés en visitarlas.
Esto fue adentrándose a la parte serrana donde constatamos que desde no hace más de 10 años la gente ha comenzado a elaborar estos rituales de Xochitlalli en sus comunidades y que anteriormente iban a visitar la Cueva del Sol. Se visitaron así las cuevas de Totomochapa y de los Tzimpiles donde se pudieron observar los espacios donde se había realizado el ritual. Platicando con testigos presenciales comentaron un mismo patrón, llegaron las autoridades del poblano cercano con un crucifijo adornado de flores, entre ellas resaltando algunas de color blanco, amarillo y morado. Se hicieron oraciones cristianas acompañadas de sahumadores, se dejó una ofrenda tras lo que los participantes se retiraron a un convivio mayor. En estas pláticas se comentó sobre otras cavidades donde hacen la misma festividad, es así como intentamos encontrar las llamadas Cueva del Diablo y de Chicomapa, lo que tomó todo un día y donde se fue obteniendo más información referente a la cosmovisión de los habitantes de la Sierra de Zongolica en torno a sus cuevas, duendes y espantos.
Una vez ubicada la cueva de Chicomapa se pidió permiso al dueño y ya en ella no se apreciaron actividades de algún ritual reciente, pero sí una cruz de madera sostenida por una roca. En esa visita don Epifanio, dueño del terreno donde se ubica esta cueva, comentó que hacía dos años que no se elaboraba dicho ritual debido al fallecimiento de su esposa, que era quien lo realizaba y conocía los rezos.
Debido a que en esta última cavidad hay pintura rupestre se ha continuado explorando y conversando con sus dueños, en específico con la hija, María Anastasio y su nieta Elvira Flores, quienes rectificaron que a pesar del nombre de esta cueva es confundida y que su verdadero nombre es de Chicomeatl.
Cuando se realizaba el Xochitlalli también se colocaba una cruz adornada de flores blancas, se llevaban velas blancas y se quemaba copal.
Las cuevas del Sol y de Chicomeatl, a diferencia de las demás son las únicas que tienen en su interior pintura rupestre en color rojo, en la primera a gran altura y de difícil acceso y en las de Chicomeatl están muy a la mano, en la entrada y a 170 metros de profundidad. Pero lo que las hace diferentes a las demás, desde el punto de vista litúrgico, es que aquí es más privado el ritual y no hay tanta algarabía como en las otras.
Es interesante el hecho de que en la misma región, y enfocado en un mismo tipo de ritual se tiene, por un lado un ritual abierto al público donde de antemano se espera un número mayor de gente y se elabora una fiesta, se instalan carpas para la venta de bebidas y alimentos, mientras que el momento es amenizado con músicos y se hace baile ya entrada la noche. Mientras que en las cuevas más alejadas el ritual es privado, más domestico, donde interactúan familiares y contados invitados, en este caso se hace una fiesta en la casa y más tarde todos regresan a las suyas.
Se ha analizado que en los rituales públicos las autoridades locales son partícipe y son las encargadas de dar los agradecimientos por los bienes otorgados, también parte de la organización es por cuenta de ellos, siempre aconsejados y guiados por alguien con bastante experiencia en la tradición.
En el ámbito privado las mujeres eran las encargadas de hacer los rezos, quienes daban las gracias a la Madre Tierra por los bienes otorgados para que cada día tengan algo que comer en su mesa. Ellas, de generación en generación, lo han venido haciendo así. Por lo menos desde hace cuatro generaciones que han sido las mujeres de la familia Anastacio quienes concurren a esta cueva, dando la impresión de que esta tradición del Xochitlalli es más familiar. Desgraciadamente con la muerte de la señora Elvira, esposa de Don Epifanio, esta cueva, junto con sus deidades moradoras, ha dejado de tener sus rezos y recibir los dones por las buenas cosechas.
Así como en unas partes se puede observar la proliferación de una actividad religiosa que lleva ciertos tipos de beneficios, tanto poblacionales como personales; en un ritual colectivo no depende de una sola persona la elaboración, se trata de un conjunto de individuos que se organizan, mientras que en los rituales domésticos al faltar la persona capacitada para hablarle a la Madre Tierra decae la actividad religiosa, a tal grado de que de no haber familiares que retomen el lugar o por algún motivo tengan que migrar se puede modificar, desvirtuar, o en el peor de los casos perder.
Parte de las modificaciones que ha tenido este ritual se pueden observar en las cuevas de Totomochapa y de los Tzimpiles. En la primera se han observado dos espacios, uno donde se coloca un palo adornado de flores, fuera del espacio principal y donde se entierra la cruz aderezada con flores, pero también se le entierra una gallina negra. Y en la cueva de los Tzimpiles algunos alumnos depositaron, al interior de la corta cueva, algunas artesanías elaboradas por ellos mismos y a un costado de la cruz la reproducción de algunas hojas de un códice maya, la que se vio corresponde a la lámina 74 del códice Madrid, totalmente ajeno a la región, pero que es retomado como un elemento identitario.
El ritual de Ixtaczoquitlán, que se encuentra en una parte más plana y mejor comunicado permite la llegada de otros atractivos, como juegos mecánicos, puestos de bebidas, alimentos, al igual que otros puestos de artesanías, difusión cultural y turística, etc., también concurren grupos de danzantes a bailar por turnos, con el debido respeto, todo esto al exterior de la cueva.
No cabe la menor duda que a pesar del modo en que se organicen todos estos rituales conllevan la intención de agradecer a la naturaleza los bienes otorgados y que la necesidad de dar las gracias es una necesidad del ser humano, y al irse conjuntando ideas o sincretismos se hace una amalgama rica en elementos y que puede desencadenar en patrones locales o regionales.
BIBLIOGRAFÍA
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Sierra de Zongolica, voces sobre el agua |
ZONGOLICA |
Mtra. América Malbrán Porto,
Posgrado en Estudios Mesoamericanos- FFyL. UNAM, ENAH.
Arqlgo. Enrique Méndez Torres,
Posgrado en Antropología FFyL- IIA, UNAM; ENAH.
En Letras-Uruguay desde el 12 de abril de 2012, enviado por Mtra. América Malbrán Porto
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