Teoría
poética en El
tañido de una flauta Claudia Macías Rodríguez |
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Basta
con abrir un libro de Pitol para
encontrar respuesta a la pregunta de
qué es la literatura. Jean-Clarente
Lambert El
tañido de una flauta,
“Novela de reflejos y repeticiones” empezaba
diciendo mi nota sobre esa obra a
la que cuento entre las más complejas y
completas novelas mexicanas. Juan García Ponce |
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Introducción Ars
poetica, mejor
conocida como Epístola a los Pisones
del poeta Horacio (65 a.C.), fue una de las bases del clasicismo en la
literatura; ensalzando a los modelos griegos como maestros proporcionaba
consejos técnicos a los poetas noveles. Sin embargo, ante la
diversidad histórica del fenómeno literario, ahora resulta absurdo
emitir reglas dogmáticas que intenten asumir una función normativa y
judicativa;[1]
más bien, sería pertinente revisar la propia poética de cada autor para
intentar dilucidar los códigos que rigen la creación literaria. Nos ceñimos,
entonces, a la definición que consignan Ducrot y Todorov: “la elección
hecha por un autor entre todas las posibilidades (en el orden de la temática,
de la composición, del estilo, etc.) literarias”.[2]
Autores como Sergio Pitol han
declarado abiertamente su preocupación por esta tarea. En su caso, él
mismo navega en su propia escritura y trata de establecer los límites
entre su conciencia y la creación misma que rebasa la pluma de los
grandes escritores. Víctor
García de la Concha, miembro del jurado que falló a favor de Pitol para
el Premio Cervantes 2005, destacó “su anticipación a la fusión de géneros
y su dimensión cervantista”, así como “su escritura basada en ella
misma”, además de resaltar su tarea como traductor, como mediador para
el conocimiento. Abriremos nuestro estudio con una frase de Sergio Pitol
cuando afirma: 18
de julio, 2003 [...]
La estructura es lo que decide la suerte de una novela. Y en toda mi obra
la construcción es la misma, con mínimas e insignificantes variantes.”[3]
Si
confiamos en la voz del autor, nuestra tarea sería sencilla, pero
conviene recordar que en ese mismo diario escribe: “Hace unos días
encontré en Autobiografie altrui,
el último libro de Antonio Tabucchi, una frase formidable: ‘Carlo
Emilio Gadda invitaba a desconfiar de cualquier escritor que no
desconfiara de su propia labor’.”[4]
Si bien la poética suministra instrumentos para describir un texto
literario, es decir, para distinguir los niveles de sentido, para
identificar las unidades que lo constituyen y para describir las
relaciones de que participan esas unidades,[5]
nuestra intención no llega al
examen exhaustivo. Roberto
Bolaño define a Pitol como un “escritor secreto y a menudo
inclasificable”[6]
y comprendemos el reto que significa tratar de desentrañar su escritura.
Por ello, limitaremos
la atención a algunos
elementos
en los que podemos contar con un sistema de conceptos relativamente
establecido: la estructura, la universalidad de la angustia del hombre, la
imagen del doble, la apertura del texto, el papel del lector y el
personaje grotesco. Del
cuento a la novela: estructura composicional
Pitol
reconoce ser un escritor tardío de novelas. Sus cuentos comienzan a
publicarse en 1957 y pasan quince años antes de que publique El tañido de una flauta.[7]
“No fui totalmente consciente de que tenía que cambiar de estilo, sino
que estaba abierto a nuevas formas”, dice refiriéndose al paso de los
cuentos a la novela, y agrega: “Ya me sentía mucho más cercano a otras
formas de escritura.”[8]
El grado de experimentación en términos de “forma”, como prefiere
decir el autor, va más allá de lo realizado hasta el momento entre sus
contemporáneos.[9]
El tañido de una flauta (1972)
es una ampliación de un cuento anterior, llamado
Ícaro
escrito en 1968: ¿Su
cuento Ícaro
es un anticipo de esta novela?
S.P.
