El
alcance del juego de las palabras en Satarsa,
de Julio Cortázar Claudia Macías Rodríguez |
I.
Satarsa en la línea del
bestiario de Cortázar II.
La
estructura en juego
1.
El palindroma y el espejo
2.
Las reglas del juego
3. El clímax del juego de la palabra
- Cábala
y Satarsa
- Juego
intratextual
4.
El final del juego III.
El juego con los símbolos
1.
Espacio y tiempo
2.
¿Personajes míticos?
3.
Las ratas como símbolo IV. Hacia una interpretación de Satarsa |
Introducción El
último volumen de cuentos que escribió
Julio
Cortázar
comprende ocho textos que ofrecen un reto para su estudio, tanto por la
perfección
de su estructura, como por la complicada red de niveles de significación
que presentan. El número
de cuentos de Deshoras (1982),
coincide con el de Bestiario
(1951), el primer volumen de cuentos publicado. En
la lectura paralela de ciertos cuentos del Bestiario
con otros de Deshoras se
descubren afinidades que nos permiten plantear la siguiente hipótesis:
la posibilidad de una relectura que el autor hace sobre sí
mismo,
un volver sobre sus pasos a treinta años
de distancia y ante la cercanía
de la muerte. Julio Cortázar
muere en 1984. El
cuento que hemos elegido, Satarsa,
se inserta en el género
del bestiario. Con ello, se establece una relación
directa con el volumen de 1951 que despierta el interés
por revisar la evolución
de la escritura de Cortázar
sobre esa línea,
en función
de
una mejor interpretación
del texto en estudio. Uno
de los casos más
semejantes,
tal vez no tan casual, lo constituye la pareja de cuentos: Lejana
y Satarsa.[1]
Los palindromas que aparecen en Lejana
darán
vida al relato de Satarsa. El
cuento Lejana surge también
de un juego de palabras que convierte el nombre de la protagonista en un
anagrama abierto, “Alina Reyes es la reina y... Tan hermoso [...] porque
abre un camino, porque no concluye. Porque la reina y...”.[2]
Ambos textos parecen quedar abiertos, y sin embargo, su estructura es
perfectamente “esférica”,
como diría
Cortázar,
son cuentos cerrados sobre sí
mismos,
cuentos perfectos. El
presente estudio intenta seguir la estrategia lúdica
del texto en sus diferentes niveles significativos y, además
pretende
revisar la nueva dimensión
que adquiere el manejo del bestiario en el cuento Satarsa,
el juego de las palabras para (atar a l)as rataS. En
Lejana, el juego de las palabras
se presenta como un puente en el que Alina se encuentra y se pierde en el
mismo momento. Lejana, “donde
un nombre es una plaza [...] y al final de la plaza empieza el puente”.[3]
Y de Satarsa diremos que se
trata de un nombre que aisla y define, Satarsa, la otra cara de la
realidad. El juego tiende un puente para llevar a Lozano al enfrentamiento
con la otredad. El juego fatal, liberador del poder de la palabra, que
permite a Satarsa llegar hasta sus últimas
consecuencias. I.
Satarsa en la línea del bestiario de Cortázar Bestiario,
publicado en 1951, marca definitivamente la entrada de Julio Cortázar
en la literatura latinoamericana. Su incursión
enriquece al género
y su volumen de cuentos se suma a los bestiarios famosos, junto con el de
Jorge Luis Borges, Juan José
Arreola,
Guillaume Apollinaire, Paul Claudel, entre otros. Los
bestiarios poseen una tradición
que viene desde la antigüedad.
En la época
medieval, el hombre buscaba el exemplum de los animales y
parafraseaba la actividad de éstos
en relación
con
su visión
de Dios y del mundo. Una concepción
más
moderna del bestiario es la que se señala
en la edición
del Bestiario medieval: “el animal es lo impenetrable y lo extraño,
excelente razón
para que el hombre proyecte en él
sus angustias y sus terrores”.[4]
En
la Historia de las cosas de la Nueva España
de Bernardino de Sahagún[5]
se comprende
ya la descripción
de animales, y si bien no llegó
a
constituir un bestiario, sí
sirvió
de
fuente para quienes se ocuparían
de ello. Por ejemplo, Julio Cortázar
escribe el cuento llamado Axolotl
basado en el animal del mismo nombre, cuya descripción
se incluye en el texto de Sahagún.[6]
Cortázar
muestra interés
por los animales “raros”, como es el caso del axolotl,
pero esta afición
se presentaba desde su primer texto, Los
reyes (1949), en donde centra su atención
en la figura del Minotauro. No
todos los cuentos que integran el volumen de Bestiario
tratan de animales, en el sentido normal de la palabra. Al hablar del
Minotauro, Cortázar
señala
su propia dirección
dentro del género:
“se habla ya tanto de ti que eres como una vasta nube de palabras, un
juego de espejos, una reiteración
de fábula
inasible.”[7]
Los
cuentos de Bestiario están
considerados por la crítica
como cuentos perfectos. Noé
Jitrik
habla sobre un rasgo común
a los ocho relatos: “las fuerzas invasoras están
en nosotros mismos, y la expulsión
se produce a partir del momento en que conseguimos objetivarlas y ponerlas
afuera”.[8]
Para Cortázar
la irracionalidad está
dentro
del hombre. Ésta
sería
la
postura que mantendría
en
un primer momento, en el ámbito
de lo fantástico. El
año
de la publicación
del Bestiario coincide con la salida de Cortázar
de Argentina, a esto Yurkievich lo llama “una doble evasión:
el exilio físico
(en París)
y la fuga a lo fantástico
(en los cuentos)”.[9]
Los animales seguirán
apareciendo en sus relatos posteriores: en Axolotl
y Los venenos, de Final del
juego (1956); en Las armas
secretas (1959), en donde se compara a las mujeres con ratitas; en Todos los fuegos el fuego (1966), en donde las hormigas hacen
presencia, aunque no la misma que diez años
antes en Los venenos. La
Revolución
Cubana marca una huella profunda en el pensamiento de Cortázar,
y en 1968 enuncia un cambio definitivo. En la entrevista que le hace Mario
Vargas Llosa en ese año,
dice: “Yo no sé
dónde
empieza o termina lo real y lo fantástico;
en mis primeros libros prefería
insertar
lo fantástico
en un contexto minuciosamente realista (los cuentos de Bestiario
por ejemplo), mientras que ahora tiendo a manifestar una realidad
ordinaria dentro de circunstancias con frecuencia fantásticas”.[10]
A partir de esta fecha, lo fantástico
toma un giro diferente en su producción.
