- ¿Sabes? Hoy domingo se celebra el día de la madre. En el mundo de los anfibios, ¿festejáis algo?. –
- Si, claro, el apareamiento. –
- Hablo de cosas de familia...-
- ¿Como el día de la madre? Es bueno que te desasnes, ya que en nuestro universo no existen supermercados ni tiendas, ni zapaterías ni nada... –
- Bueno, no te pongas así. –
- Me gustaría recordarte y no me llames machista, que también el padre es importante. Tanto, que te recuerdo algunos ejemplos. Todos conocen y repiten la hazaña del avestruz que no solo empolla los huevos sino que vigila el nido, ferozmente. Sin embargo, en el mundo marino, está el hipocampo, más conocido como caballito de mar. El macho posee una bolsa en su vientre y en ella carga los huevos que deposita la hembra, hasta que nacen las crías. También el pingüino emperador es digno de ser recordado. La hembra pone un solo huevo cada año, pero cuando lo hace, se siente tan debilitada, que le confía al macho, su custodia. Para realizar tan delicada proeza, se van acercando y cuando están frente a frente y bien juntos, ella empuja con sus patas el huevo que él, con absoluta delicadeza cobija, algunos centímetros por encima del hielo, dándole calor. A más de cuarenta grados bajo cero, ese cuidado se hace necesario para que la cría nazca. Mientras sigue la ventisca y el hielo se hace más denso, los machos se agrupan uno al lado de otro, dándose calor. Cada uno tiene, sobre sus patas, el huevo que la hembra les ha confiado para que la colonia se multiplique. –
- ¿Y qué hace la madre, mientras tanto? –
- Ella se ha zambullido en las heladas aguas, buscando comida. Está tan debilitada que debe nadar muy despacio, hasta encontrarla. Hay madres que no regresan jamás. –
- Ay, Rigoberto, eres magnífico. Pareces un filósofo griego. Te escucho y miro al cielo, mientras tus palabras navegan por los mares de mi imaginación, como un barquito mágico. -
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