Colabore para que Letras - Uruguay continúe siendo independiente |
La creación poética y juego de la significacia en Amelia Biagioni |
El
objetivo del presente trabajo es el análisis del poema “Cazador en
trance”, de la poeta santafecina Amelia Biagioni a través de la teoría
y los conceptos propuestos por Julia Kristeva. La ruptura del vínculo
indestructible entre significante y significado propuesto por Lacan,[1]
que logra la primacía del significante sobre el significado, y por ende
se establece un efecto del juego del significante en la escritura. Pero
además, la productividad textual o escritura es entendida como una
actividad negativa ya que se transgrede su normatividad, es decir que hay
un trastorno de aspectos lógicos, semánticos, sintácticos y
estructurales que permiten el funcionamiento de otra lógica, diferente y
la que se realiza en el plano del puro juego con el significante
cuyo objetivo es pluralizar e infinitizar el sentido. En
el poema propuesto se tomará esencialmente al lenguaje poético, en el
que se observa la trasgresión del orden de lo simbólico por parte de lo
semiótico. En la escritura poética, lo semiótico “funciona en la práctica
significante como el resultado de la trasgresión de aquél.”[2]
Este resultado es percibido en la organización de las disposiciones
textuales en cuanto a los diferentes niveles (fonético, léxico, sintáctico)
que no se encuentran siguiendo una lógica determinada, sino más bien una
ana-lógica que permite la desorganización de éstos por medio de juegos
fónicos y gráficos, negativación semántica, polisemia,
intertextualidad. Cada
texto propone una lógica propia y lo hace “extraño” a la lengua. En
esta trasgresión hay un trabajo que opera sobre las huellas del
inconsciente, horadándolo en la búsqueda del goce y un retorno a lo reprimido. La
productividad del texto implica “recorrer un borde fronterizo entre lo
preverbal y lo postverbal, lo preedípico y lo postedípico, lo pulsional
y lo reprimido, lo discontinuo y lo continuo, etc.”[3] Si
quisiéramos reducir la poesía a una palabra, quizás la indicada fuese
“estallido”, pues precisamente eso es lo que hace con las palabras por
las que paradójicamente está compuesto, con el lenguaje lógico. Si bien
conoce sus leyes, las niega. Pone en evidencia la capacidad y la
incapacidad del lenguaje. Todo funciona exactamente a la vez. ¿Cómo no
ser entonces ambiguo? Precisamente esa ambigüedad es la esencia del
lenguaje poético, ese “ser” y “no ser” simultáneos. El
poema afirma la existencia de la no existencia: “Metal demente sabio
estampido estampido,”[4]
de esta forma se establece una afirmación: ”metal demente sabio”, que
la lógica del habla, al ser interpelada, responde: “no existe un metal
demente y sabio”, para sobrevenir la negación: “no es verdad que no
exista un metal demente y sabio.”[5]
La
negatividad está funcionando de manera constante: “jauría que fue lobo
que fue piedra”, “zig zag oval”, “por siempre en mora en hora en
anticipo”, o “Múltiple doble solo”, donde todo concurre a la vez;
son sólo algunos de los instantes donde se afirma la existencia de la no
existencia. En
estos ejemplos hay un sentido infinitizado por la ruptura de lo simbólico
y de lo unívoco, provocado por la negación del juicio. En el texto poético
hay “negación de una lógica que sin embargo se inscribe.”[6] El
orden de lo simbólico queda relegado al orden de lo semiótico, haciéndonos
fluctuar entre el sujeto hablante y el cerológico.
El lenguaje poético dice aquello que para el Logos significa un
error, una falsedad, aquello que se vincula con la locura, la ficción, la
muerte. La
significación, como afirma Kristeva, está dada por “la rítmica
pulsional fónica que multiplica el sentido y la significación que da la
impresión de desvanecerse en una pluralización tal que lo único que
permanece es el ritmo, la ‘musicalización’ pura”[7].
“Cazador en trance” es atravesado por una constante trasgresión lingüística.