En el cuento Manuscrito hallado en
un bolsillo, de Octaedro
(1974), las arañas
entran en combinación
con
dos elementos más:
pozo
y péndulo
que no pueden sino traernos a la memoria el cuento de Edgar Allan Poe. Las
ratas de Poe se convierten aquí
en
arañas
y "carcomen" el estómago
del protagonista ante el suspenso del juego mortal que ha emprendido. Y en
Paseo entre las jaulas, de Territorios
(1978), incluye una interesante alegoría
en la que utiliza el lexema ‘hormig...’ para crear nombres que definan
a los diferentes estratos políticos
y burocráticos de la sociedad burguesa. Y así habla del Hormigón, de
los hormigachos,
los hormigudos, hormigones, hormigoscribas y de otras tantas categorías
más que incluye. Luego
de la alegoría
señala,
“un día
acabaremos con ellos[...] La imaginación
está
de
nuestro lado y ellos sólo
tienen la fuerza [...] por eso es bueno que existan los bestiarios
colmados de transgresiones”.[11]
Los
animales aparecen de nuevo en los cuentos de Queremos
tanto a Glenda (1980). En Orientación
de los gatos,
se establece una correspondencia entre la mujer y el felino con ciertos
atisbos de "esfinge", y en Historia con migalas aparece toda una fauna -ratas, pájaros,
lagartijas, moscas, una cabra, cinco vacas, un ternero y perros- que
contrasta con el ambiente solitario que busca la pareja. En
el último
volumen, Deshoras (1982), sólo
un cuento retoma la línea
del bestiario, Satarsa, relato
en el que los animales y los hombres viven el mismo juego, con lo cual se
confiere una nueva dimensión
al manejo que Cortázar
venía
haciendo de los animales. La transgresión
de la realidad y de lo fantástico
llega a su plenitud en este cuento. Tres
temas se mantienen como constantes desde Bestiario
y son: el doble, el perseguidor -que cristaliza en el texto de 1959- y el
juego de las palabras, que llega al máximo
en Rayuela y en 62/Modelo
para armar. Respecto al manejo del doble, dice Cortázar,
"el tema del doble aparece ya con toda su fuerza en ese cuento [Lejana].
El doble es una evidencia que he aceptado desde niño.
Quizás
a usted [González
Bermejo, quien lo entrevista] le va a divertir pero yo creo muy seriamente
que Charles Baudelaire era el doble de Edgar Allan Poe".[12] Más
adelante
hablaremos de esta semejanza. En
cuanto al juego de palabras, Julio Cortázar
destaca de nuevo el mismo cuento, Lejana. El anagrama del nombre de la protagonista "Alina Reyes:
es la reina y...", da vida al cuento. La afición
por el juego de las palabras se da tanto en prosa como en verso, basta con
recordar los nombres de sus colecciones poéticas:
Pameos y meopas (1971), Pameos,
meopas y prosemas (1984), en los que juega con dos anagramas de poema.
A treinta años
de distancia, Julio Cortázar
despierta a Lejana para que uno
de sus medios de conciliar el sueño,
el palindroma, dé
vida
al cuento que abordamos en
nuestro
estudio: Satarsa. II.
La
estructura en juego El
contenido de Satarsa puede
resumirse de la siguiente manera: Lozano, Laura y Laurita, Illa y Yarará
son
un grupo de fugitivos perseguidos por causas políticas
que se refugian en Calagasta, en donde comparten la miseria de la gente y
el oficio de cazadores de ratas para una compañía
danesa. Lozano es un "maniático"
de los juegos de palabras, y por medio de las combinaciones de un
palindroma pretende encontrar alguna solución.
El grupo decide emprender una cacería
que le permitirá
obtener
dinero para llegar a la costa y salvarse. Durante la misma, cuando los
cazadores están
a punto de lograr su objetivo, cambia repentinamente la situación,
y son acribillados por los militares que los perseguían. El
relato aparece dividido en diez momentos señalados
por los espacios en blanco. Podemos decir que cada uno constituye una
secuencia, dos de las cuales presentan subdivisiones.
El nombre que les hemos dado refleja el contenido de la misma: 1.
El juego de palabras (p. 53). 2.
Tres posibilidades del juego:
2a.
Lozano contra las ratas, en el juego verbal (p. 53).
2b.
Laura y Lozano contra las ratas, juego verbal que incorpora la realidad
(p. 55, el diálogo).
2c.
Lozano, Laura y Laurita contra las ratas, en un juego que incorpora la
agresión
(p. 55). 3.
El pasado de los personajes: los fugitivos (p. 56). 4.
Éxtasis
cabalístico
(p. 57). 5.
El juego “diabólico”
de las palabras (p. 58). 6.
El riesgo del juego (p. 60). 7.
La noticia y el plan para la cacería
(p. 61). 8.
Primer encuentro con Satarsa: Lozano, el perseguidor (p. 64). 9.
Segundo encuentro con Satarsa: Lozano, el perseguido:
9a.
La fuga infructuosa (p. 66).
9b.
El cambio en las reglas del juego (p. 67). 10.
Cambio de juego: Lozano, perseguidor y perseguido (p. 68). Si trazamos una línea imaginaria entre el juego y la realidad -entendiendo por juego, en este momento, un medio protector para los personajes, y por realidad el otro lado que los amenaza-, y colocamos en ese espacio los diez momentos que presenta el texto de acuerdo con el contenido que relatan, tendremos el esquema siguiente: |
El juego |
La realidad |
|
1. El juego de palabras 2. Tres posibilidades del juego |
||
2a. Lozano vs ratas (juego verbal) |
2b. Laura y Lozano vs ratas |
|
2c. Lozano, Laura y Laurita vs ratas |
||
3. El pasado: los fugitivos |
||
4. Éxtasis cabalístico | ||
5. El juego "diabólico" de las palabras | ||
6. El riesgo del juego | ||
7. La noticia. El plan de cacería | ||
8. Primer encuentro con Satarsa: el perseguidor |
||
9. Segundo encuentro con Satarsa: el perseguido | ||
9a. La fuga | ||
9b. Cambio en las reglas del juego | ||
10. Cambio de juego: perseguidor = perseguido |
Se
puede apreciar que las secuencias se desplazan entre los dos niveles, en
un movimiento que va del plano de lo fantástico
hacia el real. El cambio se presenta suavemente, deslizándose
hacia el otro lado por medio de secuencias que se ubican entre ambos
planos. Se
distingue además
una línea
inclinada que divide en dos la estructura, justamente a partir del éxtasis
del juego del que surgirá
Satarsa,
en donde se la nombra por primera vez. La secuencia final está
en el terreno de la realidad. La realidad que resulta ser el horror de la
represión
política.
Por
encima de lo fantástico
y lo real se encuentra el lector, que juega, a su vez, con ambos en la
interpretación
del texto. 1.