- Sí, efectivamente. Es un anticipo de mi primera novela El
tañido de una flauta. Yo lo escribí como cuento, pero, después de
un tiempo, me di cuenta de que podría ensanchar ese tema y con la trama
de Ícaro construir otra
trama en la que hubieran acercamientos y alejamientos también.[10] La
trama se podría resumir de la siguiente manera. Un productor de cine de
fama mediana asiste a un Festival de cine en Venecia en donde ve la
proyección de una película japonesa intitulada El tañido de una
flauta. En ella, ve reflejada la historia de un antiguo amigo suyo,
Carlos Ibarra, incluyendo detalles del final de su vida que hasta entonces
desconocía. El final de un fracaso sórdido e inevitable. Junto a los
recuerdos de Carlos Ibarra y de su vida que surgen sin orden en la memoria
del cineasta, se narra la historia de un pintor que alcanzó cierto
renombre en Europa y que regresa a un México que le es un tanto
desconocido. Novela fragmentaria, de oposición y complemento de sus protagonistas. Afirma Pitol: “El tema central de El tañido... es la creación. La literatura, la pintura y el cine son los protagonistas centrales.”[11] Abiertamente se presenta como una gran novela de lo artístico. Se entrecruzan allí, en efecto, las trayectorias de varios artistas; en primer lugar, los destinos de dos artistas mexicanos: un cineasta-productor anónimo y un pintor nombrado Ángel Rodríguez. La novela propone así un montaje alternado por veintiocho secuencias o capítulos, donde el punto de vista adoptado unas veces es el del cineasta y otras, el del pintor. El narrador de la mayor parte de la novela es el cineasta que ha abandonado sus intenciones artísticas y que ha alcanzado buena fortuna pero en otro ámbito. El pintor Ángel Rodríguez, con el mediano éxito conseguido en el extranjero, vuelve al hogar y a su país en donde no se reconoce su obra. Carlos Ibarra es el escritor que nunca acaba de escribir la novela que se ha propuesto, y que representa al clásico artista genial pero intratable, excéntrico, carismático y con una vida poco ortodoxa. Tres actitudes con un mismo resultado: naufragio de los ideales, olvido del arte. Pitol enfrenta la tarea de narrar el conflicto planteado mediante una combinación de géneros: La
tarea del escritor consiste en enriquecer la tradición aunque la ame un día
y al siguiente se líe con ella a bofetadas. De ambas maneras será
consciente de su existencia. Por eso me han atraído y preocupado los
problemas de la forma, los recursos y posibilidades de los géneros, su
capacidad de transformación.[12]
El
tañido de una flauta no es
una novela es una película; más exactamente, una novela que toma su título
de una película. Todo pasa, entonces, como si el título de la novela
fuera a la vez un préstamo y una cita, y la novela misma una obra
narrativa derivada de una obra cinematográfica.[13]
Sobre el origen del tema de la novela, Pitol dice en una entrevista: –En
1968 estaba en Yugoslavia, en Montenegro, en un café al aire libre y vi a
una persona como de 50 años que parecía un mendigo. Un amigo de él me
dijo que era un poeta italiano que se quedó desde la guerra y que había
estado encarcelado. Empecé a averiguar cosas de este poeta y escribí
casi inmediatamente un cuento que se llama Ícaro.[14] Y
en la novela, hay una cita que contiene los elementos arriba comentados
por Pitol: En
México su muerte no fue comentada. Carlos no era noticia. Se había
convertido en una amarillenta comparsa del pasado. Y en aquella población
de Montenegro, a la que unos años atrás había tratado de llevarlo, y
que localizó en un mapa al sur de Dubrovnik, sus huesos conocerían la
lenta descomposición de una tumba sin nombre. (34) En
otra entrevista, habla también de esa experiencia al sur de Yugoslavia: Era
un poeta italiano que había llegado a vivir ahí, a escribir y que no había
escrito; vivía casi como un mendigo, era viejo y estaba aniquilado. En
ese viaje escribí el bosquejo y después me resultó imposible alejarme
de este mundo, empecé a pensar, a tomar notas sobre circunstancias
posibles, ampliaciones del tema, hasta que se formó la novela.[15] En
la novela, la película del cuento que perturba al cineasta toma nombre y
denomina también a la novela: El tañido
de una flauta (11).[16]
Y el escritor que aparece como protagonista en la película del cuento,
toma nombre propio y se convierte en Carlos Ibarra, el novelista que muere
al final. El origen del título de la novela aparece en boca de Carlos
Ibarra reclamando al cineasta-narrador: “¿Piensas acaso que soy más fácil
de tañer que una flauta?” (15),[17] que según se aclara en la novela es un verso repetido
por Carlos y tomado de la representación del Hamlet
de Gilguld a la que acudieron juntos el cineasta que narra y el
protagonista: ¿Has advertido en qué cosa indigna pretendes convertirme? ¡Quieres tañerme! Pretendes conocer todos mis registros. Deseas penetrar hasta el corazón de mis secretos, pretendes sondearme, para que emita desde la nota más grave a la más aguda del diapasón. ¿Piensas acaso que soy más fácil de tañer que una flauta? Tómame por el instrumento que más te plazca, pero por mucho que me trates, te lo advierto, no conseguirás obtener de mí sonido alguno. (38)[18] Alfonso
Reyes, una de las grandes figuras de la literatura mexicana y universal,
quien fuera maestro de Borges y del mismo Pitol,[19]
afirmaba que el acierto de cualquier obra estaba en el título. Eligiendo
un buen título, decía Reyes, ya no hacía falta preocuparse demasiado
por el resto del contenido del libro, sea cual fuere su género. En la
elección y justificación del título encontramos la sentencia de uno de
los elementos de la poética de Pitol:
el lector no debe esperar un texto fácil de interpretar. La
universalidad de la angustia del hombre
