Hace algunos años, llovía poco en Alta Floresta al norte de Mato Grosso, una frontera virtual entre las sierras y la selva amazónica. Pero, debido a la acción depredadora del hombre, el clima ha cambiado mucho. Las tempestades aunque breves, afectan esa bellísima región aún poco conocida. Y fue así, en mitad de estas raras tempestades que Betín se escurrió una tarde, por la cinta azul del arcoiris, aterrizando en la cúpula de un castaño tan alto, que los demás árboles parecían pequeños. El enorme tronco, como de cuatro metros de espesor, lucía espléndido. A su lado, un ipé derramaba sobre el tono monocromático de la selva el amarillo de sus flores.
Betín fue bajando del árbol hasta la orilla del río Cristalino, llamado así por sus aguas transparentes. Bajo la superficie, pudo ver deslizarse enormes peces, mientras en la dorada arena un revuelo de mariposas cubría el paisaje con un toque de magia.
-Crrrruces, ¿quién eres tú, tan colorinche?- dijo una arara abanicando la cabeza
-Un poco menos que tú, habló Betín. No había visto hasta ahora un plumaje tan colorado como el tuyo. ¿Cómo te llamas?-
-Arara, arara, arara, - respondió el ave y con su pico corvo picoteó un baçuarí
-El niño soltó una carcajada y siguió caminando por la orilla del rio. Pese a que el cielo estaba plomizo con algunos flecos de sol, pudo descubrir los ojos malignos del yacaré que lo miraba, inmerso en el agua. Desvió el sendero, internándose en la selva. Un picaflor con su zum-zum voló sobre su cabeza, yendo a libar unas orquídeas lilas colgadas de un tronco.
El crujir de ramas secas le puso en alerta, haciéndole mirar hacia lo alto. Allá arriba, un macaco guariba colgado de una sola mano, se hamacaba
-Hola, dijo Betín, ven aquí.
-Ni lo pienses, respondió el mico, quiero saber primero si eres amigo o enemigo -
-¿Qué quieres decir?
-Amigo es aquel que juega limpio, enemigo mata.
-Soy amigo, vamos a jugar.
Mientras hablaba, el niño cambiaba de color, yendo del azul al amarillo
-¿Qué tienes, que cambias de color como una lagartija?
-Yo soy así.
El mico no quedó muy convencido.
-Prueba que no eres enemigo, dijo. Para hacerlo debes coger dos cupuaçús y alcanzármelos -
Betín miró hacia un árbol cuyos frutos alargados, colgaban del tronco. Dio un salto y cogiendo uno, lo depositó en el suelo
-Ven a buscarlo.
El guariba se descolgó de la rama y, cautelosamente caminó hacia él. Alargó la mano, cogió el fruto, mordió la cáscara y haciendo muecas, se lo comió, escupiendo las semillas lejos.
-¿Te gusta ese fruto?
-Sí, pero también me gusta el tucumã, açaí, sorva y camu-camu.
Ahora vamos a jugar. Saltamos de árbol en árbol y el que llegue primero a aquel mogno, gana.
Un trueno sacudió la tierra y el ruido en la floresta fue ensordecedor. Los pájaros volaron hacia sus nidos, las garzas levantaron vuelo, los yacarés, pecarís y carpinchos sumergieron la cabeza en el río mientras una onça pintada lanzó un rugido en la espesura.
Betín y Mico, mientras tanto, saltaban de rama en rama, riendo a más no poder, aunque el niño perdía el equilibrio a menudo, lo que provocaba la alegría del macaco el que se detenía para aplaudir.
Más tarde, cansados, se acostaron en la hierba húmeda, bajo la copa de un árbol gigantesco
-¿Y tu familia?
-Somos pocos ahora, ya que nos cazaron y a muchos de mi familia los llevaron lejos. Pero también, muchos peces murieron envenenados y algunas especies de aves y mariposas fueron diezmadas -
-¿Por qué?- quiso saber Betín.
-Ah, mi nuevo y buen amigo, no sé por qué. Existe una especie que utiliza solo dos patas para caminar y con las otras dos, hace mucho daño, no solo a nosotros los animales, sino a toda la naturaleza-
-¿Por qué?- El niño no se cansaba de preguntar
-Mira, yo no hago daño a nadie, sin embargo...
La lluvia se descolgó frenética, cesando súbitamente. Un rayo de sol se filtró por entre la cúpula de la floresta en sombras y, del otro lado, la punta del arcoiris coloreó el cielo. Betín apenas tuvo tiempo de despedirse de su amigo. Cruzando la selva, corrió hasta un tronco seco y curvado. Subió hasta la parte más alta y brincando en el aire, asió los lazos suaves e irisados. Desde lo alto, le gritó a Mico:
-Hasta pronto, amigo. Volveré con la lluvia.
Subiendo y jugando, saltaba de un color a otro, del amarillo al violeta y del violeta al verde. Su rostro cambiaba de color y de ese modo, subiendo y jugando, jugando y subiendo, se desvaneció entre nubes. |