El Poder en la Mujer |
“El poder popular tiene su base en el ejercicio de la capacidad transformadora del hombre”. Pero, y en la mujer? El poder en términos generales ha sido considerado como un concepto amplio de autoridad ejercido y esgrimido a lo largo de la historia por el hombre exponiendo diafanamente su relación de dominación hacia el otro y hacia las diversas áreas del quehacer social, económico y cultural. El concepto de poder es sociológicamente impreciso. Todas las cualidades imaginables de un hombre y toda suerte de constelaciones posibles puede colocar a alguien en posición de imponer su voluntad en una situación dada. El concepto de dominación tiene por eso, que ser más preciso y sólo puede significar la probabilidad de que un mandato sea obedecido, según afirma Max Weber. A través de la historia la mujer fue obediente, respetuosa y sumisa hasta el hartazgo. Una verdadera democracia no puede excluir a la mujer por su género que deban plantearse para que las mujeres puedan alcanzar la igualdad en todos los niveles y estructuras sociopolíticas. Viene entonces una reflexión: ¿Qué es el poder para la mujer? Destacados ejemplos en Latinoamérica grafican contundentemente la labor femenina en este rubro determinado por los hombres. A Luz claras tenemos a Michele Bachelet, a Cristina Fernández de Kirchner ambas ejerciendo la primera magistratura constitucional en sus respectivos países. Mas al norte, en México Amalia García gobernadora de la República, Hilary Clinton, por citar algunas entre otras que han surgido como una estirpe ilustrada dispuesta a conquistar un lugar en la escena pública Algunas
propugnan los
valores de la libertad, la autonomía, la igualdad y la lucha de la razón
contra el prejuicio. Otras buscan alcanzan la paridad genérica con un
objetivo claro: No caer en el error de la gestión anterior. No
obstante, la mejor batalla no
radica en superponer un género
al otro; reside en remontar, transformar, edificar, un pensamiento basado
en hechos lo suficientemente elocuentes necesarios para sortear los
riesgos y hacer de sus gestión, ministerio, deporte, ciencia, cultura o
arte; la diferencia sin ensalzar valores feministas mas que a las personas
como seres pensantes e individuales. El
enfoque principal, debería girar en torno a proyecciones y planteamientos
concretos según el plano en que se desarrolle el individuo, liberado
desde luego de las limitaciones y oportunidades que pasan por el filtro
ocular cuando se trata de una mujer aspirante “a”. Por tanto, en una
sociedad mas justa, entrenada en la obviedad discriminatoria, los sujetos
“puente”, están en la obligación de ser decentes y adquirir una
ubicuidad proba en sus funciones filtrantes sean consecuentes con la
distribución de derechos adquiridos de acuerdo a sus competencias y
aptitudes logradas. |
Maritza Luza Castillo
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