Intimidad

Cuento de Marta Lynch

Siempre la sorprende lo portentoso de ese sentimiento. Viene corriéndola como un animal feroz, disputándole la vida. La asombra el gusto que siente por la piel de vello escaso, por la perfección de una nariz graciosa. ¡Oh, tiene un aire resueltamente juvenil! Un suave olor a nueces brota de su pelo ensortijado y negro. Tendidos, a su lado, desmayadamente, expone con impúdica inocencia el torso flaco, los hombros bien construidos y ese melancólico desgano que retoma casi enseguida del amor.

Hablan en voz baja, retozan con salud envidiable, intercambian las ternezas misteriosas con que uno y otra pueden reconocerse entre todos los seres que habitan la tierra. El milagro de la fidelidad se resuelve entonces en el tono de una sola voz y la forma particular con que un hombre besa a una mujer. En un sentido o en otro: solamente ellos.

Y la sorprende cuánto ama a su moreno amor, aquel modesto conjunto de flacura, dulzura inesperada y empuje varonil. Un hombre, pues. La asombra que se quieran tanto desde mucho tiempo atrás. La asombra el empecinamiento al buscarse, el resplandor de cada encuentro y, sobre todo, el admirable conjunto de dientes parejos bajo los labios asceticos-sensuales, su par de ojos color sepia y las cortonas pestañas que velan el reflujo del apasionamiento. Es irritante, terrorífico y hermoso Está presa en un intrincado nudo de afecto y atracción. No va a salir de él. Cree no querer salir aun cuando a veces se pregunta por el gusto de la libertad. Sumisa al hombre que le despierta tanto amor está plena y llena de admiración. Admira cuanto tiene admirable aquel hombre todavía joven. Piel, ojos velados, voz dulcísima. Con las yemas de los dedos palpa los músculos alargados del brazo, roza los fuertes muslos, hace recorrer la sensación por las pantorrillas hasta los pies que son finos y delgados, el dedo mayor sobresaliente. Son hermosas piernas de joven luchador, de gladiador de biblioteca. Y el amor que siente por ese cuerpo que se vuelve hacia ella, completándola, es un incendio voraz y llamativo sobre algún monte del Sur.

Cuando el hombre moreno se levanta, ella estira perezosamente los brazos y las piernas. Está dulce, gozosa, displicente. El tiempo es una ecuación encerrada en una pieza y el mundo acaba de salir entre las sábanas. El mundo es un individuo atractivo en alto grado que ella ama por la suma acumulada de virtudes. Ama. Suspira en su paraíso. Revisa con molicie las molduras de un techo alquilado. Afuera, una tórtola da las tres notas del canto que fue fondo de la escena amorosa. Las tres notas musicales de la buena tórtola.

Escucha el ruido del agua que se desliza por el lavatorio. Los ruidos familiares de una compañía adorable que realiza actos rituales: la ducha caliente y luego fría; el pelo revuelto bajo la toalla impecable, el pase del peine. Goza imaginándolo: mojado como un niño atrapado por la lluvia, sacudiéndose como un cachorro; escudriñando en el espejo los rastros de una calvicie imposible. ¡Cuánto ama ella a su moreno amor! Goza escuchando agua, grifos, pisadas, el leve conturreo del vals que elige para adormecerla. Revolviéndose sobre las sábanas, cierra los ojos complacida, ahíta de un placer cautivador. Vuelve a los años infantiles. Traviesa, quiere conocer los íntimos secretos, la trivialidad de ese cuerpo amado, de la voz que ama todavía más, reponiéndose bajo la lluvia.

La muchacha curiosa sale de la cama. Silenciosamente recorre la habitación y tratando de ocultar la risa, espía. La luz del cuarto de baño está encendida. La puerta que da acceso es como un límite de tiempo o como el borde de un pozo demasiado hondo que devora piedras y devuelve ecos. En cuclillas y desnuda, lo contempla con la boca estúpida por la sumisión. Luego del asombro, sobrevendrá el terror. El viejo es horriblemente flaco. Sus clavículas, bajo el amarillo pellejo, resaltan en el pecho flojo. Hacia adelante, el torso es una despareja cadena de huesos que marcan la forma que alguna vez —muy pronto— precisará la muerte. Las piernas, tensas, casi no pueden mantenerse en equilibrio; sólo los nudos oscuros que abultan cada pantorrilla muestran que la sangre sigue en movimiento. Las mejillas se tocan por la mucosa interior, en la mitad de lo que fue una boca. ¡Cuánto besó, cuánto mintió, cuánto adoro con ella! Ahora, bajo los apagados ojos casi ciegos, un nido de arrugas pellizcan la piel que cae a partir de las sienes. La frente no sostiene más que dos grande medialunas de pelo hirsuto —todavía rizado— y gris. Bajo el ombligo un vientre vencido se apoya en cada muslo flaco; su sexo abulta apenas.

El viejo contempla la caparazón en el espejo y controla con expresión diabólica un tiempo que pasó vaciando su garganta de voz, su corazón de amor, sus grandes ojos de dulzuras. Cierta triste estupidez contrae el cuerpo en el que sobresalen venas, nudos, huesos, articulaciones herrumbradas, piel sobrante y terco empecinamiento. Trata de vivir la cosa. Grazna al canturrear. No puede levantar el brazo, encrespar el pubis, mitigar su ruina natural. La muchacha se arrastra hacia la cama, manoteando como ciega, preguntándose por aquel desconocido que, anticipándose, entró a la habitación donde ella ama a su moreno amor con una pasión que la persigue disputándole la vida. Como un perro.

Y mientras se muere de terror y trata de no mirar, ve reaparecer, una toalla alrededor de la cintura esbelta, de morena y fragante piel, al hombre amado; flaco el torso, el vello escaso, la perfección de la nariz graciosa. Un olor a nueces brota de su pelo ensortijado y negro y está tendido ya, desmayadamente, dispuesto al nuevo abrazo, los hombros bien construidos y el melancólico desgano. Está tocándola ya, cuando ella atiza el primer grito.

 

Cuento de Marta Lynch

 

Publicado, originalmente, en Revista La Torre de Papel Nº 2 Octubre de 1980 (Buenos Aires, Argentina)

Link del texto: https://ahira.com.ar/ejemplares/la-torre-de-papel-no-2/

Gentileza de Archivo Histórico de Revistas Argentinas

Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte

 

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