La novela está dividida en 28 secuencias, decíamos antes, 4 de las cuales tienen características especiales. La parte primera es una breve introducción –que nos recuerda la síntesis que aparece al inicio del cuento Ícaro– en voz de un narrador en tercera persona que resume el contenido total del relato: habla de lo ocurrido después de haber visto la película El tañido de una flauta, del confuso intento de conversación en la plaza de San Marcos y del vagabundeo del narrador-cineasta por las calles poco conocidas de Venecia, la visión de una góndola semejante a un cisne negro degollado y los recuerdos de hace diez, quince o veinte años en Londres, Nueva York, Cuernavaca y Barcelona. Todo ello en el transcurso de un día. De los escenarios, todos son reconocibles a cualquier lector, salvo Cuernavaca, una ciudad mexicana ubicada muy cerca de la Ciudad de México, pero que aparece en el mismo nivel de importancia que el resto de las metrópolis. Y el tiempo. La introducción habla de un lapso de 24 horas que corresponderían a un número igual de partes de la novela si consideramos los 4 capítulos que muestran una clara diferencia del resto: la introducción, el tercero que es un sueño, el 27 donde aparece completo el cuento Ícaro, y el 28 que funciona como epílogo y que es una pesadilla en donde reaparece el cisne negro degollado de la introducción. La narración es una macroestructura vinculada al concepto de los narradores de la historia, el cineasta y el pintor. Si bien el medio de comunicación es el lenguaje narrado, la manera en que se modela obedece a caracteres cinematográficos, como el cambio de escenas y la aparición de personajes e historias sin previo aviso y que el lector tarda en contextualizar, así como la velocidad de ciertas imágenes, como en la descripción de una pesadilla: muecas deliberadas del rostro, rasgos inarticulados, ojos y bocas confundidos, orejas dentadas, fosas nasales abiertas como caños, risas y bostezos semejantes a los del gato de Cheshire, puños que avanzan a toda velocidad, se detienen, retroceden despaciosamente para, un instante más tarde, volver a arrancar de improviso y frenar a unos cuantos milímetros de sus amedrentados ojos. (40) o
al momento de describir a algún personaje, sirve de apoyo la referencia a
alguna película: Uno de esos seres extraños, enjutos (¿había visto Nosferatu?),[20] apergaminados casi, a los que resulta imposible saberles la edad. (128) Además, la historia de Carlos no sólo motiva la película El tañido de una flauta, sino la propia película del cineasta fracasado, en una confesión que nos muestra la síntesis filmada en su trabajo: Había tratado de reproducir aquella temporada en su película [Hotel de frontera]. La historia de Paz y Carlos hundidos en un hotel de mala muerte, combatiéndose sin tregua, asediándose, repasando sus vidas, compartiendo un lecho sin hacer el amor, bajando cada dos o tres horas como un par de obsesos a la administración para preguntar si habían recibido carta, un telegrama, si por casualidad no había llamado nadie por teléfono. (160) El relato que corre a cargo del otro narrador-personaje está lleno de referencias y descripciones pictóricas, acordes con su oficio, según podemos observar en la siguiente cita: Las figuras están muy nítidamente trazadas, la vieja con el cráneo rapado cubierto de llagas y granos como en pequeños cráteres sobre una superficie rugosa y el enorme, desorbitado pecho yacente sobre cúmulos enormes de tejidos grasos que dan idea de contener océanos de líquidos espesos en gradual descomposición y, más arriba, los ojos azules, furibundos, enloquecidos, horrorizados ante la conciencia del propio cuerpo. (43) De
igual manera, hay numeras citas en donde se hace alusión a la inspiración
que produce la contemplación de alguna pintura y acto de escritura que
surge motivando la creación de una novela: No
debía entender por dibujo el mero trazo de líneas sobre una tela o un
muro, sino la intención ordenadora total a la que se supeditan el color,
la materia, el tema, etcétera [...] el tema la apasionó tanto que la
llevó a escribir un libro. (127) El
punto de referencia es el tiempo presente del personaje, pero el acto
narrativo se vale del estilo libre indirecto convirtiéndolo en el tiempo
presente del narrador. Ya sea que el tiempo esté o no marcado
gramaticalmente, de manera directa o indirecta, nunca hemos de perder de
vista que la temporalidad narrativa y la imaginaria están entrelazadas,
afirma Szegedy-Maszák, quien agrega: “El relato sólo sabe de modelos
ficticios de temporalidad. El tiempo narrativo es un sistema de signos,
una convención, como la perspectiva en pintura”.[21]En
la delimitación del tiempo y del espacio encontramos otro elemento de la
poética: la universalidad de la angustia del hombre sin importar tiempo
ni espacio, ni géneros. El
conflicto ante la imagen del doble:
el estilo libre indirecto
En
esta novela encontramos a los personajes típicamente pitolianos:
mexicanos que deambulan por Europa en búsqueda de una realización que
los lectores intuimos o sabemos ya frustrada. Son literatos, cineastas o
profesores universitarios, hablan de arte, discuten sobre sus lecturas,
imitan a sus escritores predilectos, buscan su propia expresión. Los
conflictos que viven no son trascendentales, pero la sensación de
desarraigo los agudiza, los lleva a sus últimas consecuencias.[22] Pitol escribió un artículo sobre “Los
emigrantes y el futuro cultural Latinoamericano” en La
Nación, en donde dice: Los
escritores y los artistas que abandonaron sus países de origen sufrieron
la influencia de sus nuevos destinos e incorporaron las tradiciones de
otras tierras. Esa marca les sirvió para recrear el universo literario y
artístico que habían heredado. La amplitud de visión y la riqueza
creativa de Borges, Carpentier, Vallejo, [Alfonso] Reyes y Paz, entre
otros, mucho les debieron a los años vividos en el extranjero.[23] La
pregunta, entonces, acerca de cómo escribe, cómo debiera escribir un
narrador mexicano con media vida hecha en Europa, que ha visto
transformarse varias veces las ciudades donde transcurrió la escena de su
vida, se convierte también en pregunta dentro de la novela:
“Shakespeare era quien era por ser un isabelino. ¿Qué función desempeñaba
el artista nacido fuera de un centro y de un momento cultural
privilegiados? ¿Repetir, crear, incorporar?” (60). Pitol afirma:
“Otra similitud en mi obra es la absoluta libertad que les permito a mis
personajes, la abundancia de intelectuales y artistas que conforman el
elenco, y un final inconcluso en todos los relatos. Seguramente habrá más
convergencias que no he logrado aún detectar.”[24]
La libertad que les confiere va de la mano del estilo indirecto libre de
los narradores: *
Esa noche él había exigido fidelidad, sí, sí, medio en broma, pero
terriblemente en serio, y debía también corresponderla. (22) *
Si realmente fue ella quien lo abofeteó, ¿está, ¡Dios!, pues, en
Londres? (41) *
Por momentos ha llegado a sentir deseos de destruir las telas. ¡Sus
escombros personales! ¡Era para dar risa! (45) *
Pero a la primera tregua el animal de Morales le aclararía, como si él
pudiera no saberlo, que Lubitsch era alemán. (111) *
Y en ese sentido cualquier cuadro de Albers resultaba dibujo puro. Sí, ya
lo sabía, era descubrir mediterráneos. (127) Un
narrador que contempla a su protagonista desde lo alto y hace sentir su
presencia, puede pretender que sabe más sobre la psique de los personajes
que ellos mismos. Esta contradicción aparente nos da la posibilidad de
combinar el punto de vista interno con una situación de narración en
tercera persona. Los escritores que no vacilan en recurrir al monólogo
narrativizado –conciencia cerrada o al estilo indirecto libre– pueden
pensar que el monólogo interior directo oculta una buena parte de la vida
interior del personaje y puede difuminar la distinción entre la
conciencia del narrador y la del personaje. Henry James –traducido al
español por Pitol–[25]
y Proust tal vez hayan sido de los primeros novelistas en escribir obras
que implican este tipo de ambigüedad. Por otra parte, la elección entre
el monólogo interior y el monólogo narrativizado tiene implicaciones
filosóficas, lingüísticas y psicológicas.[26] Pitol reconoce: Durante
más de la mitad de mi vida de escritor omití cualquier conversación. El
diálogo indirecto las suplía. El narrador, yo, o el personaje que me
suplía, relataba la acción y describía lo que conversaban los
protagonistas, ya que ellos no sabían hacerlo.[27] El capítulo tercero ocurre entre el sueño y la realidad. El personaje que narra no sabe si está despierto o dormido, y durante la pesadilla aparece una imagen que es el doble de otra, un espejo que da como resultado una imagen que rechaza la mente: la hermosa sonrisa de Irka aparece contaminada por la mueca de su anciana tía que ríe de la misma manera mostrando una dentadura también idéntica: El
día que conoció a la tía Gita descubrió los mismos dientecillos, las
mismas fisuras, la misma sonrisa incrustada en un rostro ajado y
amarillento; el efecto era diferente. En la tía, la sonrisa se volvía
rapaz y maligna. A partir de ese momento, la boca de Irka quedó
contaminada por la mueca de la anciana. (21) Las
imágenes se agolpaban [...] los dientes de Irka envilecidos por la boca
de su tía. (232) Estas citas nos remiten al horror de la imagen del doble, el cual se ve reflejado también en la pesadilla del pintor al contemplar su obra a través del espejo, y en la angustia del narrador-cineasta al contemplarse a sí mismo como personaje en la película japonesa, ésta última, imagen central de la novela: Pero al mirarse al espejo la risa se le, como dicen, cristaliza, pues por la puerta del baño, a través del espejo, contempla el cuadro en que está trabajando [...], el viejo monstruo en el momento de incorporarse con esfuerzos de la cama ante la sonrisa radiante de la niña. (43) Lo pondría en antecedentes, le confesaría el horror que sintió al verse encarnado por otra persona en la pantalla, oyéndose decir frases que perfectamente hubiera podido pronunciar ante Paz y Carlos veinte años atrás. (93) La novela se desarrolla en dos planos que funcionarían como imágenes complementarias o como dobles, Carlos y la tía abuela con vidas que al final carecen de sentido; el cineasta y el pintor como narradores-personajes desdoblados. Mientras se mueven los invitados en una Venecia esplendorosa que hace las delicias del turista, el cineasta recorre la otra Venecia de las calles y las tabernas oscuras, la de la gente que vive su vida cotidiana, lejos de la imagen estereotipada, y que envuelve el ambiente con su idioma regional haciendo ininteligible el italiano a los oídos del protagonista. En dicho ambiente es donde ve aparecer la imagen fantasmal de la góndola con figura de cisne degollado que reaparecerá al final de la novela. Tendríamos entonces: dos Venecias. Dos niveles de realidad, lo que sabemos por lo que se vio en la película y lo que sabemos por la novela misma. Imágenes frente a su espejo. Carlos Ibarra y la tía Amelia que se suicidan al final. Juan García Ponce, escritor y crítico de la misma generación de Pitol, señala: Esa Asia mítica y según la novela perfectamente retratada en la película que repite su título y la historia del que debería ser el personaje central en El tañido de una flauta creando la perfecta repetición, el perfecto reflejo ¿de qué? En ninguna de las obras de Sergio, incluyendo su Autobiografía, sé con exactitud cuál es el reflejo y la repetición y cuál es el original que se refleja y repite. ¿Quién es más verdadero, el protagonista de la película japonesa en la que el narrador encuentra el retrato y la repetición de la historia de la vida del que debería ser y de hecho se convierte mediante la confusa tribulación que despiertan en el narrador la suma de coincidencias en el protagonista de la novela?[28] Por otra parte, el contar poco a poco, el relato fragmentado y mezclado deja la sensación de que nunca conoceremos del todo la historia -¿la sabe, acaso, el autor?-, aunque parezca que tenemos todas las claves. Pitol declara en otra entrevista: Lo central de mi narrativa, el placer de narrar para mí, se encuentra, generalmente, en contar historias. [...] Casi siempre, los personajes […] hacen reflexiones sobre momentos del pasado, sobre un momento en el que sucedió algo. Algo que, a veces, no dejo muy claro, que sólo insinúo, porque los personajes meditan o se acercan a un punto secreto y van dando algunas pistas, a veces contradictorias, porque es el lector quien tiene que armar la historia.[29] Elena