El palindroma y el espejo “Cosas
así
para
encontrar el rumbo, como ahora lo de atar a la rata” (p. 53). El inicio
refleja una despreocupación
que no duda en calificar al palindroma de “pedestre y pegajoso”, y al
protagonista de “maniático”.[13]
El cuento surge del palindroma “atar a la rata” que en plural da
origen a Satarsa: “atar a las ratas te da Satarsa, la rata" (p.
58). El epígrafe
es también
otro palindroma, “Adán
y raza, azar y nada”. En el centro del relato, aparece un palindroma más:
“Átale,
demoníaco
Caín,
o me delata” (p. 59). Julio
Cortázar
confiesa: “Eso yo ya lo venía
haciendo pero ingenuamente desde niño.
Siempre me gustó
leer
las palabras al revés,
las palabras de los afiches de publicidad. Las leía
al revés,
y cuando las palabras tenían
un sentido me parecía
maravilloso
porque era como el otro lado del espejo. [...] Cuando descubrí
que
ya desde la antigüedad
existían
los palindromas me fasciné
y
los empecé
a
coleccionar”.[14]
Augusto Monterroso confirma la afición
de Cortázar
por los palindromas cuando dice: “entonces yo recordé
[...]
que Julio Cortázar
me ofreció
hace
años
buscarme en una biblioteca de París
el Evangelio según
San Mateo puesto en alejandrinos palindrómicos
franceses por alguien en el siglo XVIII, ofrecimiento que no le acepté
por
temor a hacerlo perder el tiempo”.[15] El
palindroma supone un espejo, la lectura en ambos sentidos nos da,
aparentemente, la misma imagen. Sin embargo, una es falsa y la otra
verdadera, si se la compara con el espejo. En este juego parecería
que el texto planteara el problema del concepto de la verdad: “un
espejo que miente y al mismo tiempo dice la verdad” (p. 53) “le
dice la verdad a Lozano porque le muestra su oreja derecha a la derecha,
pero a la vez le miente (ídem.) "el
espejo le dice a Lozano una verdad y una mentira (ídem.) "el
palindroma miente y dice la verdad como todo espejo" (p. 54). Ahora
bien, es interesante que la mentira aparezca como la acción
del sujeto palindroma: el palindroma miente. Se establece entonces la
relación
del palindroma con lo falso o lo desconfiable. 2.
Las reglas del juego Hemos
llamado reglas del juego a las comparaciones que aparecen en el texto y
que parecen funcionar como instrucciones para el juego del relato. Veamos
las más
relevantes: 1.
Las palabras juegan solas “mientras él
las espera, como los cazadores de Calagasta esperan a las ratas” (p.
53). La cacería
de ratas gigantes se equipara al juego de las palabras. Cacería
y juego quedan en el mismo nivel. 2.
“Lozano se ha habituado a hablar con Laura de las ratas como si
fuera la cosa más
normal” (p. 54). Las ratas llegan a ser parte de su vida, y se insiste
en que en realidad lo son, “porqué
no
va a serlo” (ídem). 3.
“El palindroma miente y dice la verdad como todo espejo” (ídem.).
El juego de palabras implica un riesgo. Y lo que se apuesta es la verdad
contra la mentira. 4.
“Nadie ha atado jamás
una
rata gigante como no sea metafóricamente”
(ídem.). Esta regla anuncia la cacería
final
de ratas, y la descripción
que
hace de la manera metafórica
de atar a las ratas será
idéntica a la
práctica
durante la cacería. 5.
Laurita, “el muñón
golpeando en la palma de la mano como en un remedo de tambor” (p. 55).
La mutilación
que ha sufrido por el
ataque de las ratas sirve ahora como instrumento para un nuevo juego de la
niña.
6.
“Illa, Yarará
y
Laura siguen a Lozano como en tantas cosas lo han seguido en años”
(p. 56). El líder
es Lozano y lo que él
haga y decida afectará a los demás.
Cortázar
dice a este propósito:
“El juego es una noción
muy seria. Desde niño,
y ahora más
que nunca, todo juego que sea verdadero, que no sea comedia o diversión
momentánea,
es decir el juego como lo juegan los niños
o como trato de jugarlo yo como escritor, corresponde a un arquetipo,
viene desde muy adentro, del inconsciente colectivo, de la memoria de la
especie”.[16] En
este cuento hay una niña,
Laurita. Cortázar
afirma que “en general los niños
que circulan por mis cuentos me representan de alguna manera”.[17]
Laurita representa la conjugación
del juego con la realidad al asimilar su mutilación
convirtiéndola
en un instrumento para jugar. La cicatriz aparece como si nunca hubiera
tenido una mano ahí,
como
si las violaciones pasadas no existieran ya. Todo
juego sigue con rigor sus reglas y quien se atreve a quebrantarlas queda
fuera del juego y pierde. Sólo
que en este cuento, al quedar fuera del juego se entra irremediablemente a
la realidad y lo que se pierde es la vida. 3.
El clímax del juego de la palabra: Cábala
y Satarsa En
la tercera secuencia se habla del pasado de los personajes. Se nos
presenta, por primera vez, una visión
más
clara de ese otro lado que los acosa y del que huyen. Los personajes son
fugitivos en búsqueda
de su libertad. Y una vez que conocemos un poco de su historia, llega la
cuarta secuencia en donde el juego de las palabras llega al clímax.
Julio Cortázar
dice: “’Alina Reyes es la reyna y...’, claro. Porque en esa época
yo ya estaba muy, muy impresionado por las experiencias surrealistas. Y
además
había
leído
algunos textos sobre la cábala
y la magia de las palabras”.[18]
En Lejana dice: “con tres y
tres alternadas, cábala,
laguna, animal”,[19] y en Satarsa:
“la cábala
del pobre” (p. 62). Seguiremos pues, en esa dirección,
tomando en consideración
también la
fascinación
que la Edad Media ejercía
sobre Cortázar.[20] La
palabra hebrea cábala
significa “tradición”.
Los místicos
judíos pretendieron ser los transmisores de enseñanzas esotéricas de
gran antigüedad y de
origen celeste. Durante la Edad Media, cábala
se transformó en el nombre
del movimiento teosófico
y místico
que hizo surgir de sus plegarias, juegos filosóficos
de letras acordes con su misticismo y toda clase de reglas de interpretación.[21]
El
juego de Lozano con las palabras presenta, en un momento dado, características
que lo acercan al ritual cabalístico
para llegar al éxtasis
del cual surgirá
el Nombre Satarsa.