Desde la perspectiva fónica, se imprime una musicalidad implementada a
través del sonido de la “j” (jinete, rojo, jauría, ojo, ajeno,
surge), el sonido sibilante de la “s”(designio, persecución, zigzag,
sabio, señor, surge, danza) que unido a los propuestos por los grupos fónicos
“ando”, “anto”, “ante”, “ente” (exhalando, urgente,
amaranto, amante, demente), refuerzan la sensación de movimiento perpetuo
de los versos: “Jinete/exhalando/caballo urgente”[8],
donde la respiración del jinete y el resoplido del caballo nos llegan
entremezclados, componiendo una trama que atraviesa la estrofa
pluralizando la significación. Así también el sonido entre algunas
palabras establece una vinculación significante que semánticamente no se
relacionan, o que se oponen, como: amante/demente o la que nos invade
luego de leer “chaqueta de amaranto entrecortado/rojo verde rojo
verde”[9],
que no sólo nos da una dimensión sonora sino que nos propone una
visualización que pluraliza el sentido: esa chaqueta/planta,
el amaranto, tal vez rojo y verde, tal vez y también, rojo y verde
como rojo sangre/verde bosque, o también el sujeto/jinete, es observado
en su carrera, a su paso, entrecortadamente por el sujeto lírico. También
este entrecortado nos sugiere el ritmo, a la vez vertiginoso, en que está
articulado el poema. En
la segunda estrofa nos encontramos con el sonido de la “rr” (miro,
perdido, terco, bailarín, arrojado, trance, rojo, rol, verde, vértigo,
interminable) que combinados con los grupos fónicos “ando”,
“ente”, “ance” (mirando, cadente, trance, penetrando) le imponen
un nuevo ritmo con el consiguiente engendramiento de sentido. Se
distinguen las anáforas, repeticiones: “este perdido terco bailarín /
este cadente este arrojado / éste que salta
cazador en trance”[10]
o “Desde tótems lo miro / desde pirámides y cúpulas / desde embudos y
túneles / desde lunas inversas / durante un trébol / Durante el
pensamiento / Durante la pasión / Durante agónicos / Durante un alma o
álamo”[11]
Es interesante ver el juego que se hace aquí con las preposiciones y cómo
se las altera respecto de su función, la preposición “desde” ligada
a lugar y “durante” a tiempo, parecieran perder su sentido original al
relacionarlas con otras impensadas desde el aspecto semántico logrando un
efecto que infinitiza aún más el sentido. En
el último de los versos citados anteriormente, pareciera que la palabra
álamo se desprendiera de alma, como si buscando una derivación lexemática
rompiese con la semántica para situarse en un nivel puramente fónico. O
en: |
“Desde
mi ilímite lo miro con
su mira en mi párpado”[12] |
No
sólo la “i” y la repetición de la sílaba “mi” que generan “un
espacio rítmico, “musical” que se hace y deshace sin cesar”[13] sino que introduce el
concepto de “ilímite”, superando fronteras léxicas que hacen aflorar
lo pulsional. Octavio Paz habla de ritmo, sobre todo ritmo en la poesía,
en términos de magia verbal: “En el fondo de todo fenómeno verbal hay
un ritmo (…) Si el lenguaje es un continuo vaivén de frases y
asociaciones verbales regido por un ritmo secreto, la reproducción de ese
ritmo nos dará poder sobre las palabras.”[14]
Este “ritmo” coincide con el “ritmo” inconsciente pulsional del
poema, como la musicalización
pura que permite orientarse al límite donde el sujeto se pierde para
hacer aflorar el inconsciente. Al mismo tiempo, las características sintácticas
del poema concuerdan con la ana-logia propuesta por Kristeva, producida
por la irrupción del ritmo simbólico que establece una lógica propia
con los desfallecimientos sintácticos
ya enunciados. La
disposición gráfica también impone su ritmo propio, con sangrías
distribuidas de manera heterogénea y espacios en blanco como forma de
engendrar sentidos. La
significación por el establecimiento de campos semánticos, es decir, de
elementos significantes relacionados por su significancia, según la teoría
kristeviana, nos lleva ya desde el título del poema a pensar en uno
altamente significativo: la caza, más aún si tenemos en cuenta que el
poema pertenece al libro Las cacerías, y este término es central. La idea de caza nos
remite temporo-culturalmente al pasado.