Poniatowska afirma que en
alguna ocasión Sergio Pitol dijo a Margarita García Flores una frase
clave para entender su obra: “Por lo general, cuando escribo un relato,
hay una zona de vacío, una especie de cueva sicológica [sic]
que no me interesa llenar”.[30]
Y tomando esa premisa, revisaremos los últimos elementos de la poética
de la novela. La
apertura del texto: Presencia
del elemento grotesco
El
tañido de una flauta está
dedicada a Mercedes Escamilla (¿Mercedes Escamilla de Kurticz?,
traductora del polaco). Sergio Pitol
domina el inglés, el italiano, el francés, el polaco y el ruso, además
del español. De 1961 a 1972, confiesa que vive “una libertad jamás soñada”
combinando una estancia académica en la Universidad de Bristol y
trabajando como traductor para Seix Barral, Tusquets y otras editoriales
de México, España y Argentina: Debo
haber traducido en esos años de treinta a cuarenta libros. Tuve la suerte
de que, salvo dos o tres títulos, pude elegir personalmente los libros
que traduciría, y que fuera de dos todos eran novelas. Esa tarea me
predispuso a lanzarme tiempo después a hacer las mías propias. No
conozco mejor enseñanza para estructurar una novela, que la traducción.[31] En
la novela aparece una idea muy especial en términos del papel que podría
jugar la traducción para alcanzar la unidad del género humano: Recuerda
que Carlos les explicaba a unos tipos su convicción en la unidad de la
especie humana, diciendo que la prueba definitiva la ofrecía la
traductibilidad de las lenguas, la posibilidad de equivalencia entre todas
ellas. (212)
Juan Villoro afirma que las diversas literaturas que pasan por su obra desembocan en un lenguaje de marcada originalidad: “el viajero impenitente ha traducido cerca de cincuenta libros del ruso, el polaco, el francés, el inglés y el italiano”.[32] Carlos Ibarra es también políglota: “Debes, il faut, bisogna, you need mostrar júbilo, felicidad, exultación” (35), y aunque al final muere, no desaparece la imagen de su persona ni de su lucha por escribir en la mente del narrador-cineasta. Recuerda los ideales y motivos que movían a Carlos a guardar silencio –“su verdadera protesta residió en el silencio, en no escribir nunca la novela” (35)–, pero también los que pretendía alcanzar por medio de la escritura: De pronto Carlos se volvió hacia él y le dijo: –Si pudiera saber qué pasa en el interior de esta gente, qué sienten, cómo conciben el universo; no a lo que aspiran, eso es fácil de imaginar; [...] lo que en verdad me importa saber es cómo se organizan en su mente los datos visibles del mundo, qué se sedimenta en ella, qué se mueve y hacia dónde. Si lo supiera habría logrado entender el sentido de la existencia. (212) La traducción es también un doble, pero sin el horror de la imagen duplicada por el espejo. Las múltiples versiones que enriquecen al texto poniéndolo al alcance del lector de otras lenguas son las que abren una gama de posibilidades que también aparecen en juego en la novela, especialmente en el capítulo 5: “¿Habría llegado Carlos a conocer a Hayashi?” “Pudo haber conocido al entonces muy joven Yukio Hayashi.” “Hayashi comenzaría a visualizar situaciones, luces, líneas, movimientos, gestos, tonos de voz, ritmos.” “Debía haber un encuentro posterior.” “Cabe también la posibilidad de que Hayashi nunca hubiera conocido a Carlos.” “Cabe una tercera posibilidad” “Carlos podía haber publicado con seudónimo una novela autobiográfica.” Con ello, tendríamos otro elemento de la poética: la apertura del texto. La
imagen del doble se rompe con el diálogo. Se necesita a un ‘otro’ que
no sea igual al ‘yo’ para que haya diálogo. El lector de Pitol está
llamado a ser más, a ser un interlocutor, como aquel que aporta la
cambiante interrogación sin la cual el texto no se pone en marcha. Pitol
advierte al lector: Me interesaba muchísimo, nunca he sabido por qué, esta especie de novela incluida en otras novelas, estos intentos de metaficción, estas historias donde hay un escritor que escribe una novela.[33] Tanto
en mis cuentos como en mis novelas trabajo unas estructuras muy cercanas a
las cajas chinas, donde una historia está dentro de otra, y así. Cuando
parece que hay un resultado, un final, no es el final real, porque todavía
aguarda otra cosa. Si alguien cree haber descubierto un misterio, se da
cuenta, al poco tiempo, de que está equivocado, porque hay otras capas o
cajas a las que no ha llegado.[34] Villoro afirma que si en sus relatos Pitol había demostrado especial interés en desentrañar los distintos niveles de la realidad, en su primera novela lleva el procedimiento a su límite más extremo; historias dentro de las historias con una trama que se devora a sí misma a medida que avanza: “Homenaje a Rashomón, la novela es una sucesiva creación de biografías que se desvanecen para resurgir distorsionadas. Al buscar la identidad de su amigo, el protagonista empieza a cuestionar la vida falsa que ha llevado en los últimos años. El escenario de El tañido de una flauta no es gratuito: el libro es una intensa mascarada veneciana, un carnaval de la simulación”.[35] Villoro hace alusión a un espacio en el que surge el elemento grotesco que Pitol llevará a su culminación en las tres novelas que integran el Tríptico del carnaval. El
capítulo 13 está dedicado al juego del lenguaje grotesco y paródico,
con un personaje que ni siquiera mereció un nombre usual: la Falsa
Tortuga. Pitol afirma:
“El tañido de una flauta y
Juegos florales son novelas de corte existencial, su estilo requería
tensión y un lenguaje más severo, carente de humor, salvo en una excepción
extrema: la aparición de la Falsa Tortuga, un personaje delirante que
aparece en un capítulo de El tañido.”[36]
Este personaje aparece
más de diez años antes que la primera novela de la trilogía y fue
precisamente en un cuento intitulado Aparición
de la falsa tortuga (1969), el cual se convertiría en un personaje de
la primera novela.