Presentamos un
texto de Abraham Abulafia en el que se describe el ritual: Si
puedes, hazlo durante el día
en la casa, pero es lo mejor si completas en la noche. […] Ahora empieza
a combinar pocas o muchas letras, a permutar y a combinar hasta que tu
corazón se acalore. Cuida de los movimientos y de lo que produces al
moverlas. Y cuando veas que encontraste algo puedes asir cosas nuevas que
no las hubieras conocido por medio de la tradición humana o por ti mismo.
[...]
Entonces dirige todo tu pensamiento verdadero a la imaginación
del Nombre y de Sus Angeles exaltados en tu corazón como si
fueran seres humanos sentados o parados junto a ti. Y sabe que mientras más
intenso sea el influjo intelectual en ti, más
débiles
se volverán
tus partes. [...] Estás
dispuesto entonces a elegir conscientemente la muerte.[22] Veamos
la semejanza que presenta este texto con el momento de Satarsa cuando
Lozano cuenta cómo
juega con el palindroma atar a la rata y descubre que nace una cosa nueva,
que el juego le muestra algo que no conocía:
-Pero
si lo pensás en plural todo cambia. Atar a las ratas no es lo mismo que
atar a la rata. -No
parece muy diferente. -Porque
ya no vale como palindroma –dice Lozano. Nomás que ponerlo en plural y
todo cambia, te nace una cosa nueva, ya no es el espejo o es un espejo
diferente que te muestra algo que no conocías. -¿Qué
tiene de nuevo? -Tiene
que atar a las ratas te da Satarsa la rata. -¿Satarsa? -Es
un nombre, pero todos los nombres aislan y definen. Ahora sabés que hay
una rata que se llama Sartarsa. Todas tendrán nombres, seguro, pero ahora
hay una que se llama Satarsa. -¿Y
qué ganás con saberlo? -Tampoco
sé, pero sigo. Anoche pensé en dar vuelta el asunto, desatar en vez de
atar. Y en cuanto pensé en desatarlas vi la palabra al revés y daba sal,
rata, sed. Cosas nuevas… (pp. 57-58) La
combinación
cuidadosa de las letras, las “cosas nuevas” que surgen de esos
movimientos que de alguna manera están
fuera
de la voluntad humana, el nuevo espejo, la personificación
del
Nombre y sus Angeles que se presentará
al
final del cuento, cuando Satarsa sea el militar que manda y Satarsa sean
los milicos que obedecen, todos esos elementos nos permiten señalar
que en esta fase del cuento el juego se ha tornado peligroso, porque se ha
planteado la posibilidad de perder la vida en él
y porque de ese juego ha surgido Satarsa. Cortázar
señaló
que
sólo
en Manuscrito hallado en un bolsillo
había
presentado el máximo
de esa fidelidad que él
tenía
a lo lúdico,
pero entonces aún
no escribía
Satarsa.
El personaje de Manuscrito...
debe cumplir con la regla del juego, pero la quebranta y pierde y en
consecuencia sobreviene la muerte.[23]
Lozano
se ha concentrado más
en el juego de las palabras y ha encontrado un nuevo Nombre: Satarsa. A
partir de este momento, el nombre Satarsa entrará
en
una dinámica
que le irá
confiriendo
mayor poder a medida que avance la narración.
Lozano la ha convocado y al final se enfrentará
a ella. Juego
intratextual Laura
y Lozano recuerdan el palindroma “Átale,
demoníaco
Caín,
o me delata” (p. 59). Este palindroma aparece también
en el
texto Lejana.[24]
Lozano lo dice a Laurita en son de juego en lo que parece ser una paráfrasis
del palindroma. Dice el texto: -Raza
de Abel, duerme, bebe y come, Dios te sonríe
complacido. -Raza
de Caín,
repta y muere miserablemente en el fango. -Sí,
y
en una parte dice algo como raza de Abel, tu carroña
abonará
el
suelo humeante, y después
dice raza de Caín,
arrastra a tu familia desesperada a lo largo de los caminos, algo así. -Hasta
que las ratas devoren a tus hijos –dice Lozano casi sin voz.
(p. 59). El
fragmento anterior, si bien pertenece a Satarsa, es la traducción
de unos versos de “Abel y Caín”,
de Las flores del mal, poema que pertenece al grupo titulado “Rebelión”.
Como dice Lozano, “si el inventor de ese palindroma hubiera sido
Baudelaire, lo de demoníaco
no sería
negativo
sino todo lo contrario” (p. 59). Ciertamente, el juego del palindroma de
Caín
nos lleva a buscar en otras fuentes para encontrar semejanzas que sólo
se perciben en una lectura periférica
del cuento. El lector debe, si quiere, seguir los indicios que le da el
texto tomando siempre en cuenta que se ha invocado nada menos que a
Baudelaire. Si
revisamos el poema “Abel y Caín”,
en su versión
en
español,
no nos dice nada. Pero si vamos al texto original encontramos una sutileza
que parece un guiño
de Cortázar.
En la primera estrofa se lee: Race
d'Abel, dors, bois et mange; Dieu
te sourit complaisamment.[25] El
verbo ‘sonreír’
que aparece asociado al sustantivo Dios, leído en francés, es homófono
de souris que significa ‘rata’. Coincidencia o no, ahí está.
Convendría recordar ahora la obsesión de Cortázar por los dobles y su
admiración por Baudelaire y por Poe. Baudelaire
nos lleva a Poe. Tanto Cortázar
como Baudelaire lo tradujeron. Baudelaire mismo declara: “¿Sabe usted
por qué
he
traducido tan pacientemente a Poe? Porque se me parecía.
La primera vez que abrí
un
libro suyo, vi, con espanto y arrebato, no tan sólo
temas que yo había
soñado, sino FRASES pensadas por mí y escritas por mí veinte años
antes”.[26]
No
podemos
afirmar que la
inserción
de estos detalles haya sido premeditada. Lo que sí podemos es recordar
que en
el prólogo
a su traducción
de Arthur Gordon Pym, Cortázar
habla de
su fascinación
por
la “maniática
erudición
de Poe, que le encantaba por sí
misma
y quizá
por
el trabajo futuro que daría
a los exegetas”.[27]
Comenta sobre una serie de palabras que Poe tomó
del
hebreo y que los críticos
tomaron como neologismos y onomatopeyas. El
texto nos devuelve de golpe al tema central, con el último
verso que ya no pertenece al poema baudeleriano: “-Hasta que las ratas
devoren a tus hijos -dice Lozano casi sin voz.” (p. 59). 4.
El final del juego Las
reglas del juego se alteran con la entrada de un nuevo jugador. Lo que
hasta ahora nos parecía
bien delimitado, las ratas (animales) como un símbolo
de los militares, rompe su equilibrio: “Todos queremos vengarnos, unos
de los milicos y otros de las ratas.” (p. 60). Este enunciado encierra
gran ambigüedad,
¿los milicos eran o no las ratas desde el inicio?, ¿cuáles
son las ratas que “desplegaban nuevas estrategias”? (p. 55). Si se
tratara de la diferencia evidente milicos/ratas, ¿a qué
se
refería
entonces la regla de Lozano al decir que sólo
se puede atar a la rata metafóricamente?
