Tía, un regalo de Vida |
Uno de los secretos de una vida feliz, es darse con honestidad aunque el alma se gaste. Pero qué es mas justo que darse al concierto del corazón sin reservas. No hay mas que un modo de dar sostenidos por la chispa de la verdad en un mundo expresado en mentiras. Todo comenzó con un regalo sorpresa, en el día de mi cumpleaños. Recuerdo que mi madre entro a la casa en el preciso momento que me estaban cantando el clásico cumpleaños y cuando se encendió la luz en esas eternidades de deseos amontonados. ¡Oh sorpresa! En ese día, la fortuna me sonrió en los brazos de mi madre. Estaba desdentado y lo deslizó en mis brazos prácticamente en caída libre. Tenía las manitas cubiertas con el ropón celeste, ejerciendo el privilegio del movimiento quizás en sus primeras horas de nacido. Pero yo no veía mas que aquellos ojos castaños ir examinando ávidamente el rostro que pronto llamaría tía. Por esos caminos, tuve que acostumbrarme a la idea de un miembro mas en la familia. Sabía que la vida siempre tiene esa capacidad de asombrarme, y esta ves no era distinto. Sin querer, descubrí el secreto de la felicidad por acción de otros. En éste caso, la recuperación de la cesárea de mi hermana fue el tiempo suficiente para adaptarme a su presencia física. Acostumbrada a largas jornadas laborales, había desarrollado la capacidad de entablar conversaciones en mi universo espiritual y ordenar a mis emociones por el sendero encabezado por la razón. La mayoría de seres humanos, llevamos una existencia tranquila, mientras transitamos los senderos y las instancias donde se dibuja la vida el manifiesto de los sentidos secretos, y los no tanto. En un tono muy bajito, poquito a poco me fue afectando su presencia y el eco de sus consonantes en ciernes después de haber maniobrado mis emociones ya armonizaba solidamente con mi oído. Así aprendí a peinar una mata suave de ondulaciones borgoña, a sentir la pureza y seda en sus dedos y a rendirle homenaje a la sabia naturaleza por reproducir la existencia de manera mágica. Día a día, me consumía el espejismo de verme reflejada en sus ojos con ese fulgor innato de quien ya te reconoce y te ofrece una sonrisa con solo verte. Y todo pensamiento de belleza estribaba en una palabra: Tía. Nunca antes lo sentí como ahora, nunca antes me tocó como ahora. Una palabra hueca, gastada se redefinía con un nuevo genio más poderoso capaz de alcanzar una estrella a cambio de una sonrisa. Esa cara rechoncha con el poder de alcanzar la fantasía a la existencia doméstica, convertía en perpetuo el nacimiento. Todo amor verdadero es comprometido, y al comprometerse en forma voluntaria a contribuir con la crianza de un sobrino en casa, no le robamos a la madre nada, por el contrario, en sus horas laborales, aprovechando el espacio de la vida propia, dedicamos inviernos, veranos, primaveras, en ver crecer la esperanza con rectitud y sinceridad. No hay mejor empresa que recoger de soslayo, pedazos de cariño bien ganado. Aunque nadie lo entienda, nadie lo apruebe eso de sentir que un joven salga de la crisálida y respire el aire fragante de un futuro venturoso, me doy por bien pagada, hasta donde me alcance la mirada. |
Maritza Luza Castillo
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