Además
de la Falsa Tortuga, hay otros elementos importantes en ese capítulo. La
película que se exhibe lleva por título Ser
o no ser, que proviene de Hamlet
y del conflicto que vive ese personaje. Cázares señala que sirve como
detonador de esa “parodia satírica que fustiga los vicios y defectos
característicos de aquellos que detentan el poder.”[37]
Pero también debemos recordar que el título de la novela, que es también
el de la película, proviene igualmente de una cita de Hamlet. Tendríamos entonces otras figuras desdobladas, sólo que en
este proceso, el espejo devuelve una figura grotesca: La
vio acercarse. Su figura, aun de lejos, resultaba vagamente grotesca. No sólo
por la desproporción entre el vestido de noche de encaje negro y la capa
de pieles y la sala donde se celebraba el homenaje, sino por el modo
peculiar con que sus movimientos se articulaban y desarticulaban. La vio
zangolotear acompasadamente el obeso cuerpecito. (101) A
la figura se suma la ignorancia y el lenguaje parodiando el discurso político,
hasta llegar a convertirse en una “marioneta bufa”, como dice en
seguida el texto. Poniatowska señala posibles referentes del personaje:
“si Sergio parodia nunca nos da la clave, la Falsa Tortuga puede ser y
no, María Luisa Mendoza, Marieta Karapetiz puede ser y no Mathilde
Lemberger. A Sergio Pitol no le interesa revelar nada, mucho menos dar
explicaciones”.[38]
Volvemos de nuevo al papel que el lector debe jugar ante la novela. Pitol
señala: “Otra señal en todo mi cuerpo narrativo: ninguna novela, ni la
casi totalidad de mis cuentos, concluyen definitivamente. El final queda
siempre abierto. Pero es necesario proporcionarle al lector un puñado de
opciones”.[39]
Sus protagonistas –escritores, cineastas o pintores– hacen a su vez
literatura: desean contar historias y se empeñan en encontrar una forma
para hacerlo. Recuerdan sus lecturas, imitan recursos de otros autores,
discuten los dispositivos narrativos. No obstante, sólo a veces triunfan:
el pasado se conserva oscuro; las historias, informes. Literatura son
todas aquellas sombras con las que Pitol conversa. Su obra es un diálogo
fértil: departe con la tradición, discute con otros autores e invita al
lector a participar en dicho diálogo. Conclusión
Abrimos
nuestro estudio con una frase del diario de Pitol, y cerraremos con otra
del mismo texto: 27
de julio, 2003 Me
parece haber aclarado la unidad de mi obra narrativa. Salvo minúsculas
variaciones, la estructura es la misma en todas las novelas; existe un
permanente movimiento de bloques de lenguaje, puesto que la historia ha
sido narrada por diferentes relatores, algunos veraces y precisos, otros
poco confiables, y otros más absolutamente falsos. De eso resulta que el
cauce narrativo trace un itinerario atrabiliario y zigzagueante.[40] La
obra de Sergio Pitol mereció el Premio Cervantes por “sus reflexiones
constantes sobre el arte de escribir, su anticipación a los géneros y su
dimensión cervantista”.[41]
Siguiendo el modelo de Cervantes, ha experimentado en búsqueda de formas
nuevas y ha alcanzado el grado último: la confusión de vida y
literatura, y en el texto que nos ocupa, una novela dentro de un cuento,
llevando con ello la experimentación formal a un nivel de innovación en
las letras hispanas. Pitol ha podido transformar una vida dentro de la
literatura:
Como
ocurre siempre en la escritura, ese largo deambular desde unas cuantas imágenes
perdidas en la memoria hasta su fijación en el papel, sigue constituyendo
para mí un misterio.[42]
Bibliografía
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2006, en el año de Cervantes, a Sergio Pitol y su Cervantes”, 2a.