¿Quién
es
el nuevo jugador? A esta confusión
de identidades podemos
agregar la frase de Laura cuando dice: “que las ratas seamos nosotros
para ellos” (p. 55). Tal
vez no sea exactamente ese enunciado el que comienza a crear una serie de
preguntas que el lector se hace y que el texto se resiste a contestar. Lo
cierto es que los niveles de significación
se hacen más
complejos para que el lector los descifre o quede atrapado en ellos.
Tendremos que seguir el desarrollo y esperar el final del juego. A
medida que avanza el relato resulta más
evidente
la tensión
del mismo.
Cortázar
decía
que
en
un buen cuento era muy importante la tensión
que se generara.
Para él,
la tensión
del
texto “es una característica
musical”. El final debía
estar
“armado sobre un esquema rítmico
inflexible”.[28]
En Satarsa, la tensión
se
agudiza con el nacimiento de Satarsa y se acelera a partir de la noticia
de dicho nacimiento. La cacería
se adelanta. Lozano, perseguidor, toma la iniciativa y va en busca de
Satarsa (animal). Revisemos
la manera en que atrapan a las ratas: una
rata salta afuera y la horquilla de Lozano la atrapa por el cuello, el
lazo la levanta en el aire y la tira en la jaula. (p. 65) Esta
descripción
coincide exactamente con la forma metafórica
descrita en páginas
anteriores: nadie
ha atado jamás
a una rata gigante como no sea metafóricamente,
sujetándola
del cuello con una horquilla y enlazándola
hasta meterla en la jaula. (p. 54) Pero
durante la cacería
algo
raro sucede, las
más
enormes salen al final, ya no parecen ratas y es difícil
hundirles la horquilla en el pescuezo y levantarlas en el aire; el lazo de
Yarará
se
rompe. (pp. 65-66) La
metáfora
parece resquebrajarse. Los cazadores han violado las reglas: “Nadie atará
nunca a una rata” (p. 54) y ellos lo han intentado. Se transforman en
las ratas para los otros (cf. p. 55), y en este momento se encuentran ya
en el espacio del "otro". Pero tal vez, la infracción
más
grave ha sido el atreverse a “atar a las ratas”. Mientras se trató
de
“atar a la rata” no hubo problema, el palindroma funcionaba. Pero en
plural, Satarsa cobró
vida: “atar a las ratas te da Satarsa la rata” (p. 58). Los
caballos se encabritan por la carga que arrastran, su actitud normal como
animales destaca el proceso de transformación
de las ratas. Un solo enunciado largo y lento: Los
caballos huelen las ratas y al principio hay que darles rienda, se largan
al galope como queriendo hacer pedazos la carreta, Yarará
tiene que sofrenarlos y hasta Illa ayuda, cuatro manos en las riendas
hasta que el galope se rompe y vuelven a un trote intermitente, la carreta
se desvía y las ruedas se enredan en piedras y malezas, atrás las ratas
chillan y se destrozan, de las jaulas viene ya el olor a sebo, a mierda líquida,
los caballos lo huelen y relinchan defendiéndose del bocado, queriendo
zafarse y escapar, Lozano junta las manos con las de los otros en las
riendas y ajustan poco a poco la marcha, coronan el monte pelado y ven
asomar el valle, Calagasta con tres o cuatro luces apenas, la noche sin
estrellas, a la izquierda la lucecita del rancho en
medio del campo como hueco, alzándose y bajando con las sacudidas de
la carreta, apenas quinientos metros, perdiéndose de golpe cuando la
carreta entra en la maleza donde el sendero es puro latigazo de espinas
contra las caras, la huella apenas visible que los caballos encuentran
mejor que las seis manos aflojando poco a poco las riendas, las ratas
aullando y revolcándose a cada sacudida, los caballos resignados pero
tirando como si quisieran llegar ya, estar ya ahí donde los van a soltar
de ese olor y esos chillidos para dejarlos irse al monte y encontrarse con
su noche, dejar atrás eso que los sigue y los acosa y los
enloquece. (pp. 66-67. Negritas mías). En
el centro del enunciado se produce un desplazamiento temporal y espacial
apenas perceptible: el campo COMO hueco. El hueco del tiempo que provoca
que a pesar de estar tan cerca se pierdan, y “cuando la carreta entra en
la maleza donde el sendero es puro latigazo de espinas contra las
caras”, podemos decir que la tortura ha comenzado. El
perseguidor es ahora el perseguido. El cambio definitivo de tiempo y
espacio se
confirma
por el primer tiro que les “parece casi en broma, débil
y aislado” (p. 67). El juego se invierte y aceptan haber violado la
regla del juego: “no se puede atar a las ratas, piensa Illa, tenías
razón
mi jefe, me cago en tus jueguitos pero tenías
razón, puta que te parió con tu Satarsa”
(p. 68). Satarsa nació
de
una transgresión
a la regla y ha cobrado mayor fuerza por otra violación.
Cortázar
destaca con insistencia la importancia del ritmo en los textos,
especialmente en el momento final, “es siempre una frase larga o una
acumulación
de frases largas que tienen un ritmo perceptible si se las lee en alta
voz. [...] Es como si el ritmo y lo que se dice fueran la misma cosa.
Ambos están
totalmente fusionados y eso les da el carácter
de cosa fatal. [...] El ritmo descubre el sentido, el ritmo es un
despertador de sentidos”.[29]
En
el final de Satarsa sólo
hay
dos enunciados. El primero en infinitivo y el segundo en gerundio, con lo
cual se confiere un ritmo especial a los hechos. El último
recrea el espacio con una serie de imágenes
muy vivas:
“quemándose
la cara contra las espinas”,
“ensangrentados topos”, “ahora sí
son
las ratas, Lozano las está
viendo”,
“la cabeza asomándose
para mirar, para ver a
Satarsa” (pp.68-69). El
juego del final es impresionante. Gracias al cuidado de la tensión
y del ritmo se logra una ‘lectura musical’ que se inicia con lo que
podríamos
decir que es un
llanto por las onomatopeyas: “ahí
hay solamente silencio, hay Illa y Yarará muertos”
(p. 68), y la presencia de ciertas palabras constantes: ahí,
ratas,
rancho, ya, ahora, hecho, ráfaga,
Satarsa, Satarsa... El ritmo nos revela el sentido especial que se ha
conferido a "rancho", el ritmo evoca las figuras de Laura y
Laurita que se unen a Lozano en la muerte de Satarsa, y en la muerte en
manos de Satarsa. III.