Sirviéndose del encadenamiento de vocablos, metáforas y una
adjetivación desbordante, va conformando este
campo semántico. Trance
nos remite a momento crítico a atravesar; estadio próximo a la muerte;
estado en que un médium manifiesta fenómenos paranormales o aquél en
que un alma se siente en unión mística con Dios. Sin embargo, trance
también suena, nos remite, fónicamente, a tránsito. ¿Quién es este
cazador? El movimiento perpetuo: “Jinete / exhalando / caballo
urgente” se revela luego como una ilusión al ser identificado como un
cazador que forma parte del Tapiz de la Creación. El
poema muestra de un modo perturbador el fenómeno de transmutación de una
identidad en otra. El sujeto observado y el observador, que es el hablante
lírico. Se presentan como dos individualidades,
dos subjetividades opuestas. El observado
y descrito, no sólo por su movimiento vertiginoso y constante: “Jinete
/ exhalando / caballo urgente”, sino también por las cualidades que se
le atribuyen: “este perdido terco bailarín / este cadente, este
arrojado”, reconocido también a través de “éste que salta cazador
en trance”, identificado como el otro, nombrado: “el cazador”.
Y el sujeto que observa, el hablante lírico, que toma la primera
persona del singular, y en contraste con el cazador, se caracteriza por
una actitud netamente pasiva, la de observador, todo se desarrollará a
través del campo de la mirada: “Mirando bien como lo miro”, “Desde
tótems lo miro”. Esta
neta identificación de dos subjetividades, se quiebra a medida que
avanzamos en la lectura del poema, ¿Qué rol desempeña este sujeto que
mira al cazador, es tal vez él, también, otro cazador invirtiéndose los
roles cazador-cazado? Se
introduce por primera vez, de forma concreta,
a la víctima: |
“este que salta
cazador en trance
Con su olvidado rojo
rol
su interminable verde vértigo
su agudo monosílabo penetrando
en la víctima apenas es un sueño
de la víctima”[15] |
La
víctima, como figura antitética del cazador, y comienza entonces un
proceso de trueque entre ambas individualidades, observado y observador: |
“Desde mi ilímite lo miro con su mira en mi párpado y advierto
lumbre niebla lumbre mi presa huyendo fiel
por ondas,”[16]
|
El
hablante lírico mutará en cazador: |
“y soy y voy jinete exhalando cabellera de hoguera caballo en apogeo remolino fatalidad opción zig zag jauría chaqueta de amaranto entrecortado
rojo
azul rojo azul por los árboles índigos yo porfiante con ojo metal estampido estampido
persiguiendo por danza bosque sueño cielo.”[17] |
El
observador entra de lleno en el poema a través del “yo”, transformándose
en un personaje más, con la mutación de los roles, en un “zig zag”
el cazador en trance ha pasado a ser su presa y él
el cazador, y a la vez como en una suerte de círculo, que,
justamente, se “cierra” al unirse con el punto de partida,
“termina” precisamente allí donde había comenzado: cazador que se
transforma en presa y luego, nuevamente en cazador. En esta lectura
paragramática no podemos dejar de lado la transposición, que apunta a la
pluralización del sentido en la que se aplican operaciones de la lógica
inconsciente por el pasaje de lo semiótico a lo simbólico. En la función
poética se designa una intertextualidad donde hay traslado de un sistema
de signos a otro, en este caso por el entrecruzamiento que hace Biagioni
al introducirnos en el discurso religioso: |
“Repite su pasaje mientras el orden
el tramador el providente dorándolo
velándolo
con
cielos y trompetas lo ubica en su tapiz.” …………………………….. “Durante un alma o álamo repite su pasaje en ascenso en descenso detrás y delante del Todo”[18] |
Ese
Dios que a través de la trama va ordenando y disponiendo en el Tapiz de
la Creación, a sus criaturas, a las cuales calienta, ilumina,
vela y provee. Pero también las trompetas nos remiten a la
Apocalipsis y en una remitencia continua volvemos al “Jinete” con que
se inicia el poema. Es imposible no mencionar “Gestalt”, poema que
también integra Las cacerías,
donde nos reenvía nuestro poema, que funciona como intratexto: |
“(…) devorándose
comulgándose persiguen
la persecución remite (…) para
alcanzarme límpidas a Mí que
soy el Cazador”[19] |
Este
Cazador/Ser Supremo/Todo. En esta combinación cacería/Cazador: “devorándose
comulgándose”, se pierde el rol trascendente aboliéndose las categorías. Es tal el estallido de
“Cazador en trance”, que dispara el sentido al punto tal de encontrar
junto al religioso, un discurso arcaico o primitivo, lleno de símbolos,
dado por el campo semántico propuesto por: bosque / jauría que fue lobo que fue piedra / remota danza / tótems /
pirámides. ¿Cómo no asociar también “Cazador en trance” a la condición
humana, cazador/presa y a partir de allí, más aún teniendo en cuenta el
nombre del libro en el cual se incluye, Las
cacerías y la presentación del mismo en el año
1976, comienzo de la dictadura militar en Argentina, con la
persecución política, la degradación, la muerte y todo lo que significó
el proceso de gestación que culminó con el golpe del 24 de marzo de ese
año? Concluyo
aquí este trabajo, donde la creación poética de Biagioni es concebida
como una actividad que apunta a la transgresión, a la simultaneidad y a
la musicalización rítmica, donde el juego de palabras y las posiciones
gráficas congregan una pluralización de sentido. La productividad
textual mantiene una lógica transgresora que infinitiza el código. Al
lograr un atravesamiento de lo semiótico en la barra de lo tético se
produce una redistribución del orden significante, siendo lo semiótico
un ordenamiento vocálico y gestual que es regulado por imposiciones biológicas,
sexuales, familiares; un espacio rítmico que se hace y deshace sin cesar.