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el 12 de septiembre de 2007]. Roffé,
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Coriolano, introd. Antonio Ballesteros. Madrid, Algaba Eds., 2004. Szegedy-Maszák,
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disponible desde Internet en: http://www.um.es/tonosdigital/znum12/secciones/perfiles%20C-Sergio%20Pitol.htm
[citado el 8 de octubre de 2007]. Villoro,
Juan
(1998), “Sergio Pitol: el asedio del fuego”, pról. Todos
los cuentos. México, Alfaguara, 9-15.
[1]
Víctor Manuel de Aguiar hace una revisión histórica de la poética,
también llamada teoría de la literatura, a partir de Quintiliano y
hasta mediados del siglo XX. Vid. Víctor Manuel de Aguiar e
Silva (1986), Teoría de la literatura, trad. Valentín García
Yebra, Madrid, Gredos, 11-42.
[2]
Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov (1972), Diccionario
enciclopédico de las ciencias del lenguaje, trad. Enrique Pezzoni,
México, Siglo XXI Eds., 1987, 98.
[3]
Sergio
Pitol (2003), Las novelas del carnaval, en Obras
reunidas II. El desfile del amor, Domar a la divina garza, La vida
conyugal, México, Fondo de Cultura Económica, 9-10.
[4]
Ibíd., 13.
[5]
Oswald Ducrot y Tzvetan Todorov (1972), op.
cit., 99.
[6]
Bolaño completa la definición: “Pitol, que tiene actualmente
sesenta y seis años, sigue siendo, está de más decirlo pero hay que
decirlo, un hombre rebelde y valiente.” Roberto Bolaño (2004),
“Sergio Pitol”, en Entre paréntesis. Ensayos, artículos y discursos (1999-2003),
Barcelona, Anagrama, 2006, 135 y 136.
[7]
El
tañido de una flauta
apareció en 1972 publicada por la editorial Era, con múltiples caras
de Peter Lorre en la portada. Cf. Juan García Ponce (1988), “Sergio
Pitol: la escritura como misterio, el misterio de la escritura”, en Imágenes y visiones, México, Vuelta, 1991, 81.
[8]
Sergio Pitol (1993), Domar
a la divina vida,
en Teorías del cuento II. La
escritura del cuento, Lauro Zavala (ed.), México, UNAM, 1995,
289.
[9]
Pitol afirma: “Para,
mí funcionaba como un laboratorio en donde ponía a prueba mis
recursos. El cuento tiene una precisión que la novela no tiene, pero
los procedimientos que usé en mis cuentos no pasaron a mis
novelas”. Silvina Friera
(2005), “Sentí que si me acercaba a Borges iba a ser una copia”, Página
12, 31 de diciembre, disponible desde Internet en: http://www.pagina12.com.ar/imprimir/diario/suplementos/espectaculos/4-2006-01-03.html
[citado
el 23 de septiembre de 2006].
[10]
Reina
Roffé (2005), “El
arquitecto de las cajas chinas. Entrevista a Sergio Pitol”,
Omnibus, núm. 1, enero, disponible desde Internet en: http://www.omni-bus.com/n1/pitol.html
[citado el 23 de septiembre de 2007]. También en Silvina
Friera
(2005), art. cit.
[11]
Sergio Pitol (1997), El sueño
de lo real, en Pasión por
la trama, Madrid,
Huerga y Fierro Eds., 1999, 29. La afirmación se encuentra también
en Sergio Pitol (2003), Las
primeras novelas, en Obras
reunidas I. El tañido de una flauta, Juegos florales, México,
Fondo de Cultura Económica, 18.
[12]
Sergio Pitol (1995), “Escribir,
ese misterio”, Cuadernos
Hispanoamericanos, núm. 546, 40.
[13]
Benmiloud analiza en profundidad la estructura de la novela y el carácter
del protagonista Carlos Ibarra. Vid.
Karim Benmiloud (2006), “Un roman de l’artiste. El
tañido de una flauta de Sergio Pitol”, Atala:
La France et l’Allemagne, núm. 9, marzo.
[14]
La entrevista continúa: “Pero en los meses siguientes me volvía el
tema de Ícaro, de la muerte de un poeta, y entonces tomé notas
alrededor de ese cuento y ese personaje. Me parecía que estaba muy
expuesto todo y que podía hacer un cuento largo o una novela corta, y
empecé a escribir pensando una novela en donde Ícaro, el personaje,
se desplaza por muchos lugares y en un lapso de tiempo más amplio. En
dos años terminé mi primera novela, El tañido de una flauta.”
Silvina Friera
(2005), art. cit.
[15]
Sergio Pitol (1993), Domar
a la divina vida, op. cit.,
292-293.
[16]
Sergio
Pitol (1972), El tañido de una flauta,
2ª. ed. revisada, México, Era, 1994. Las páginas de las citas se
indicarán entre paréntesis, con base en esta edición.
[17]
El título
aparece varias veces más en la novela aludiendo a la película del
mismo nombre (cf. 49 y 85); y sumando una referencia indirecta a
Malcolm Lowry –también traducido por Sergio Pitol–, al hablar del
Cónsul y de Tomalín (cf. 78).