El juego con los símbolos 1.
Espacio y tiempo Satarsa
está
Deshoras.
El relato termina del “otro lado, a destiempo” (p.
55). El problema del “perseguidor” es el tiempo. Dice Johnny, “yo
creo que la música
ayuda siempre a comprender un poco este asunto. Bueno, no a comprender
porque la verdad es que no comprendo nada. Lo único
que hago es darme cuenta de que hay algo”.[30]
Si
revisamos la connotación
de la palabra ‘deshora’ en Julio Cortázar,
encontraremos que en “Marcelo del Campo o más
encuentros a deshora” comenta: “los juegos del tiempo, lo que Alejo
Carpentier llama la guerra del tiempo, guerra florida y a veces ruleta
rusa, en todo caso un billar donde las carambolas se dan en un nivel que
reduce el antes y el después
a meras comodidades históricas”.[31] Y
en una entrevista que se le hizo en 1983,
él
mismo declara: Yendo
al título
de Deshoras, siempre que reúno
siete, ocho o nueve cuentos para un volumen se me plantea el problema del
título; me gusta, siempre que puedo, que el título de alguno de los
cuentos que están en el libro sirva para la totalidad. A veces se puede y
a veces no. Porque ese título tiene que resumir la atmósfera general del
libro, y en este caso creo que Deshoras
es con esa noción que tiene la palabra, que yo la uso un poco insólitamente
en plural, porque en general se dice “llegar a deshora”, por ejemplo.
Y yo la separo de la frase hecha, y la pongo en plural porque me parece
que los ocho cuentos del libro, de alguna manera, todos son “encuentros
a deshora”, hay pasos así, en que el destino se juega un poco, porque
hay un desajuste entre la realidad y los personajes.[32] En
el cuento, el problema del tiempo se presenta principalmente en el momento
del recuerdo, cuando nos enteramos que los personajes están
huyendo
por causas políticas.
Los perseguidos han perdido la noción
del tiempo: “ya ni sabemos si fueron semanas o años”
(p. 56), y durante la huída
se habla de “un tiempo rojizo, tiempo de piedra y torrentes y hambre,
sobre todo hambre, querer contar los días
o las semanas era como tener todavía
más
hambre” (ídem.). El tiempo se vuelve problemático
al tratarse de un perseguidor de la libertad en este caso. El tiempo se
relaciona con el hambre. ¿Hambre de libertad? 2.
¿Personajes míticos? Nos
detendremos ahora en los nombres. Lozano, Laura, Laurita. Illa y Yarará.
La
mitología
griega señala
una deidad en la que se conjugan el laurel, la protección
para la salud (Lozano, ¿lo sano?) y la serpiente. Yarará
significa
serpiente, en guaraní.
En Apolo se reúnen
esos elementos y, además,
el laurel supone la relación
con seres que se transforman y la serpiente, con el triunfo sobre un
monstruo. Illa, leído
al revés,
como palindroma,
nos da allí,
como indicando
un lugar en especial. Laurita
es el laurel de Lozano, un laurel mutilado. Cortázar
dice, “las manos han sido siempre una obsesión
para mí.
Desde
muy joven en los primeros textos que he escrito, las manos juegan un papel
sumamente importante”.[33]
Las manos están
presentes
además
de una manera especial en el momento de la fuga. Los caballos parecen
querer desbocar la carreta, a Yarará
se
une Illa, y “a cuatro manos” tratan de controlar la carreta; pero
“Lozano junta las manos con las de los otros en las riendas y [sólo
así]
ajustan
poco a poco la marcha” (p. 66). Jean
Chevalier dice a propósito
de esta imagen: “El carro y sus personajes forman un solo ser humano,
visto en sus diversos aspectos y en una situación
conflictiva o dinámica
[...] el conductor del carro simboliza la naturaleza espiritual del
hombre”. Los tres hombres se funden en uno solo por medio de las manos.
Más
adelante Chevalier agrega, “los animales que tiran del carro agregan
matices a este simbolismo general [...] los caballos tiran del carro de
Apolo”.[34]
De nuevo llegamos a esa deidad. A propósito
de Apolo dice: “se le honra en la literatura con más
de doscientos atributos, que lo hacen parecer alternativamente como un
dios rata primitivo de los cultos agrarios”.[35]
Si bien consideramos que es necesaria la confirmación
de tales indicios, sí
llama
la atención
la semejanza de los elementos con el dios griego. No
podemos hablar de una intención
mítica
de los personajes, porque el carácter
lúdico
del cuento lo impediría.
Lo cierto es que los indicios mitológicos
están
presentes en el juego. 3.
Las ratas como símbolo Ningún
cuento de Cortázar
había
conferido la dimensión
que ahora poseen los animales en este relato. Al pensar en las ratas en
relación
con el problema político
de Latinoamérica,
no podemos sino recordar la alegoría
de Albert Camus en La peste (1947), en la que relaciona las ratas con la
Segunda Guerra Mundial. Casi al inicio de la novela, se lee: “Era cierto
que la palabra ‘peste’ había
sido pronunciada, era cierto que en aquel mismo minuto la plaga sacudía
y arrojaba por tierra a una o dos víctimas.
Pero, y quién
podía
detenerse. Lo que había
que hacer era reconocer claramente lo que debía
ser reconocido [...] porque la peste o no se la imagina o se la imagina
falsamente”.[36]
La peste nace, como Satarsa, del
poder de la palabra en una situación
política
que merecía
ser
cuestionada. La
intención
del escritor/personaje de La peste queda
explicitada
en el mismo texto: “El doctor Rieux decidió
redactar
la narración
que aquí
termina,
por no ser de los que callan, para testimonio en favor de los
apestados”.[37]
Parece oportuno recordar ahora un fragmento de la carta que Cortázar
enviara a Roberto Fernández
Retamar: “Insisto en que a ningún
escritor le exijo que se haga tribuno de la lucha que en tantos frentes se
está
librando
contra el imperialismo en todas sus formas, pero sí
que
sea testigo de su tiempo como lo querían
Martínez
Estrada y Camus”.[38] En
otro volumen de cuentos, que fueron traducidos al español
por Julio Cortázar,
aparece uno que lleva por título
El Rey Peste. Relato en el que hay una alegoría,
de Edgar Allan Poe.[39]
“El Rey Peste I, la Reina Peste, Su Gracia el Archiduque Pestífero,
Su Gracia el Duque Pestilencial, Su gracia el Duque Tempestad y su Alteza
Serenísima
la Archiduquesa Anapesta”. Un juego alegórico
que nos hace recordar el que Cortázar
hiciera del ‘hominario’ en 1978, en Territorios. En
Salvo el crepúsculo
podemos encontrar alusiones muy significativas respecto de las ratas. Los
versos que inician “Crónica
para César”
dicen: Y
levantarás
una gran ciudad Y
los puentes de la gran ciudad alcanzarán
a otras ciudades como
la peste de las ratas cae sobre otras ratas y otros hombres. En
“A un dios desconocido”, encontramos: “Los profesores obstinados
hacen gestos de rata”; y en “Los dioses” se habla de un abismo donde
ratas erectas se disputan
chillando pedazos
de banderas.[40] ¿Podría
decirnos
algo el que los tres nombres de los poemas en que aparece la figura de la
rata están
relacionados con la deidad?, ¿podríanos
pensar que ese algo tuviera que ver con el juego de mitificación
que parece surgir alrededor de la deidad de Apolo? En
Satarsa, las ratas son un símbolo
complejo. La metáfora
envuelve a hombres y animales y no aporta una imagen definida: la rata es
Satarsa, pero al final, los personajes son las ratas para los militares.
