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Sex apelle |
Vírate. Sentí el aliento a fruta madura pasada de tiempo, albaricoque, fruta macho, boca fea y sensual que me enervaba. Quería virarme, propiciar la penetración de cubito prono sin desprenderme de su lanza que asaeteaba mis entrañas, quería tener una ligereza felina, a lo Claudia Cardinale, pero solo contaba con este cuerpo que no me obedecía. Tenía unos deseos inmensos de ser su hembra. Atendía al ritmo de mis caderas, mogotes temblorosos en una geografía de tierra suave que él apenas descubría. Aumento el ritmo, estaba alcanzando a vislumbrar un cielo magenta y púrpura, empezaba a danzar con las huríes del Profeta, ya era una de ellas, en danza febril. Y la flor de níspero suave que crecía y el agua inundándolo todo. Entonces el Hijo de la Gran Puta me susurra otro nombre al oído y los pétalos bivalvos se cierran y el surtidor de nuez dejó de fluir y me pregunté si valía la pena hacerlo con un tipo de verga flaca que me obligaba a complacerlo horas y horas para que el efluvio primigenio le rindiera culto a Onán –para que no salgas embarazada– y la selva pomarrosa y heno se quedaba ávida y seca. Maldito egoísta, y me moví más rápido. Desfilaron en pasarela las tetas de la Monroe, la boca de la Bardot, la grupa excitante de la Cambell, y entonces siento vergüenza de mis tetas de plato, de mis pobres nalgas fofas, y yo, habitante de todas las gordas del mundo que abren sus piernas al cromañón que no sabe de nenúfares y linos, y floto por encima de su cabeza, con aquellas costillas que se me encajan con furia, y odio la dieta de vegetales y sigo siendo “la gorda” por mucho que me esfuerce y todo su sex apelle se viene abajo y me decido por el que vendrá, un hombre que ame mis huesos anchos, mis tetas de plato, mi celulitis, y entonces no me viro. |
del libro "Costuras sobre la lengua"
Lucy Maestre
milvia@tunet.cult.cu
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