[18]
La cita de la novela se corresponde con otra de la segunda escena del
acto III de Hamlet, en voz
del protagonista frente a Guildenstern, como una protesta frente al
amigo traidor que en realidad es espía del rey. Especie de parábola
en la que Hamlet se compara con un instrumento diciendo que si resulta
difícil sacarle un sonido al caramillo, más difícil le resultará
sacarle el motivo de su ‘supuesta locura’ que el rey le había
mandado averiguar. William Shakespeare (1601), Hamlet, en Teatro II: Ricardo
III, Julio César, Hamlet, Otelo, Macbeth, El Rey Lear, Coriolano,
introd. Antonio Ballesteros, Madrid, Algaba Eds., 2004. La obra Hamlet es uno de numerosos casos de teatro dentro del teatro que
tanto gustaban a Pitol. Vid.
Sergio Pitol (1998), “La isla púrpura”, Imagen
(Caracas), abril-mayo.
[19]
Pitol dice sobre Alfonso Reyes: “Por
mucho tiempo fui a su taller en El Colegio de México, y con algunos
amigos lo visitábamos en su casa.”
J.
L. Perdomo Orellana y Gerardo Guinea Diez (2007), “Conversación
exclusiva con Sergio Pitol”,
Este país (Guatemala),
núm. 9, marzo, disponible
desde Internet en: www.este-pais.com/?q=node/119
[citado el 3 de octubre de 2007].
[20]
Nosferatu, una sinfonía
del horror, es una película
muda de 1922 dirigida por F. W. Murnau.
[21]
Mihály Szegedy-Maszák (1993), “El texto como estructura y
construcción”, en Teoría
literaria, trad. Isabel Vericat Núñez, México, Siglo XXI,
228-229.
[22]
Cf. Liliana
Tabákova (2006), “Geografías literarias de Sergio Pitol”, Tonos.
Revista Electrónica de Estudios Filológicos, núm. 12,
disponible desde Internet en: http://www.um.es/tonosdigital/znum12/secciones/perfiles%20C-Sergio%20Pitol.htm
[citado el 8 de octubre de 2007].
[23]
Sergio
Pitol (2001), “Los
emigrantes y el futuro cultural latinoamericano”, La Nación,
disponible
desde Internet en Latin Art Museum Fundación Ureña Rib, http://www.latinartmuseum.com/latinos_emigrantes.htm
[citado el 12 de septiembre de 2007].
[24]
Sergio
Pitol (2003), Las novelas del carnaval, op. cit., 14.
[25]
Vid.
Henry
James (1888), Los papeles de Aspern, trad. Sergio
Pitol, Caracas, Monte Ávila, 1998; Henry James (1881), Washington
Square, trad. Sergio
Pitol, Barcelona, Seix Barral, 1998; Henry James (1898), La
vuelta de tuerca,
trad. Sergio
Pitol, Madrid, Salvat, 1988; Henry James (1886), Las bostonianas,
trad. Sergio Pitol, Barcelona, Seix Barral, 1971 y 1993, y en
Mondadori, 2006.
[26]
Cf. Mihály Szegedy-Maszák (1993), op.
cit., 237-239.
[27]
Sergio
Pitol (2003), Las novelas del carnaval, op. cit., 18.
[28]
Juan García Ponce (1988), art. cit., 83.
[29]
Reina
Roffé (2005), art. cit.
[30]
Elena
Poniatowska (2006), “Feliz
2006, en el año de Cervantes, a Sergio Pitol y su Cervantes”, 2a.
parte, La Jornada, 10 de
enero, disponible desde Internet en: http://www.jornada.unam.mx/2006/01/10/a05a1cul.php [citado
el 12 de septiembre de 2007].
[31]
Sergio
Pitol (2003), Las primeras novelas, op.cit.,
14.
[32]
Juan
Villoro (1998), “Sergio Pitol: el asedio del fuego”, pról. Todos
los cuentos, México, Alfaguara, 15.
[33]
Sergio Pitol (1993), Domar
a la divina vida,
op. cit., 291.
[34]
Reina
Roffé (2005), “El
arquitecto de las cajas chinas. Entrevista a Sergio Pitol”,
art. cit.
[35]
Juan
Villoro (1998), art. cit., 11.
[36]
Sergio
Pitol (2003), Las novelas del carnaval, op. cit., 14.
[37]
Laura Cázares H. (1992), “Ironía, parodia y grotesco en Aparición de la falsa tortuga de Sergio Pitol”, en De
la ironía a lo grotesco (en algunos textos literarios
hispanoamericanos), México, UAM-Iztapalapa, 168.
[38]
Elena
Poniatowska (2006),
“Feliz 2006, en el año de Cervantes, a Sergio Pitol y su
Cervantes”, 1ª. parte, La
Jornada, 9 de septiembre, disponible desde Internet en: http://www.jornada.unam.mx/2006/01/09/a03a1cul.php
[citado el 27 de septiembre de 2007].
[39]
Sergio
Pitol (2003), Las novelas del carnaval, op. cit., 11.
[40]
Ibíd.,
13-14.
[41]
EFE
(2006), “El Rey entrega a Sergio Pitol el Premio Cervantes por sus
‘reflexiones sobre el arte de escribir’”, El
país, 21 de abril.
[42] Sergio Pitol (1995), “Escribir, ese misterio”, art. cit., 43. |
Claudia Macías Rodríguez, “Teoría poética en El tañido de una flauta”, Revista Iberoamericana. Universidad Nacional de Seúl, ISSN 1598-7779, núm. 18, diciembre 2007, pp. 39-62.
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