Satarsa, a su vez, puede ser
la rata (animal), o el militar que ordena, o el ejército
en sí.
En el transcurso del relato, las diferentes imágenes
se turnan para ocupar el lugar de la metáfora
‘ratas’. A veces, es fácil
saber quién
es el referente
y a veces no. Cuando Lozano habla de que sólo
se puede atar a la ratas metafóricamente,
¿a qué
ratas
se refiere? Las
preguntas que Satarsa motiva quedan a la disposición
de quien desee entrar en el juego de responderlas. IV.
Hacia una interpretación de Satarsa En
Rayuela, Morelli se pregunta,
“alguna vez conseguiré
hacer
sentir que el verdadero y único
personaje que me interesa es el lector, en la medida en que algo de lo que
escribo debería
contribuir
a mutarlo, a desplazarlo, a extrañarlo,
a enajenarlo”.[41] El
deseo de esta reflexión
es tratar de responder a Morelli que sí
lo
logró.
La lectura de Satarsa nos hace
vivir la experiencia del juego hasta el punto de incluirnos dentro de él
y
de hacernos compartir la sensación
de extrañamiento
que se encuentra en cualquier texto de Cortázar
que asuma lo lúdico
como principio generador. Antes
señalamos
que Satarsa
hereda algunas de las constantes cortazarianas: el juego, el perseguidor y
el doble. Las asimila y las recrea siguiendo la línea
del bestiario. El desarrollo de este género,
en Cortázar,
está
dividido
en dos etapas. En la primera, los cuentos constituyen una fuga a lo fantástico,
las fuerzas invasoras están
dentro del hombre. En la segunda hay un giro radical, la irracionalidad
está
afuera,
la fantasía
se convierte en instrumento transgresor para enfrentar la ‘otredad’.[42]
En
Satarsa, la fuerza de la imaginación
va más
allá
y
crea una dinámica
en la que hombres y animales se confunden en un juego metafórico
de las palabras que tiende un puente hacia el otro lado. Pero aquí
no
hay liberación,
es un camino que se abre y se cierra sobre sí
mismo,
porque pesa sobre los personajes el destino marcado en sus nombres, y
porque del otro lado está
el
horror de la situación
política
real. La
historia se construye gracias al juego de las palabras y logra una
estructura que permite ver la progresión
del juego que va confiriendo cada vez mayor poder a la palabra, hasta que
llega el momento en que el Nombre, que ha surgido del juego cabalístico,
Satarsa, se enfrenta al protagonista (¿o es Satarsa el protagonista?). Pero
Satarsa es más
que un simple texto político
contado en un marco de fantasía.
El cuento está
construido
con una serie de elementos que forman una red que atrapa al lector en
ella. Porque, si bien se pueden localizar algunos niveles de significación
dentro del relato, siempre hay otro que está
por
encima de ellos y es el nivel de interpretación
del lector. El cuento logra enajenarlo y lo desplaza de su postura
tradicional. Al
leer Satarsa no estamos en el
mundo de los sueños
ni del misticismo medieval, ni en la dimensión
fantástica
tradicional. Satarsa crea su
propio espacio y la condición
para acceder a él
es jugar el juego según
las reglas que se han establecido. Ese criterio de participación
atañe
tanto a los personajes como a los lectores. En
el caso de los personajes, Laurita es el prototipo del jugador, y después
de ella, Lozano. La niña
incorpora
en un nuevo juego el fruto de una vejación,
porque sabe que dentro del cuento sólo
se puede vivir siguiendo el juego. Con respecto a Lozano, primero es él
quien juega con las palabras; luego, se transforma en intermediario para
interpretar los juegos que las palabras hacen por sí
mismas
y, finalmente, queda fuera y se convierte en espectador y en víctima
de ellas. Las palabras van adquiriendo mayor poder conforme avanza la
narración,
y Lozano se ve cada vez más
presionado por el peligro que representan, hasta que se atreve a violar
las reglas. Al quebrantar las reglas, se acelera el final del juego. Lozano
cruza el puente que el juego construye hacia el otro lado y se encuentra
con el horror de la realidad: Satarsa son los militares que lo persiguen y
que acaban con él
y con su mundo. Pero antes, Lozano dispara sobre Satarsa y, aunque sólo
cae uno, para él
es suficiente. Lozano representa al pueblo víctima
de la dictadura militar y el enfrentarse a Satarsa/ejército
es una manera de tomar conciencia de la ‘verdadera’ realidad. En este
momento es oportuno oír
la voz del autor: hablo
también
y sobre todo de literatura, hablo de la conciencia del que escribe y del
que lee, hablo de ese enlace a veces indefinible pero siempre inequívoco
que se da entre una literatura que no escamotea la realidad de su contorno
y aquellos que se reconocen en ella como lectores a la vez que son
llevados por ella más
allá
de
sí
mismos
en el plano de la conciencia, de la visión
histórica,
de la política
y de la estética.[43] Para
Cortázar,
el lector debe dejar que el texto lo desplace de su postura tradicional,
que el texto le permita ir más
allá
de
sí
mismo
para cuestionar si lo que ha aceptado como real, corresponde
verdaderamente con la realidad de su entorno. En Satarsa, ese extrañamiento
se realiza gracias al juego que invade el interior y el exterior del
cuento. Esto último,
si el lector ‘lo permite’. Satarsa es, además, un homenaje de Cortázar a Albert Camus, Charles Baudelaire y a Edgar Allan Poe. Y es también el reconocimiento de su propia obra anterior. Satarsa debe mucho a Lejana, a Manuscrito hallado en un bolsillo, a El perseguidor, a Rayuela. Pero sobre todo, a la fuerza imaginativa, recreadora y transgresora de su autor. Referencias: [1]
Julio
Cortázar,
Lejana, en Bestiario,
Sudamericana, Buenos Aires, 1990, y Satarsa,
en Deshoras, Nueva Imagen, México,
1987 [El volumen apareció
en 1982, editado por Alfaguara en Madrid].
