En un bar con María Magdalena |
I Si tu tam tam cumbiero compita con lloros de José al revelarse a sus hermanos, en Egipto, o gemir fuese de desdentado niño que por comida a seno maternal increpa cual rojo insomne sol, y cuerno de Jacob ante el altar a Jehová en Bethel aúlle menos que esta cumbia y este alcohol que alzás en soledad con tan trágicos ojos que si ella te los viera tornaría a nacer en hierbaviva (así fuese por darte insomne cuido) Si esta esquina abierta las veinticuatro horas el sitio sea donde irrumpa mismito el Señor con espada flamígera y sólo vos y los muy pocos salven sus almitas Y han de salvarla ustedes los humildes por ser los desmembrados tupamaros de la sinrazón, ilusos sin gloria ni alhucema propia, ni espiga ni amor ni café para los siglos de escasez y tan sólo los bueyes sudorosos de la desgracia hayan de salvarse sólo ustedes los que atisban en la luna el fervoroso pujo de una radiante, improbable parición. II La María Magdalena ha llegado, llegó el día primo en la mañana, al bar abierto las veinticuatro horas ha llegado, rojos los sus cabellos cuando aún era oscuro y revuelta vio la losa del sepulcro “Se han llevado al Señor, explicadme donde lo han yacido” y todos locos extraviadísimos allí de cuerpos ay presentes los locos resurrectos María de Magdala ha venido a yantar con nosotros: nos ama cual inanes ciervos desvalidos cual mendaces caballeros nos ama y nos dispensa sus senos de amaranto sus senos de la leche de las alas de la oruga del fervor sus
senos de la leche del fuego y arderá III Ah de aquellas carnes resurrectas aquél néctar de lúpulo y cebada La belleza quizás fuera hebra o caligrama de lo indeterminado (de lo que jamás ha sido o será) La cerveza: pesante vellón alquímico babeo nupcial y el vivir que empotra sus patas de cerdo y el morir que ríe de la tumba vacía Tal truco -revivir luego andar- ya el Christo lo hizo Mis amigos suelen repetirlo No
hay milagro para nos
reyes de utopía
(sólo es poeta quien
al tercer día canta
y abandona sin
prisa el sepulcro)
Y aquí: Magdalena, la escena
armemos, Hosanna, el
poema
bienvenido sea al café
que abre las tontas veinticuatro horas
Piquetes del verbo, hágase la
fe
Y sea con nosotros la palabra
Y se cabree la cabra de la afasia
Y se enrabie el burgués
de pacotilla con
todo el vulgo vomitador a
cuestas. IV Esa preñada noche (era la madrugada) ¿de quién fue que expulsó el Cristo los demonios? De María Magdalena, y le dijo (así resonó en aquel bar): “predica mi Evangelio a toda criatura, el que creyere podrá lanzar al diablo hablará nuevas lenguas, serpientes quitará nada mortífero podrá tornarle daño” y dijo más, y sólo para Ella: “tus carnales pecados queden albos” a lo cual Magdalena, lo juro, replicó: “Tú sabes, mi Señor, que nunca he sido impura tal mancha no figura ni siquiera en la Biblia” Ella salió bramando a verdes voces pero corrí presto a buscarla sin venia de Jesús porque el ajenjo alzaba su ónix melancólico y el deseo azotaba como serpiente atea y el hablar nuevas lenguas era una cosa mía y de cualquier poeta de corazón ungido Al fin la Magdalena advino a mi jergón Cristo no lo advirtió, sumido en un celaje a la diestra del Padre, quién sabe, o empeñado en forjar una cifra que alabase su gloria y ahora Magdalena reclinada en mi pecho abre y cierra la luz en el bar milagroso V ¿Dónde está hoy aquella la apostola apostolorum la preferida de la semilla de las batallas del amor? Dónde habráse escondido Ella, la que no huyó ni ante la Cruz terrible la que a Pedro acudiera: “se lo han llevado y dónde lo han yacido” la que a Pedro -el cobarde- disputó la matriz del huevo primordial la Discípula Amada que inspiró un Evangelio y tuvo más agallas que los varones todos la que empuñó la espina del Primer Detenido Desaparecido: Jesús y fue al jueves del Gólgota y a Jerusalén Y especias derramó junto a las moscas tristes de la Tumba entre todas las tumbas NN |
Jorge Ariel Madrazo
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