La ventana indiscreta |
La observaba cada noche, con avidez de fisgón. Ella, en entreabierta bata de noche, sentada ante el boudoir, se maquillaba interminablemente, se perfumaba, cepillaba el cabello suelto en ondas sensuales. Así cada noche. Luego se ponía de pie, giraba el torso hacia aquel vecino indiscreto y apagaba la luz. Desde el edificio de enfrente, él se sabía ya enamorado de la seductora. Hasta que, decidido, cruzó la calle y, temblando de excitación, oprimió el timbre. Ella abrió la puerta, sonriente y tanteando el aire. Era ciega. |
Jorge
Ariel Madrazo
QUARKS
Microficciones inéditas - 2008
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