El hijo del Dueño |
Parecía una manada hambrienta Aguardando tras el telón. Todos corrían, Movían veloces los labios. El crujir de los dedos ansiosos Las miradas furtivas Registraban el desencanto. Cómo piensa él que enfrentaremos El fracaso? ¡No podremos cantar! Encima el próximo acto... Mas, a unos pasos de allí Apareció el hijo del dueño En un batir de espíritu feliz Las gotas de combustión Se redujeron al vuelo de un ave en extinción Y cante que cante se vertebro un galardón Un segundo después, los celosos hablaron y a poco de tentar una verdad Una piedra lanzaron Por qué llegaste tarde y tan orondo? Porque mi padre y señor Me repitió que era hijo del dueño De qué propietario hablas? Del que su devoción, lo elevo en cuerpo y alma a la dura madera de la crucifixión |
Maritza Luza Castillo
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