Cito por estas ediciones. [2]
Julio
Cortázar,
Lejana, op. cit., p. 36. [3]
Ibíd.,
p. 42. [4]
Ignacio
Malaxecheverría
(ed.),
Bestiario medieval, Siruela,
Madrid, 1989, p. 198. [5]
Cf. Bernardino
de Sahagún,
Historia de
las cosas de la Nueva España,
t. 3, Porrúa,
México,
1952, p. 262. [6]
Martha
Paley Francescato ha realizado un estudio intitulado Bestiario
de Julio Cortázar:
enriquecimiento de un género,
tesis doctoral, Universidad de Illinois, junio de 1970. La investigadora
incluye una relación
de los bestiarios de Hispanoamérica,
así
como
los escritos que se relacionan con el género
por su tratamiento de animales, como es el caso de Leopoldo Lugones,
Horacio Quiroga, Pablo Neruda, Augusto Monterroso, entre otros. [7]
Julio
Cortázar,
Los Reyes, Sudamericana,
Buenos Aires,1949, p. 57. [8]
Noé
Jitrik,
“Notas sobre la zona sagrada y el mundo de los otros en Bestiario de Julio Cortázar”,
en La vuelta a Cortázar en nueve
ensayos,
Editorial Carlos Pérez,
Buenos Aires, 1969, p. 14. [9]
Saúl
Yurkievich, “Julio Cortázar:
al calor de su sombra”, Iberoamericana 51 (1985), 13. [10]
Mario
Vargas Llosa, en Cinco miradas
sobre Cortázar,
Tiempo Contemporáneo,
Buenos Aires, 1968, p. 85 [Entrevista publicada en Diario
Expreso, 7 de febrero de 1965]. [11]
Julio
Cortázar,
“Paseo entre las jaulas, en Territorios, Siglo XXI, 1978, p. 44. [12]
Ernesto
González
Bermejo, Conversaciones con Cortázar,
Hermes, México,
1978, p. 35. [13]
El
cuento Grafitti comienza también
con una introducción
aparentemente
inocente: “Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego”.
Julio Cortázar,
Grafitti, Queremos tanto a Glenda, Nueva Imagen, México,
1980, p. 129. Este texto tiene, al igual que Satarsa,
una fuerte connotación
política. [14]
Evelyn
Picón
Garfield, Cortázar
por Cortázar,
Universidad Veracruzana, Xalapa, 1981, p. 91. [15]
Augusto
Monterroso, La letra e. Fragmentos
de un diario, Era, México,
1987, p. 19. [16]
Saúl
Yurkievich, A través
de la trama. Sobre vanguardias literarias y otras concomitancias,
Muchnik, Barcelona, 1984, p.117. [17]
Ibíd., p. 51. [18]
Evelyn
Picón
Garfield, op. cit., p. 91. [19]
Julio
Cortázar,
Lejana, op. cit., p. 36. [20]
Cf.
Evelyn Picón
Garfield, op. cit., p. 119. [21]
Cf.
Isaac Babani, (ed.), Enciclopedia
Judaica Castellana, t. 7, Ed. Enciclopedia Judaica Castellana, S. de
R. L., México,1948,
pp. 553-562. Véase
también,
Charles Mopsik, “El cuerpo del engendramiento en la Biblia hebraica,
en la tradición
rabínica
y en la Cábala”,
en Fragmentos para una Historia
del cuerpo humano, Michel Feher, Ramona Naddaff y Nadia Tazi (eds.),
trad. José
Luis
Checa, Taurus, Madrid, 1990, p. 57. [22]
Texto de Abraham
Abulafia apud., Enciclopedia
Judaica Castellana, op. cit.,
t. 2, p. 444. [23]
Cf. Saúl
Yurkievich,
A través
de la trama…,
op.
cit., p.
118. [24]
Cf. Lejana, op.
cit.,
p. 27. [25]
Charles
Baudelaire, Les Fleurs du Mal,
Gallimard, París,
1965, poema 119. [26]
Charles
Baudelaire, Edgar Allan Poe,
Fontamara, Barcelona, 1981, trad. Emilio Olcina Aya, pp. 183-184. [27]
Julio
Cortázar,
trad. y pról.,
Arthur Gordon Pym de Edgar
Allan Poe, Alianza, Madrid, 1981. p. 12. [28]
Ernesto
González
Bermejo, op. cit., p. 103. [29]
Saúl
Yurkievich, A través
de la trama…,
op. cit.,
pp. 113-114. [30]
Julio
Cortázar,
El perseguidor, en Ceremonias, Sudamericana,
Buenos Aires, 1972,
p. 220. [31]
Julio
Cortázar,
“Marcelo del Campo o más
encuentros a deshora”, en Ultimo Round, Siglo XXI, Madrid, 1970, p. 185. [32]
José
Julio Perlado, Cortázar.
Entrevista realizada el 24 de mayo de 1983, Facultad de Ciencias de
la Información, Madrid, http://www.archipiélago.org/
cortazar.htm [33]
Evelyn
Picón
Garfield, op. cit., p. 110. [34]
Jean
Chevalier y Alain Gheerbrant, Diccionario
de los símbolos,
trad. Manuel Silvar y Arturo Rodríguez,
Herder, Barcelona, 1986, p. 256. [35]
Ibíd.,
p. 111. [36]
Albert
Camus, La peste, trad. Rosa Chacel, Hermes, México,
1983, p. 38. [37]
Ibíd.,
p. 240. [38]
Julio
Cortázar,
“Carta a Roberto Fernández
Retamar”, en Cinco miradas sobre Cortázar,
op. cit.,
[Saignon, 10 octubre 1967], p. 111. [39]
Edgar
Allan Poe, Cuentos, t. 2, trad.
Julio Cortázar,
Alianza, Madrid, 1972, p. 219. [40]
Julio
Cortázar,
Salvo el crepúsculo,
Nueva Imagen, México,
1984, pp. 22, 26 y 74, respectivamente. [41]
Julio
Cortázar,
Rayuela, Bruguera, México,
1984, p. 493. [42]
Cf. Noé
Jitrik, art. cit., p. 16. [43] Julio Cortázar, “Realidad y Literatura”, Texto crítico, 20 (1981), 13 |
Claudia Macías Rodríguez, “El alcance del juego de las palabras en Satarsa, de Julio Cortázar”, Sincronía, verano 2001, ISSN 1562-384X, http://sincronia.cucsh.udg.mx/satarsa.htm
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