La creación poética se hace y deshace en la fuga del lenguaje, en el ir
más allá de la lógica del sujeto hablante, posicionando al creador como
un sujeto cerológico. El poema es entendido como una forma de arte que
surge de la trasgresión: “la vuelta hacia lo materno-pulsional, donde
vacío y muerte reinan, instaura en la lógica divisoria y ordenancista de
las construcciones simbólicas, fálicas por definición y opuestas al
goce. Porque es vuelta a lo semiótico y lo abyecto maternos reprimidos
por el orden de lo simbólico.”[20]
|
Cazador
en trance (fragmento) Jinete exhalando caballo
urgente designio chaqueta
de amaranto entrecortado
rojo verde rojo verde por
el bosque de la persecución jauría
que fue lobo que fue piedra zigzag
oval ojo
de amante ojo de tumba metal
demente sabio estampido, el
cazador
señor furtivo dueño
ajeno surge
desmemoriado de
una remota danza. Mirando
bien como lo miro, este
perdido terco bailarín este
cadente este arrojado este
que salta cazador en trance
con su olvidado rojo
rol
con su interminable
verde vértigo
su agudo monosílabo
penetrando en la víctima apenas
es un sueño de la victima. Desde
tótem lo
miro
durante un trébol desde
pirámides y cúpulas desde
embudos y túneles desde
lunas inversas: repite
su pasaje mientras
el orden
el tramador providente dorándolo
velándolo
con su cielo
y trompetas lo
ubica en su tapiz. Durante
el pensamiento repite
el pasaje cruzándose
consigo inmutable
mutando por
siempre en mora en hora en anticipo. Durante
la pasión repite
su pasaje
múltiple
doble solo por
hélices rayos centro
………………………….
Otros
poemas de Amelia Biagioni
Lluvia Llueve
porque te nombro y estoy triste, porque
ando tu silencio recorriendo, y
porque tanto mi esperanza insiste, que
deshojada en agua voy muriendo. La
lluvia es mi llamado que persiste y
que afuera te aguarda, padeciendo, mientras
por un camino que no existe como
una despedida estás viniendo. La
lluvia, fiel lamido, va a tu encuentro. La
lluvia, perro gris que reconoce tu
balada; la lluvia, mi recuerdo. Iré
a estrechar tu ausencia lluvia adentro, a
recibir tu olvido en largo roce: Que
mi sangre no sepa que te pierdo. De:
"Sonata de soledad"- 1954-
Cavante,
andante A
veces soy
la sedentaria. Arqueóloga
en mí hundiéndome, excavo
mi porción de ayer busco
en mi fosa descubriendo lo
que ya fue o no fue soy
predadora de mis restos. Mientras
me desentierro y me descifro Y
recuento mi antigüedad, pasa
arriba mi presente y lo pierdo. Otras
veces me
desencorvo con olvido pierdo
el pasado y soy la nómada. Exploradora
del momento que me invade, remo
sobre mi canto suyo rumbo
al naufragio en rocas del callar, o
atravieso su repentino bosque mío hacia
el claro de muerte. Y
a extremas veces mientras
sobrecavándome descubro
al fondo mi fulgor
inmóvil ojo de
cerradura inmemorial, soy
ave llave en el cenit ejerciendo mi
remolino. De:
"Región de fugas"- 1995- |
Acerca de
Amelia Biagioni (
1916- 2000)
Dentro
del panorama de la poesía argentina contemporánea, Amelia Biagioni
aparece como una de las figuras más atractiva y enigmáticas, en virtud
de su capacidad de ampliar el alcance y transformar los rasgos característicos
de su poesía. La obra de Biagioni comprende seis libros de poesía y un
largo o poema póstumo publicado en La Nación a dos semanas de su muerte.
Escasísimos textos suyos quedan fuera del conjunto señalado, lo que da
cuenta, por un lado, de su negativa a participar de grupos literarios
consolidados y, por ende, de sus publicaciones periódicas; y, por otro,
del cuidadoso proceso de selección que precedió a la difusión de su
obra. De hecho, y a modo de confirmación de esta última hipótesis, es
preciso subrayar que la obra de Biagioni resulta casi magra si la
comparamos con la de algunos de sus contemporáneos, sobre todo teniendo
en cuenta que su trayectoria abarca casi cincuenta años. Sin embargo, el
tiempo que media entre libro y libro son causa y consecuencia de uno de
los rasgos más evidentes y originales de su producción: la ruptura y la
experimentación constantes. Allegada en sus inicios al neorromanticismo
posterior al cuarenta, coetánea del surrealismo y del invencionismo
-vertientes con las que, a pesar de las diferencias inzanjables, es
factible percibir cierto «aire de familia»-, en las antípodas del
objetivismo, del nacionalismo y de la poesía social y comprometida -si
consideramos estos rótulos en sentido estricto-, la producción poética
de Amelia Biagioni se resiste a las categorizaciones de la crítica que,
por otra parte y salvo raras excepciones, no se ha detenido a profundizar
en esta trayectoria peculiar y de alcances tan inusitados. Según comentó
el poeta Enrique Requeni, Biagioni alguna
vez confesó que concebía el poema como una forma de plegaria. Algunas de sus obras: Sonata
de Soledad, La llave , Las cacerías, Estaciones de Van Gogh, Primera
Antología poética. Notas: [1] La idea de significación de Lacan desestructura la de Ferdinand de Saussure, para quien la significación es un vínculo indestructible entre significante y significado. Lacan invierte el algoritmo de Saussure, colocando el significante en el numerador y con mayúscula y el significado en el denominador y con minúscula, con el objeto de enfatizar lo que será fundamental para sus posteriores desarrollos teóricos y que denominará la “Primacía del significante”. [2] Le Galliot, Jean, Psicoanálisis y lenguajes literarios, Buenos Aires, Hachette, 1981. Pág. 242 [3]
Le Galliot, Op. Cit. Pág. 233 [4] Biagioni, Amelia, “Cazador en trance”, Las cacerías, 1976 [5] Se intenta una explicación análoga a la de Kristeva con respecto al poema “Una mártir” de Charles Baudelaire, en su arículo “Poesía y negatividad”, Semiótica 2. Buenos Aires, Ed. Espiral, 1981 Pág. 63 [6] Piña, Cristina. Julia Kristeva: el pensamiento otro de la extranjera. Pág. 18 [7] Le Galliot, Op. Ci. Pág. 244 [8] Biagioni, Amelia. Op. Cit. [9] Biagioni, Amelia. OP. Cit. [10]
Biagioni, Amelia. Op. Cit. [11]
Biagioni, Amelia, Op. Cit. [12]
Biagioni, Amelia, Op. Cit. [13] Piña, Cristina. Op. Cit. Pág. 10 [14]
Paz, Octavio. “El ritmo”, en El arco y la lira. México, Fondo de
Cultura Económica, 1995. Pág 75 [15] Biagioni, Amelia. Op. Cit. [16]
Biagioni, Amelia, Op. Cit. [17]
Biagioni, Amelia, Op. Cit. [18]
Biagioni, Amelia, Op. Cit. [19] Biagioni, Amelia, Op. Cit. [20] Piña, Cristina. Op. Cit. Pág. 29 |
©
Silvia Loustau - Mar del Plata – Argentina
syllous@yahoo.com.ar
www.silvialoustau.blogspot.com
Ir a índice de América |
Ir a índice de Loustau, Silvia |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |